Corregido por biitchlxss
Gabrielle
No conozco mí origen.
¿Sabes cómo se siente? ...
Recuerdo el rostro de mi madre.
Recuerdo que me llevó bajo la lluvia en medio de la noche hasta la puerta de una casa vieja.
Me daba miedo y la sensación de no estar a salvo, así que apreté fuertemente su mano, pero ella no me miró. Golpeó la puerta mientras todo su cuerpo temblaba, las gotas de lluvia mojaban su rostro.
La gran puerta fue abierta, ante nosotras apareció una mujer vestida de cocinera.
Me cubro con el cuerpo de mi madre, escuchando como ella balbuceaba algo y la señora asentía en respuesta. Miré a mí madre con terror al sentir como la desconocida envolvía sus brazos a mi alrededor y me apretaba fuertemente contra su pecho, comencé a gritar llamando a mí mamá con la esperanza de que ella recapacitara y se diera cuenta de lo que estaba haciendo, pero ella solo se alejó de allí y no me miró, ni una sola vez volteo hacia atrás.
Ni una despedida.
Ninguna palabra.
Solo se fue...
Me abandonó.
Esa noche de porquería me persigue y no me deja dormir, la causante de que cada noche despierte y no pueda volver a conciliar el sueño nuevamente, desperté a la cinco de la mañana, y desde allí el sueño se esfumó.
El dolor punzante en mí pecho se instala recordando cómo después que mi madre me abandonara, lloré por dos semanas seguidas, intenté escaparme del orfanato, hablé con la policía e inventé una historia sobre cómo me había secuestrado, para que solamente me llevaran a casa, pero nada funcionó.
Todo cambió cuando al año, un matrimonio se acercó a conocerme. No podían tener hijos así que buscaban adoptar. Pudieron elegir muchos, es más, yo tenía mala conducta y no estaba bien vista, puesto que ya me habían rechazado cuatro familias, pero ellos me adoptaron sin dudarlo.
Intenté escaparme en la primera semana, y al cabo de un mes, pero ellos siempre me recibían nuevamente con los brazos abiertos.
Con el pasar del tiempo aprendí a quererlos. Se podría decir que hasta somos físicamente parecidos, creo que por eso nadie de mi escuela sabe que soy adoptada. Nos mudamos apenas me adoptaron y empezamos una nueva vida como familia.
Mis padres se llaman Alison y Walter Pérez, yo llevo su apellido.
No me quejo, estamos bien económicamente, mi madre es artista y expone sus obras en un museo cerca de donde vivimos. Y mi padre es productor musical.
El arte en mí familia es más que valorado.
Yo tengo 18 años, el siguiente año haré un máster para ser DJ profesional. Es lo único que me aleja de mis torturas y males.
Me levanto de la cama al oler que mamá ya preparó el desayuno. Me pongo una camisa a cuadros, dejo mí cabello suelto para que las ondas estén libres, un jean y mis infaltables auriculares, me delineo un poco los ojos y por último me coloco un labial natural. Casi parece que no tengo maquillaje, perfecto.
Bajo las escaleras lista para ir al instituto. Con mí mochila al hombro me siento a desayunar. Mi padre está con su Notebook y los auriculares, debe estar editando alguna pista.
Al verme me señala su mejilla. Ruedo los ojos con una sonrisa y me levanto para darle un beso allí.
—Así está mejor —dice cuando me siento— ¿Quieres escuchar lo que estoy componiendo? — señala su notebook.
—Tal vez luego. Mamá, —me giré hacia ella con un gesto aburrido— ¿Hiciste panqueques?
—Sí, mi amor, tal y como te gustan — ella coloca el plato frente a mí. Son panqueques con fresas cortadas encima y mermelada.
Si lo sé, soy rara y antipática, pero mi madre me consciente en todo, es lo que me hizo amar esta pequeña familia de 3. Tengo la posibilidad de disfrutarlos y si me equivoco, intentan corregirme de la mejor manera.
—No se me olvida que llegaste con olor a tabaco anoche. — dice papá enarcando una ceja— Prometiste que ibas a dejarlo.
Espera una respuesta, que claro, no llegará, por lo menos no de mi parte.
No me malinterpreten, amo a mis padres, pero aún no me gusta que alguien me diga que hacer, soy muy rebelde en ese sentido.
Me encojo de hombros y sigo comiendo. Cuando termino, me despido de ambos con un beso, aunque sé que papá está enfadado porque lo ignoré.
—Nos vemos — digo mirando a ambos.
—Compórtate — pide mi madre.
Papá no me mira, eso es lo que más me duele y lo sabe.
Sé que tiene razón, pero antes muerta que admitirlo. Me pongo mis auriculares y reproduzco la lista de reproducción que tengo preparada para cuando me estreso o me pongo ansiosa.
Desde que soy pequeña me agarran ataques de pánico y ansiedad, no es bonito ni agradable, puedo llegar a sentir que estoy al borde del colapso, con las palpitaciones aceleradas y que me falta el aliento.
Dicha sensación puede durar minutos, incluso horas.
Pero la ansiedad no es momentánea. Persiste. Y todo por culpa de la mujer que me engendró.
Muy pocas personas saben de mis ataques, mis padres, mi psicóloga y Mikeila, mi mejor amiga.
Mi escuela queda a varias calles de casa, pero el aire frío me invita a recorrerlas a pie. Hoy quiero caminar y sentir el viento en mí cara, eso me tranquiliza bastante.
Papá no quiso alterarme, pero es inevitable. Soy una bomba a punto de explotar y el detonante suelen ser mis emociones.
Llego a la escuela tarde, como siempre, pongo en pausa la música y escucho mis pasos retumbar por los pasillos.
Volteo cuando escucho que me llaman en voz baja, pero no hay nadie.
—Gabrielle — susurran.
Cierro los ojos y trato de olvidar e ignorar todo. ¿Me estaré volviendo loca? o quizás es la ansiedad que está llegando y llena de voces mi cabeza.
—Gabrielle— oigo nuevamente.
Pero ignoro los susurros en mi mente y entro a mí aula esperando que el murmullo aísle todas las voces en mí interior.
* * *