Estamos en el restaurante favorito de mi mamá y yo. El amigo de ella nos ha invitado a comer pizzas, y las de aquí son deliciosas. La pizza es mi comida favorita del mundo mundial.
El Sr. Michael es muy amable, tiene algo que me recuerda a alguien que no logro identificar. Es muy alto, y eso me gusta. El color de sus ojos se parece al de los míos, y eso me parece súper.
Que me regalara flores y me dijera que es mi fan número uno me hizo sentir como la mejor bailarina del planeta. Su abrazo es cálido, y no puedo evitar imaginar que así debe sentirse el abrazo de mi papá.
Es la primera vez que mamá me presenta a un amigo distinto al tío Paul. La miro conversar con él y parece un árbol de Navidad, como dice el abuelo. Tiene una gran sonrisa y la tristeza en la mirada que siempre la acompaña, no está. Eso me emociona porque quiero que sea feliz, y con él se ve así, pero… ¿Qué pasará cuando llegue mi papá?
—¿Mi rayito de sol, de qué sabor quieres la pizza? —pregunta mamá.
—Quiero una “cuatro stazzione” —digo, simulando el acento italiano que la tía Sally me enseñó.
—Ok, yo voy a tomar una Capresse, ¿les importa si pedimos tres de distintos sabores y compartimos? —se voltea mamá a preguntarle al Sr. Michael.
—Me parece una excelente idea. Podemos pedir un antipasto o la entrada de su preferencia. Además de la pizza, ¿qué otra cosa te gusta, pequeña princesa? —sonríe, porque me gusta que me diga “pequeña princesa”. Así que le respondo:
—Me gustan los dedos de mozzarella y la ensalada Capresse también.
—Entonces pidamos uno de cada una y compartimos las entradas también, ¿están de acuerdo? —dice el Sr. Michael, y asiento, porque me gusta la idea de compartir, como lo hace una familia.
—¿Qué quieres tomar? —pregunta mamá.
—Una merengada especial —digo. Es una malteada muy linda, porque los sabores y colores vienen en capas: primero mantecado, luego chocolate, y por último fresa, con un topping de crema y fresas.
—Está bien, pero entonces no habrá postre, demasiada azúcar para la hora, señorita —es una lástima, porque quería comer el tiramisú de fresa. Sí, la fresa es mi sabor y fruta favorita.
—¿Segura? Porque, si mal no recuerdo, el tiramisú de fresa de aquí es delicioso. Tanto que han pasado seis años y no puedo olvidarlo —¿Ellos se conocen antes de que yo naciera? ¿Por qué no lo conocí antes si parecieran llevarse tan bien?
—¿Sr. Michael, usted tiene hijos? —le pregunto, queriendo saber más de él. Noto el intercambio de miradas con mamá y cómo respira profundo.
—Sí, tengo una hermosa princesa de tu misma edad —eso me gusta. Quiere decir que le gustan los niños, y quizás pueda conocerla y ser amigas.
—¿Cree que pueda conocerla algún día? —le pregunto, pero debo esperar la respuesta, ya que han venido a tomar el pedido. Una vez que lo han hecho, lo miro, esperando su respuesta. Soy insistente cuando algo me interesa.
—Sí, creo que podrás conocerla más adelante —señala mirando a mamá. Me llama mucho la atención cómo los adultos parecieran “conversar” de alguna forma al mirarse. Pasa igual con los abuelos. Asiento, porque me gusta hacer amigos. —¿Dónde vive? —le pregunto para saber.
—Aquí, en esta ciudad. Por eso me mudaré aquí para verla más seguido —responde. Eso quiere decir que él y mamá se verán más entonces.
—¿Qué disfrutas más, Clara, el ballet, el karate, pintar, las matemáticas? —me pregunta el Sr. Michael, y me sorprende que sepa eso de mí. Bueno, la verdad no me sorprende tanto, porque mamá habla mucho de mí siempre.
—Es una pregunta difícil de contestar, porque todas esas actividades me gustan mucho, pero si tengo que decidir —me tomo unos minutos para pensar— tendría que decir que las matemáticas y el ballet son mis preferidas, pero no por mucho.
Lo veo sonreír, y su mirada se parece a la de mamá, llena de eso que ella llama orgullo. ¿Está el Sr. Michael orgulloso de mí? ¿Pero si me acaba de conocer?
La comida llega, y le ofrezco una porción de pizza a cada uno. El Sr. Michael y mamá acercan sus platos. Me sirven ensalada y dedos de mozzarella.
Mamá pidió agua y decidimos dejar la merengada para el final. Aunque parece mucha comida, la verdad es que bailar me da hambre, y de este restaurante todo me gusta. Si sobra algo, lo podemos llevar y comerlo en casa.
Mamá y el Sr. Michael hablan de cómo se conocieron, y me gusta saber que se llevaban bien. Pero me llama la atención, porque no lo había conocido antes, si es un señor tan agradable.
Comemos, pero decido dejar tres porciones de pizza para llevar y comer más ensalada y dedos de mozzarella, para dejar espacio para la merengada.
Es agradable ver cómo el Sr. Michael me sirve a mí y a mamá, o viceversa. Reímos con algunos de los cuentos de cada uno cuando eran niños. El Sr. Michael nació en Francia, y me gustaría conocer esa ciudad algún día.
—¿Habla francés? —le pregunto, y él asiente.
—¿Puede decir algo? —le pido, y él sonríe antes de decir:
—Je suis fière de toi, petite princesse. Je t'aime de tout mon cœur! Je regrette de ne pas t'avoir rencontré avant. (Estoy orgulloso de ti, pequeña princesa, te amo con todo mi corazón, lamento no haberte conocido antes.)