Querido Diario ||

23

 Para cuando Anna despertó Sam, Michael y la señora Bloom habían llegado a un trato; no presionar a la chica para no asustarla y dejar que ella hablara por sí sola. Sam se acercó a una gran velocidad a Anna, la examinó de arriba a abajo, de izquierda a derecha y así hasta asegurarse que estuviera humanamente bien, llamando la atención de la antes nombrada. Michael sólo se dedicó a fusilar con la mirada a Sam y Bloom a observar la daga con la gema violeta. 

 

—¿Qué sucedió? —preguntó aún adormecida Anna, viendo su pierna izquierda vendada y sintiendo un dolor agudo pero soportable—¿Por qué estoy mojada?¿Qué me pasó en la pierna?¿Sam?—lo miró.

 Michael se le adelantó porque sabe que a Sam se le saldrá todo lo que leyeron y encontraron al respecto. —Estábamos en el lago, te caíste porque huías de nosotros... y te trajimos aquí porque no sabíamos que más hacer...¿Qué hiciste la pulsera?¿Cómo te sientes?¿Crees que puedes recordar algo?

 —Muy bien, suficiente. Dejen de molestar a la pobre chica con preguntas— dijo Bloom—. Vamos linda, despacio, baja de ahí y te daré ropa seca y unas toallas— Anna pasó su brazo por encima de los hombros de la Señora Bloom y la acompañó hasta el baño donde le proporcionó lo que le había mencionado.

 Mientras Michael se concentraba en buscar por la tienda esa bendita pulsera, Sam se concentraba en escuchar los latidos de Anna y asegurarse de que realmente estuviera bien, una vez que lo hizo, ayudó a Mike a buscar esa pulsera. 

La señora Bloom estudiaba con cuidado y discreción cada movimiento de la castaña; le parecía algo totalmente extraña, pero el recuerdo de familiaridad aún estaba presente. —¿Segura que no recuerdas nada de lo que pasó?— preguntó acercándose a ella. 

Willows negó recordando la voz de Apola diciéndole "no puedes correr riesgos, no confíes en nadie" . —No, nada de nada— aunque por más que lo intentara, algo en ella le hacía querer decirle a la mujer, que para ella seguía siendo una desconocida, lo que pasaba. 

Sasha (La señora Bloom) tenía la mirada puesta sobre el vendaje en la pierna de ella chica, preguntándose cómo se habría hecho eso. Muy en el fondo, sentía la necesidad  de preguntarle si ya sabía qué era, qué hacer y muchas cosas más. Pero ella sabía que si la presionaba, muchas cosas podrían pasar. Así que, mejor no decir nada. 

Anna por otra parte, se sentía expuesta, asustada, ansiosa y confundida. Todo eso se mezclaba y formaba un sabor amargo en la boca. Quería hablar con alguien al respecto, contar todo y sentir un peso menos en los hombros, pero la cosa era, con quién. Sam y Michael; no sabría cómo reaccionarían. Y hasta ahí llegaba su lista de personas a quienes contarle. 

Sus padres, ja, me encerrarían en un psiquiátrico y se liberarían de mi. —Aunque...—bajó la voz— Hay algo que si recuerdo... pero no sé cómo explicarlo— dijo. Por alguna extraña razón, Anna se sentía pequeña y confiada con la señora Bloom.

 Sasha asintió. —Creo que puedo ayudarte. Pero antes, necesito que cargues esto— sacó una caja que dentro guardaba una daga, la misma que antes salió volando hacia su mano.—Sólo será un momento—. La miró atentamente. La misma daga que me mostró Apola, pensó la castaña. —Está bien— dijo en tono de duda. Sacó la daga de la cajita y la observó, un objeto ordinario para muchos, para otros, ésa daga significaban más cosas de lo que se imaginan. 

Sasha Bloom, por primera vez en diecisiete años, se quedó boquiabierta. Una voz masculina interrumpió todo pensamiento y acción que ella fuera a ejecutar. —¿Annie, estás bien?— Entró Sam. La nombrada lo miró y asintió. —¿No tienes nada más?¿Algún dolor?

 —No.

 —¿Segura? 

No. —Sí.  

 

Sam iba manejando directo a la casa de su mejor amiga. Michael venía en el asiento trasero junto a una Anna profundamente dormida. No había la necesidad de hablar, con lo que pasó en todo el día fue suficiente. 

Apenas salieron de la tienda se encerraron en el auto y en cuestión de minutos, Anna se durmió en dos minutos y Michael se acomodó junto a ella provocando que Sam mirara cada tres minutos si estaban bien. 

¿Qué sucede?

 Nada, ¿por qué la pregunta? Porque no dejas de mirar por el retrovisor y empiezas a ponerte rojo, Sam.

 Maldición.

Lo volveré a preguntar, ¿qué ocurre?

 No sé, se siente... raro. Que tu mejor amiga no te cuente cosas sobre qué/ quién es ella, qué sucede y la verdad... El hecho de pensar que casi la mato hoy... Me dan ganas de quitarme la licántropia, Mike.

 No fue tu culpa, no supiste controlarte, es algo que debemos aprender. Y sí, agradezco que la escuché o la historia sería otra. 

Silencio. 

Y además, debemos confiar en que ella hablará cuando esté lista o sepa qué hacer. Quizá ni ella sabe qué es. Sólo debemos tener paciencia. 

Sólo me gustaría que ella nos lo diga pronto. 

Lo hará, pero, dale tiempo, Sam. 

Ninguno de los dos dijo algo más, se dedicaron a conducir y a relajarse. Sam tendría que hablar con su padre sobre lo ocurrido y Michael comenzar a recordar qué sucedió después de que cambió. Y Anna, bueno, ella tendrá que empezar a buscar libros, información sobre los Trixem, y cómo saber controlarse si no quiere exterminar toda la ciudad. 

Anna

Frío, tengo frío. Un momento, ¿dónde estoy? El suelo está húmedo y es... tierra. Abrí los ojos, árboles, ¿Árboles? Bosque, estoy en el bosque. ¿Qué sucedió? ¿No estaba con los chicos? Las ramas crujían bajo mis pisadas a medida que avanzaba hacia ¿adentro? Sí. Adentro del bosque. No había nieve, sólo ramas y hojas secas. 

—¿Hola?— mi voz hizo eco más no hubo respuesta. Una sombra pasó corriendo detrás de unos árboles —¡Espera!— comencé a correr detrás de esa sombra.

 Idiota, podría ser cualquiera. 

Calla, eso no importa.

 La Sombra dio varias vueltas, en círculos creo, hasta que se detuvo se dio vuelta y se quedó mirándome fijamente.




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