¿Qué tan lejos está la Luna?

Cuando se aproximaba la fecha de mi cumpleaños mi padre me leía en las mañanas luego me sentaba en sus piernas para observar por la pequeña ventana de mi habitación; los autos que pasaban velozmente por la calle. A veces, en la tarde al salir la luna él se iba y cerraba la puerta. Yo me sentaba a jugar en un rincón de mi habitación a pintarle los rostros a mis muñecas y siempre había sonreído cuando mi madre me hablaba por el cerrojo de la puerta antes de entrar a meterme en la cama. Recuerdo ver a mi padre de pie en el pasillo silbando una tonada mientras atendía llamadas de amigos y familiares. Yo sonreía casi tan animada como mi madre al verle caminar por el pasillo, pero muy lejos de regalarle una mirada de amor sincero como las que ella le daba.

Cuando mi padre se negaba a leerme durante las noches me sentaba sola a observar fuera de casa los autos de algunos familiares y la luna llena a través de la pequeña y polvorienta ventana de mi habitación, imaginando ¿qué tan lejos estaría? y si ¿podría alcanzarla con mis manos? mientras en el fondo se escuchaba música, las risas de los amigos de mis padres. La luz de luna inundaba mi habitación iluminando los rostros de mis muñecas. Yo siempre había sonreído al verlo por el cerrojo de mi puerta, al verlos bailar al fondo del pasillo en la sala mientras mi tía tocaba el piano, los amigos y demás familiares vestían vestidos y trajes de gala llevando botellas de champán una tras otra. Sonreía casi de manera tan animada como mi padre pero muy lejos de regalarle una mirada de amor sincero como las que le daba mi madre mientras el la hacía girar y la sostenía en sus brazos.

Cuando mi padre me ignoraba durante las noches yo me subía a observar la media luna en el cielo, su luz opaca, tenue y amarillenta se colaba por la pequeña, polvorienta y desvencijada ventana que había en mi habitación. Mientras que en el fondo se escuchaba a mi tía tocar el piano con una melodía más lenta. Las risas se convirtieron en susurros leves que se producían en las conversaciones de los amigos de mis padres. Yo siempre había querido salir a preguntar que sucedía al ver a mi padre gritarle a mi madre, recuerdo haberlo visto caminar de un lado a otro de manera desesperada mientras mi tía aun tocaba el piano deteniéndose a echar ligeros vistazos hacia la puerta del pasillo, yo fruncía el ceño casi igual que mi padre cada vez que mi madre trataba de sostenerle en sus brazos, pero muy lejos de regalarle una mirada de amor sincero como las que le daba ella mientras él le daba la espalda. La luz fantasmal de la luna iluminaba los rostros desgastados de mis muñecas, mientras me tapaba la boca con la almohada para que nadie escuchara cuanto tosía.

Cuando mi padre se olvidó de leerme durante la luna nueva, yo me senté con mis piernas afuera  a observar la oscuridad que cubría todo el cielo, pensaba que la luz, si era que las pocas estrellas visibles producían luz alguna, esta se colaría por la pequeña y polvorienta ventana de la cual colgaba un vidrio roto, los autos se habían multiplicado, era todo un acto mágico ver la llegada de uno tras otro, tras otro, acumulándose en el pórtico de la casa. La música del fondo se escuchaba cada vez más baja y distante, era como si el piano mismo se estuviera alejando del fondo del pasillo.  Las conversaciones de los amigos y familiares de mis padres se convirtieron en miradas silenciosas de donde caían lágrimas. La mesa del centro poco a poco se fue llenando de flores, ya no había botellas de champán, ni chocolates, ni copas. . . solo flores, y en medio, una foto mía. Mi tía se había sentado y un señor le había sustituido tocando una canción triste, yo trataba de sonreír mientras observaba  por el cerrojo que se había llenado de telarañas en mi puerta. . . .

Cuando caí por la pequeña y polvorienta ventana de mi habitación, pregunte varias veces ¿qué tan lejos estaba la luna? Y ¿porque mis pequeñas manos no la alcanzaban?