Querido Diario ||

20

¿Saben? En mi lista de cosas por hacer en mi vida; que uno de mis mejores amigos me persiguiera por el bosque para asesinarme no estaba en ella.

Había empezado a correr hacía unos diez minutos aproximadamente, Sam venía por detrás solo a unos metros y yo ya me estaba cansando. Eso y si le sumamos que hasta hace no más de media hora tenía una contracción muscular, pero bueno, ¿por qué me tendría que quejar? Ah, claro, sí, ¡Porque mi vida dependía de qué tan rápido y lejos fuese!

Veamos que tenemos hasta ahora:

1) Uno de tus mejores amigos está desaparecido.
2) Una persona o cosa extraña que curiosamente, es idéntica a mí, se me apareció de la nada y como llegó se fue.
3) Y el otro de tus mejores amigos viene por detrás intentando atraparte para destriparte.
4) Te estás cansando, Anna.

—¡Sam!— grité desesperadamente, el horror, pánico y ansiedad, me estaban consumiendo—¡Por favor, detente o harás algo de lo que estoy segura te arrepentirás!

Pero vamos, Sam no se detendría hasta acabar conmigo.

¿Lo peor? Es que creo que nadie se daría cuenta si algo me pasara.

Puedo sentir como el aire entra y sale de mis pulmones a toda velocidad, como el bosque cubierto de nieve se mueve con rapidez y me tiende trampas y también como me debilitaba con cada paso.

Hasta que sentí un aullido, grave, pero fuerte que me obligó a congelarme y darme vuelta. Luego sentí otro aullido; en menor volumen, pero cerca. Un lobo blanco saltó de atrás de una roca y quedó frente al lobo marrón con manchas, que era Sam.

Maldición, ahora son dos.

Ambos lobos se acercaron a paso lento, el marrón sacó los colmillos amenazadores y el blanco miraba al otro atentamente y alternaba su mirada conmigo. ¿Será...?

Retrocedí a paso lento pero firme, quizás me equivoque y termine siendo bocadillo de la tarde. El blanco se detuvo y inclinó un poco su cabeza (un gesto que me habría parecido tierno si no estuviera en peligro), y me analizó. Quizás sí...

Busqué las palabras y suficiente calma para hablar pero solo logré que salieran murmullos y titubear —Soy... soy Anna... me conoces... ¿lo olvidas?

Mientras el lobo marrón seguía avanzando y yo retrocediendo, el blanco se enderezó,  corrió hasta estar frente al marrón y le gruñó.

¡Sí! Es él...

A Sam (o al lobo de Sam), no le gustó que el blanco (o sea Michael), se pusiese en su contra y me defendira (eso creo que quiere hacer), se gruñeron mutuamente, Sam mostró sos colmillos y Mike no se quedó atrás y mostró los suyos. Se iban a pelear. Ya estaban preparados para saltar uno encima de otro, sólo faltaba que uno lo haga.

El miedo, dolor físico y ansiedad, se juntaron una vez más, dejándome helada. Ante mí estaban dos chicos, que son mis mejores amigos, convertidos en lobos a punto de atacarse hasta quién sabe qué punto. Estando allí parada corría el riesgo de terminar gravemente herida y el riesgo de ver a uno de mis mejores amigos a punto de matar al otro.

Mi. Er. Da.

Anna, ¡Sal de aquí! Corre — y ahí estaba, su voz otra vez en mi cabeza haciendo eco. Mike me había hablado —¡Vete, ahora!

Obedecí esa orden.

Corrí hacia el lago a como pude. Me paré un momento cerca de un árbol para mirar atrás, Sam ya había saltado sobre Michael y el último estaba en el suelo tratando de quitarse a Sam de encima. El lobo marrón miró por un momento al otro y salió corriendo a mí dirección. Doble mierda.

Salí corriendo, pero esta vez al medio del lago; donde el hielo seguía siendo vidrioso. Triple mierda. En un momento, miré hacia donde estában los chicos, Mike estaba tirado en el borde del hielo, cerca de las piedras. Sam giraba la cabeza como si algo lo estuviera molestando, después, se quedó quieto y miró para todos lados buscando algo. Hasta que me miró a mí. Volvió a agitar la cabeza y miró al lobo blanco tirado. Desde donde estoy, pude ver cómo se acercó a él con la cabeza gacha.

Pero más miedo sentí cuando escuché crujir el hielo bajo mis pies. No, no, no, no. No te rompas, no ahora, no, por favor. El hielo estaba negro, el lago era profundo, el agua ha de estar completamente helada, y para peor de todos mis males, no sé nadar. Así que, por favor, no te rompas.

Todo se detuvo por una milésima de segundo, el hielo partirse, los lobos corriendo hacia mí, y yo cayendo a la helada agua.

El líquido frío me rodeó y ahí me vi, moviéndome como loca para poder salir, pero fue inútil, cada movimiento me hundía más.

Creo que fue en ese preciso instante, en el que el agua entraba a mis pulmones mientras seguía cayendo, cuando me puse a recordar todos los lindos momentos que tuve. Desde el día que empecé a recordar cosas, las veces que cocinaba con Nana, las primeras veces que patinaba, mi guarida secreta, la primera travesura que hice con Mike y Sam.

Pero el más lindo de todos, es de cuando tuve seis. Había vuelto de la escuela y Nana me recogió de ella, me dijo que me esperaba cierta persona en casa, cuendo llegamos a casa ella me dejó en la puerta y se marchó. Una persona que durante años, decidí no odiar, la única que jamás me dijo algo aunque estuviera haciendo algo que no le gustaba, estaba allí. Papá estaba allí.

Mi alegría fue tanta, Allan estaba allí, cuando corrí a abrazarlo, creí que me iba a apartar, pero no, fue lo contrario, me alzó y giró conmigo en brazos mientras me decía lo mucho que me quería, que era su princesa, que nunca me dejaría de querer. Ese día, me esperó en casa, con un abrazo, un pastel que según él había hecho, y al día siguiente fue a recogerme de la escuela y así detuvo que más niñas siguieran diciendo que yo estaba sola.

Ésa fue la única vez que pude decir: Papá me compró un pastel, papá me recogió de la escuela y me demostró su cariño. Pero, ¿por qué me dejaste sola cuando más te necesité?¿por qué jamás te molestaste en preguntarme cómo estaba a medida que crecía?¿por qué permitiste que sufriera tanto? Y lo peor, ¿por qué aún sabiendo que jamás volviste a repetir esas palabras, nunca pude dejar de esperar que lo hicieras otra vez y odiarte?




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