Querido enemigo

7) Irresistible

*Atención - texto subido del tono.

 

Presionados el uno contra el otro, Immanuel y yo nos miramos aturdidos. 
¿Qué está pasando? 
Pregunto a mí misma, confundida con aturdimiento, consciente de que miro a Immanuel con fuego. 
Esto no puede ser. 
Lo digo para mis adentros, consciente de que no puedo resistirme a la lujuria, igual que él. Al sentir su erección crecer, también siento su mano en mi cintura.


Empujo mis nalgas hacia afuera, para que su mano haga más contacto con mi piel, y luego golpeó mi pelvis a la de él, haciéndonos gemir a ambos. 
Nos rendimos al fuego de nuestros ojos y de nuestros cuerpos, que ha tomado el control de nosotros. 
Nos perdimos en las garras de la lujuria y la pasión. 
Es él, el quien hace el movimiento definitivo, juntando nuestros labios. 


Una hambre como nunca antes la había sentido se ha apoderado de mí y no tiene nada que ver con la comida. 
Empezamos a besarnos frenéticamente. Agarrando uno a otro con la misma fuerza. 
Nuestras piernas se pusieron en acción, terminando chocando mi espalda contra el árbol. 
Todos los sentimientos desaparecieron, dejando solamente este lleno de deseo frenético. 


Debido a estos movimientos, la pierna que le intento poner arriba de la nalga está cayendo. Sin decir palabra, y ante la necesidad de respirar, ambos transferimos los besos a nuestros cuellos.
Su pierna llega al lado de la mía, permitiéndome sentirlo más. Eso enciende mi deseo en mi centro.
Puse mi otra pierna alrededor de él y comencé a tirar de su bañador, en el mismo tiempo en el que volvíamos a besarnos. Mientras sus manos comenzaron a hacer lo mismo con el top de mi bikini.


Mis manos finalmente bajaron su bañador, dejándolo desnudo, lo mismo paso con mi top. Abandono mis labios y los dirige a mis senos, donde sus manos ya trabajan, haciéndome morder el labio. 
-Mmm, delicioso. 
Comento, ya agachado. 


Yo comencé a bajar, haciéndolo caer sobre la arena. Sentándome a horcajadas sobre su regazo, comencé a besar su torso hasta sus labios con su mano en mi pelo.
Sin poder resistirlo más y sintiendo su líquido pre seminal, levanté mi torso, rompiendo el beso y mirándolo a los ojos. 
Me posicioné frente a su miembro, permitiendo que nuestros ojos comuniquen el resto. Con un movimiento seguro, aparté la parte inferior de mi bikini empapado, dándole acceso a mi entrada. 
-Aahh. 
Suspire, deshaciéndome finalmente de esa necesidad. 
Con sus manos en mis caderas y las mías en su pecho, ambos comenzamos a movernos sin romper el contacto visual. 
Entrando y saliendo, dejamos que nuestros cuerpos hablen, sabiendo que esa deliciosa sensación desaparecería si uno de nosotros hablara. 
Los únicos sonidos que se pueden escuchar son los de nuestro placer y de nuestros cuerpos en movimiento.
A medida que aumentó la velocidad, nos acercábamos al final y nuestras respiraciones se volvieron más urgentes. Immanuel levantó su torso, bañándome de besos desde los pechos hasta la boca. 
-Aah.
-Uuugghh. 
Ambos nos vinimos al mismo tiempo, abrazándonos fuertemente. 
Immanuel se reclinó una vez más, arrastrándome en su abrazo. Juntos, permanecimos en esa posición, saboreando el momento, hasta que Immanuel se movió al lado, otorgándonos a ambos la oportunidad de liberarnos...
A ambos nos dejó sintiéndonos raros, yo me acosté mirando al cielo. Sorprendida por todo lo que pasó, ni me di cuenta cuando dejó de llover.
-Esto...
Immanuel comenzó a hablar, pero lo interrumpí.
-¡No lo hagas! No estoy lista para comenzar a hablar de esto.
-Yo tampoco. Solo quise decir WOW.
-Sigo no estando lista.
Lo digo, negando con la cabeza.
-¿Pero estás bien? ¿No te me suicidarás?
-¿Qué?
Lo preguntó, sorprendida. Volteando a verlo con la ceja levantada.
-Olvídalo. ¿OK?
Le quitó la importancia agitando la mano.
-Lo hablamos mañana.
-Buenas noches.
-Sí, a ti también.

 

Parpadeando, abrí los ojos al sol. Debajo de mi cabeza sentí algo sólido, lo que me hizo levantar la cabeza y, apoyándome sobre la mano, descubrí que se trata del pecho de Immanuel.
Los dos nos encontramos en las mismas condiciones de anoche.
-Hola.
Lo saludé, sonriendo cuando lo vi abrir los ojos.
-Alguien está de buen humor, esta mañana.
-No comiences.
Lo advertí, cuando lo vi sonreír, lo que lo hizo reír.
-Ok, no lo haré.
-¿Dónde vas?
Me pregunto, viendo que me levante.
Yo no le respondí, solo le lancé una sonrisa encima de mi hombro mientras me acercaba al mar.
Ya dentro, decidí provocarlo y tiré la parte de abajo de mi traje de baño a la playa con una sonrisa juguetona.
Completamente desnudo, Immanuel entro, nadando hacia mí, sonriendome de la misma manera. Riendo, le doy la bienvenida y nuestros desnudos cuerpos se tocan. Cuando su mano viene en mi cadera, yo pongo las mías en su nuca, los dos sin dejar de sonreír.
-Entonces... ¿Ahora qué?
-Entonces, ahora esto.
Contesté, antes de besarlo. Mi mano y mis labios entran en contacto con la barda que le creció estos días e ignoro la irritación que me hace sentir sobre mi piel.
Por muy malo que eso sea, se siente bien, muy, muy bien.
¿Quién hubiera pensado que disfrutaría de sus labios? 
Mis pensamientos son interrumpidos por el placer, que nubla mi mente y me roba el sonido.
-Ummm.
Rompí el beso, riendo y me alejo...
-Regresa.
Immanuel dice, siguiéndome.
Agarrándome, me apretó contra sí.
-No, en serio ahora. ¿Qué estamos haciendo?
Immanuel responde a mi pregunta con el encogimiento del hombro.
-Estamos matando tiempo. No tenemos otra cosa mejor que hacer.
Concluí.
¿Pero es eso cierto, o hay de otro?
-Ven, tengo hambre.
Immanuel interrumpió mis pensamientos.
-Esta es nuestra nueva realidad y debemos acostumbrarnos a esto.
Immanuel me dijo, ya afuera.



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Editado: 21.04.2024

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