Qhoa: Las Sombras perdidas

Amigos al vuelo

La mañana siguiente, despertaron algo asustados por el repentino sonido de unas campanadas. Aquellas no parecían unas normales, pues sonaban como si una campana del tamaño de una casa fuera la que se agitara en algún lugar del colegio. Era una buena forma de asegurarse que los alumnos no se queden dormidos, pensó Skoll.

Así, los tres amigos, aun algo adormilados, se habían vestido y presentado al desayuno. El sol aun no despuntaba por las montañas, cuando todo el colegio ya parecía en pie. Skoll necesitó de unos panqueques dulces para despertar del todo. Una vez acabado el desayuno y con menos sueño, estaban listos para iniciar sus clases.

—Dice…Herbología

Will leía el horario de clases que había aparecido esa mañana en la mesa de la habitación de cada uno. Skoll miraba a todos lados desde el final de la enorme escalera que iba al gran salón. La pregunta era ahora ¿Por donde quedaba el aula de herbología? Los tres estaban mas perdidos que nada.

—Deberían incluir un mapa para los estudiantes nuevos – exclamó Will guardando el horario en su capa.

—Supongo que están seguros en que tenemos buen sentido de la orientación – Comentó Hassan

Mientras se debatían que camino tomar, ninguno se percató de la alta figura que se les estaba aproximando. No fue hasta que un carraspeo profundo, les hizo levantar la mirada a los tres. Will, quien había estado parado en el último escalón fuera del gran salón, casi se cae por la impresión de ver al hombre que la noche anterior los subió a la canoa. Skoll y Hassan tuvieron que atraparlo para que no se diera de bruces contra el suelo.

— ¿Ustedes no deberían estar camino a clases?

—Buen día don Fausto – habló Skoll en lo que sus amigos se recomponían — eh bueno, si pero, no sabemos cómo llegar ahí

—Ah, vaya muchachos ya nos los hacen como antes — su risa agitó su cuerpo haciendo que incluso se escuchara un extraño tintineo proveniente de sus bolsillos - ¿Qué clase tienen?

—Herbología señor

— ¿Señor? No me digan así, me hacen doler las rodillas de solo oír esa palabra – comentó dando un par de golpes a su pierna derecha.

Aun traía el sombrero de la noche pasada, aunque ahora con la luz del día, se podía apreciar mejor su rostro. Skoll podía ver levemente una cicatriz que iba de la parte superior de su ojo izquierdo hasta casi la mitad de su mejilla. Aquel ojo parecía permanentemente cerrado.

— Por ser su primer día, yo les mostrare el camino, así que no se retrasen.

Fausto, como prefería ser llamado. Avanzó adelante del trio por el camino de la derecha. Bajó unas escalinatas, giró hacia una construcción adentrándose en un pasillo, volvió a salir a un jardín y luego dio vuelta a la estatua de una sirena. Siguiendo aquel camino, llegaban hasta un camino exterior que terminaba con una larga escalinata que llevaba casi hasta los primeros niveles del colegio. Fausto se detuvo ahí.

— Bien, solo sigan estas escaleras y llegaran directo al aula de herbología

Los tres chicos, quienes casi habían corrido atrás del hombre. Respiraban agitados a su lado. El colegio se encontraba a una gran altura sobre las montañas, así que, el respirar siempre era una cuestión algo compleja.

— Gra…gracias señor… — Skoll notó el ceño fruncido del hombre al oír la palabra, al instante se corrigió — Perdón…gracias Fausto

— Muy bien, muchachos listos ahora si ya no demoren mas vayan a clases, yo tengo más pendientes.

Fausto dio media vuelta y con total tranquilidad se retiró por el mismo camino. Skoll quien ya había recuperado el aliento, lo siguió con la mirada hasta que lo perdió de vista. Miró a sus amigos para asegurarse que ya estaban recompuestos antes de seguir.

Si bien Fausto no era un gigante, parecía tener una gran resistencia física, eso sumado a su altura, hacia que sus pasos fueran grandes y veloces. Skoll sentía curiosidad por la cicatriz que le había visto, se preguntaba si esa era la razón de usar aquel sombrero. ¿Cómo es que se había hecho esa cicatriz?

Con todas esas dudas, los tres amigos iniciaron el descenso por la escalinata, era larga y algunos escalones mas altos que otros. Mientras bajaban, unos escalones más abajo vieron a un chico que se les hacia conocido. Aguzando la vista, Skoll comprobó que era Driss, uno de los chicos con quienes compartían habitación.

—¡Hey! Driss — llamó Skoll, el chico volteó y levantando la mano los saludo mientras los esperaba.

— Hola, veo que ustedes si encontraron rápido el camino — comentó el chico

— No, en realidad Fausto nos trajo — interrumpió Hassan llegando al lado de ellos

— ¿Fausto? ¿El guardia del colegio?— pregunto evidentemente sorprendido Driss

— ¿Es el guardia? – preguntaron los otros tres al unísono

— Si, ¿no es obvio?

Era evidente que a ninguno de los tres chicos se les había pasado aquello por la mente. Skoll por su parte, creía que era algún profesor de un curso que aun no llevaban. Aquello solo fue razón para que Driss les pudiera dar mas datos y los chicos pudieran conocer más de él.

Driss, a diferencia de Will y Hassan, provenía de una línea familiar mágica muy antigua, así que al igual que Skoll, conocía bastante del mundo mágico y aun mas del colegio. Su padre había trabajado como maestro un tiempo en Aurantis, hasta que decidió retirarse para aceptar un puesto en el periódico Chasquis.

Por ello Driss había escuchado mucho acerca del colegio y quienes trabajaban ahí. Aunque no sabía todo del lugar, si estaba al tanto de Fausto, quien, según sabia, llevaba siendo el guardián del colegio desde hace casi dieciseis años.

— ¿Dieciseis años? Pero eso…el tipo debe tener como sesenta entonces.

Murmuró Will, Driss solo asintió. No sabía la edad precisa del hombre, pero si que ya era bastante mayor. Y aquello le sumaba otra cosa rara a la lista de aquel individuo.

— No luce muy anciano — agregó Skoll mientras se aproximaban a la puerta del aula.




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