Querido Diario ||

21

Abrí los ojos y me encontré en la ciudad, ¿Cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo es que estaba en el lago ahogándome. ¿Habré muerto?

—No estás muerta— habló detrás de mí—, no aun al menos.

Volteé y allí estaba ella.

Inexpresiva e callada.

—¡Tú!— la señalé— Todo esto pasó por ti, te me apareciste y mira cómo terminé.

Apola me miró incrédula, luego ofendida, y por último rió, lo que me asustaba porque... no lo sé, es igual a mí. Seguía llevando la misma ropa que yo.

—En primer lugar, eso no fue MI culpa— se acomodó el cabello dejando su cuello descubierto—, que los hombres lobo esos que tienes de amigos no sepan controlarse es SU culpa. ¿Quién te manda a ser amiga de esos perros?

Levanté el dedo acusador, —No son perros, son "hombres lobo". Y en segundo lugar...

—Y en segundo lugar, tenemos que hablar —me cortó—Creo que es lo mínimo que podemos hacer por ahora— sonrió y camino a mi lado.

Supongo que no hay más opción.

—¿En dónde estámos?

—No lo sé, esperaba que tú me lo dijeras— acomodó un mechón de cabello —,  pero, creo que no estás aquí por eso.

Acertó. Pero yo tampoco sabía porqué estaba aquí. Respiré hondo, cerré los ojos y me calmé. No me iba a servir andar como loca (aunque la situación lo amerita)

—¿Por qué estoy aquí?¿Qué pasó?¿Quién eres?

Ella pareció buscar las palabras y luego me miró, sus ojos violetas me llamaban la atención porque nunca pensé ver a una persona (o criatura lo que sea que sea ella) en mi vida.

—Pues, estás, estamos aquí porque te ahogaste en el lago— empezó —,  soy Apola, y en cierta forma, soy tú. Es algo largo de explicar, pero, vale la pena oírlo.

Se quedó callada y vio la ciudad. Esperé oírla decirme todo, pero eso no pasó.

—¿Me lo vas a decir o esperarás a que lo adivine?— me acerqué a ella esperando algo, no sé qué es, pero esperé respuesta.

No se inmutó, levantó los hombros mostrando indiferencia, como si la cosa le aburriera y habló —Hablaremos cuando tus amigos no estén cerca—, se tomó el cabello y exhaló— te están llamando, será mejor si vuelves. Aunque por favor, no les digas de mi existencia, no por ahora ¿Ok?

¿Por qué no deberían conocerla? ¿O saber de ella siquiera?

—Ok.


[***]


Narrador omnisciente:

Mientras Sam y Michael intentaban hacer que Anna expulsara toda el agua de sus pulmones, el cuerpo de la fémina empezó a temblar, lo que alertó a ambos licántropos. En un momento pensaron que se trataba de una convulsión; ya que expulsó el agua. Pero ése pensamiento cambió cuando vieron que ahora sólo sus manos temblaban y empezaban a ponerse violeta, no por el frío, más bien, por otra cosa e persona. Pero claro, eso ellos no lo sabían; por lo que sólo se dedicaron a observarla y pensar qué ocurría.

—¿Qué demonios es... Anna?— habló por fin el beta Michael, viendo como las manos de su mejor amiga volvía a su color original para pasar a pálida en un instante.

El próximo Alfa, Sam, se quedó callado, analizando la situación. Su mente se estaba bloqueando ante la idea de que su mejor amiga, fuera... lo que sea que fuese, y que no se lo haya dicho. Aunque se dio cuenta de algo, su olor. El olor de Anna siempre había sido el mismo, olor a humano. Ahora olía a algo que no supo distinguir, pero se mezclaba con el de humano y terminaba por ser dulce.

—No lo sé... pero lo que sea que sea, hay llevarla a un lugar seco, su temperatura... está helada.

Se la llevaron a la camioneta tomando un poco de ropa y vistiéndose y abrigando a la chica de cabello chocolate.

De lo que no se dieron cuenta, y luego tendrían problemas, es que un cazador estaba observando desde su escondite, y lo peor ése cazador, era Matt.


[***]


—¡Podrías acelerar, a este ritmo morirá! —exclamó Sam.

Desde que entraron a la camioneta, Sam se había pegado a Anna para pasarle calor, cosa que no sirvió ya que sólo se enfriaba más.

Mike había decidido cambiar el camino hacia la casa de Anna a la vieja tienda de objetos antiguos de Hollage. Al entrar, mapamundis, estatuas de madera, jarrones, estanterías con libros, frascos con líquidos desconocidos y un ventanal los recibió.

Un grito de la parte de atrás sonó por la librería llamando a la dueña; una mujer de unos sesenta y tantos años, con el cabello oscuro y piel morena; la señora Sasha Bloom apareció minutos después.

La cara de Bloom se desfiguró de una alegre a una de espanto y dureza al ver el cuerpo inconsciente de la chica en brazos del hombre lobo.

—Esto no es ningún hospital — exclamó una vez que miró la cara de súplica de Sam —Largaos de aquí o llamo a la policía.

Los chicos se alertaron, habían pensado en que si la llevaban al hospital, quién sabría lo que los médicos encontrarían en ella.

—Por favor, es mi mejor amiga.

—No me interesa, fuera— habló una vez más con determinación. Estaba convencida de echarlos, hasta que lo vio.

La mano de la chica inconsciente, estaba temblando, al principio no le tomó ninguna importancia. Pero luego, otra cosa sucedió, una daga, que durante años nadie tocó, salió volando como por arte de magia hasta la mano temblorosa de la joven, y allí se quedó.

Se impresionó mucho, alzó la mano señalando la parte de atrás y hacia allí fueron. Colocó el cartel de cerrado y puso el seguro a la puerta.

—¿Qué le ocurrió? —se movió rápidamente buscando una jeringa y el frasco que tenía guardado con un líquido extraño.

—Se cayó al agua y desde que la sacamos no dejó de temblar, su mano se puso violeta— resumió Mike— ambas manos —corrigió — y ahora la daga.

La señora Bloom escuchó atentamente mientras buscaba la vena en el brazo de Anna, no la encontraba, pero cuando lo hizo y tocó la piel, sintió que quemaba del frío —¿Intentaron hacer que entrase en calor?

—Sí— afirmó Sam—, pero ha hecho que su temperatura disminuya. ¿Qué tiene?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.