Skoll ahora no solo compartía las tardes con sus amigos, sino que también, algunos días, las pasaba con Irina. La joven era feliz con sentarse en algún lado a charlar o solo mirar el cielo. Skoll la complacía en esos paseos o picnics que organizaba con tanto esmero. De a poco, una parte de él había comenzado a emocionarse cada que se acercaba el día de verla.
Aquella tarde no fue distinta, a través de notas en clase, él le había dicho para verse luego. La joven, cómplice con aquel secretismo, asentía en respuesta. Al salir de la clase de pociones, Skoll se despidió de sus amigos y esperó a su novia.
La joven, emocionada había hecho lo mismo con sus amigas, se despidió de ellas y se unió a Skoll.
—¿A dónde iremos? — preguntó animada
— Pues, es un secreto así que no puedo revelar nada antes
La joven hizo un puchero de niña pequeña, pero a los pocos segundos, su sonrisa regresó.
— Bueno, entonces no demoremos, vamos avanza
Su energía siempre era contagiosa. Skoll inicio la marcha con dirección a los establos. El chico tenía conocimiento de que hace pocos días, una pareja de puhyus habían tenido su cría, así que pensaba llevarla a verla.
Los phuyus eran animales tiernos y amigables. Sus pelajes esponjosos los hacían parecer pequeñas nubes con patas. Después de haber hablado tanto con la joven, podría apostar a que le gustarían.
El camino fue algo largo, pero valía la pena. Ella en ningún momento reclamo la distancia, iba tarareando y cantando por momentos. A pesar del frio que se avecinaba, los rayos de sol a esa hora, entibiaban el paraje.
—¿Sabes lo que son los Phuyus? — preguntó Skoll mientras llegaban a los establos.
—Si, ¿Los phuyus no son esas aves que parecen nubes?
—Si, esas mismas – Skoll se dirigió a uno de los corrales pequeños que había en el lugar – Ven y mira, pero en silencio para no asustarlos
La joven conteniendo su emoción, avanzó en puntillas hasta el chico. Al ver el corral, de primera solo observaba dos aves no más altas que un perro mediano que caminaban por el lugar. Pero luego, siguiendo la dirección que el chico señalaba. Se podía ver un nido donde dos pequeñas aves, similares a nubes, se movían y aleteaban.
Irina tuvo que cubrirse la boca con la mano para evitar gritar. La joven había visto esas aves solo en fotografías o libros. Verlas en vivo era otra cosa, y para mayor ganancia, ver a sus crías. Daba pequeños saltitos de emoción mientras las observaba.
— ¿Te gustó la sorpresa? — preguntó Skoll en un susurro.
— Claro que si — respondió ella de igual modo.
Estuvieron un buen rato viendo a las crías ser alimentadas por sus padres e intentando ponerse de pie en sus delgadas patitas. Cuando la brisa del viento se volvió mas gélida, supieron que era hora de regresar.
—Vamos, ya hace frio — murmuró Skoll sin percatarse la cercanía que tenía con la joven. A la par, ella había volteado en dirección al muchacho. Por unos breves segundos sus miradas se encontraron.
Los ojos de Skoll se desviaron a sus labios rosados, fueron unos segundos breves que se vieron interrumpidos por los pasos acelerados de alguien. Al instante ambos se alejaron, recobrando la compostura.
Fue Hasaan quien hizo su aparición, el chico estaba agitado y el sudor perlaba su frente. Había llegado sin aliento. Apoyando las manos en sus rodillas, intentaba recuperar el aire.
— Skoll…algo…Will — sus balbuceos entrecortados por la respiración hacían difícil de entender el mensaje.
— Respira, ¿Qué paso? ¿Qué hizo Will?
Skoll sabía que Will en ocasiones podía ser muy impulsivo, en más de una ocasión había dicho en voz alta, las ganas que tenia de bajarle lo engreído a Demian con unos puños. Lo primero que paso por su mente, fue que el chico se habría peleado con Demian.
— Will…fue atacado por el toro.
— ¿El toro? No…eso no debió pasar— murmuró Skoll con la mirada perdida — Te veo luego Irina lo siento.
Se despidió de ella tan rápido como pudo y junto con Hassan emprendieron el camino hacia la enfermería. Irina, solo alcanzo a despedirlo con la mano. La joven había escuchado lo sucedido y entre las palabras de ambos chicos, algo llamó su atención. Skoll había dicho “Eso no debió pasar” como si de alguna manera, algo suyo hubiera salido mal.
Mientras ella emprendía el regreso a su Ayllu sola y con esos pensamientos en su mente. Hassan y Skoll, subían de a dos los escalones hacia la enfermería. Ahí ya los esperaba Driss quien mantenía la mirada perdida hacia el interior del lugar,
— Driss, ¿Qué pasó?— Skoll quería entender como había sucedido, ellos más que nadie sabía que no debían estar solos. Skoll les contó todo, con la idea de que tuvieran mucho más cuidado
— No sé cómo pasó, estábamos volviendo al Ayllu y él dijo que olvidó algo en pociones — comenzó a relatar Driss — Le propusimos volver los tres, pero él dijo que sería rápido, estábamos a solo un jardín de distancia del aula, justo en el de los árboles de flores blancas. De pronto solo escuchamos el mugido y cuando fuimos a ver, ya lo encontramos en el suelo.
Skoll notaba el esfuerzo que estaba haciendo su amigo para no llorar. Al interior de la enfermería, estaba el director junto a la profesora Herlinda, el profesor Honorato y el profesor Redram.
En ese instante, recordó la idea que Hassan tuvo hace días, de fingir que uno estaba enfermo y así poder espiar a las crisálidas. Parecía irónico en ese momento, pues ahí desde la puerta Skoll podía ver con claridad las otras dos crisálidas cuyos surcos ya estaban iluminados casi hasta la mitad.
— Lo siento mucho, jóvenes, pero no es posible que pasen a ver a su amigo.
La profesora Herlinda había salido al verlos reunidos en la puerta. Notaba como su mirada estaba llena de preocupación, Skoll había visto esa mirada en sus padres cuando algo grave y sin solución sucedía. Pero esto debía tener solución, no podía imaginarse perdiendo a un amigo así.
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Editado: 09.09.2024