Querido Santa

Capítulo 2

Alex:
—Madre te va a matar por no avisarle. —esas fueron las primeras palabras de mi hermano cuando me vio llegar junto a su camioneta.
Vancouver estaba preciosa de noche. Diciembre estaba siendo un mes vastante frío y la nieve no daba tregua a nadie. De echo estaba seguro de que pronto empezaría a nevar y si no nos movíamos pronto el tráfico se volvería un infierno.
Me detuve un segundo para analizar a mi hermano pequeño que se dirigía hacia mi. Había crecido un poco en comparación con la última vez que lo vi solo hace unos meses. El muy cabron tenía sus 27 años cumplido hacia unos meses y seguía creciendo sin parar. Aunque yo lo atribuía a su carrera.
Nathan Jordan era uno de los mejores jugadores de Hockey sobre hielo de los últimos años y el muy idiota era mi hermano.
—Hola a ti también. —le dije antes de pasarle el brazo sobre el hombro y despeinarle. Él lo odiaba y yo amaba molestarlo.
—No seas cabrón. —se soltó de mí agarre con graciles movimientos que había aprendido desde sus años de universidad y se alejo de mi.
—Escuchate antes de hablar. —solté. Me moví nuevamente hacia el y en un movimiento rápido de di un codazo en el estómago que lo dejó sin aire. Ese movimiento en especial lo había aprendido en mis años negros de la universidad. Pero esos eran otros tiempos y yo tomaba lo que me parecía de ellos y lo utilizaba en mi beneficio.— No digas palabrotas o mamá te castigará. —me burle.
Tome la maleta y me dirigí al maletero. Juro que lo oí llamarme cabrón un par de veces más mientras se recuperaba.
Cuando volví junto a él me ignoro durante algunos minutos antes de sañalarme el coche. Di mi respuesta en un asentimiento y ambos nos metimos dentro del vehículo. El conducía, ya que yo odiaba hacerlo en invierno y más durante la noche.
—Has venido antes de lo normal. —dijo después de un tramo de carretera.
Asentí.
—Necesitaba un respiro.
Y no era mentira me estaba asfixiando en mi apartamento de Nueva York mientras me rompía la cabeza intentando sacar un guión nuevo o encontrar alguno que me llamase la atención. No había solucionado nada de lo que intentaba así que me vine a casa una semana antes de Navidad que es cuando normalmente venía.
—¿Aún no logras encontrar nada nuevo? —preguntó.
—Estoy seco hermanito. —solté por primera vez en los últimos meses desde que entre en esta página completamente en blanco en el que se había convertido mi vida.
—Deberías tomarte unas vacaciones al caribe e irte de fiesta durante unas semanas para relajarte.
Solté una carcajada que resonó en todo el coche antes de negar incrédulo.
—No creo que funciones así, —dije antes de volterarme hacia el dejando la ventanilla de lado— pero pensaré en ello.
Nathan me observo durante un segundo antes de devolver la atención a la carretera y sus ojos azules, esos que había heredado del abuelo, me recordaron a otros dos pares que había visto durante unos minutos hacia solo media hora. Esas dos chicas pelirrojas de ojos brillantes y sonrisas cansadas. Los de mi hermano no desprendían esa luz.
—Quizás Navidad ayude. —propuso Nathan.
—Quizás. —susurre y volví a mirar por la ventanilla.
☆☆☆
Veinte minutos después estábamos entrando en la nueva calle donde vivían mis padres.
—Solo a ti se te ocurre comprarle una mansión por su aniversario. —susurra mi hermano mientras rebusca el mando de la verja en la guantera.
—Tenía la posibilidad de hacerlo y lo hice. —le dije— Además ya se merecían algo así para ellos. Teniendo en cuenta que nos criaron a los dos sin que ninguno terminará en presión...
Mi hermano me echo una mirada asesina justo cuando encontró el mando y abrió la verja.
—Vale en eso tienes razón. —dijo poniendo el coche en marcha una vez más.— Pero espera a que veas a mamá volverse loca porque no encuentra sus cosas. O porque la chacha no deja las cosas como a ella le gusta.
Sonreí.
Mi madre era un poco caprichosa con el orden y esas cosas. Pero, en realidad, era una gran madre y un amiga y esposa excelentes. Sólo necesitaba acostumbrarse a no tener que hacerlo todo ella.
Ah, y ponerse de acuerdo con la sirvienta.
—Hay que darle un poquito de tiempo y ya. —le dije a mi hermano.
Cuando aparco frente al garaje, dejo caer la cabeza contra el volante.
—Me va a matar por no decirle que venías. —susurro.
Solté una carcajada.
—Puede que tengas razón.
Levanto la cabeza del volante con una fuerza y una velocidad vastante alarmante.
—No te digo tus cuatro verdades porque llevo unos meses sin verte pero espera a que pasen unos días, —amenazó— y comenzaré a darte de hostias.
Sonreí.
—Como quieras hermanito. —dije, solo para molestarle, antes de salir del auto.
—Como sigas así no esperaré a que pasen esos días. —amenazó nuevamente llegando a mi junto al maletero.
Caminamos juntos hacia la casa mientras yo conversaba la sonrisa en mi rostro. Nathan abrió con su llave, porque el muy cabrón aún vivía con mis padres y entramos juntos.
—Estoy en casa. —grite justo en la entrada.
Menos de medio segundo después escuche los pequeños pero rápidos pasos de mi madre por el pasillo y pronto estaba a mi vista. Al verme su sonrisa se ensanchó y echo a correr hacia mí.
—Alex, —Dios sonaba tan sorprendida. La atrape en mis brazos en el instante que estuvo junto a mí— pero, ¿cuando has llegado? Porque nadie me ha avisado.
Sonreí mientras dejaba un beso en su frente y volvía a abrazarla.
—Ya estoy en casa. —susurre— Feliz Navidad mamá.




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