¿quién eres?

Capítulo 4

Las doce en punto, la hora de las brujas y Alicia estaba totalmente vestida de negro, parada frente a una casa abandonada, dudando si entrar o no.

 

Dio un paso al frente, y después dos, y cuando se dio cuenta ye estaba frente a la puerta de la casa y no podía echarse atrás.

 

Cuando entró en la vieja casa fue recibida por el humo de un cigarro de marihuana y un fuerte olor alcohol, seguido de un gran cuerpo que la abordó por la derecha e intentó tirarla al piso. Afortunadamente, para ella, esa persona iba tan drogada que se desvió y el que término en el piso fue él.

 

Carlos, el hermano de Carolina, era el que la había citado. Se levantó del suelo entre risas, y empezó a hablarle a Alicia.

 

—Yo lo sé, yo sé lo que tú hiciste, yo sé que tú lo hiciste —en cada palabra que decía daba un paso hacia delante, acercándose lentamente a Alicia, hasta que entre ellos no quedó espacio.

 

La tomó por los hombros y fue empujándola hasta que quedó contra una pared, ella giró la cabeza hacia un lado por el insoportable olor a alcohol y o empujó con todas sus fuerzas.

 

—Te voy a hacer lo mismo que tú le hiciste a ella, voy a torturarte hasta que supliques que te mate.

 

Alicia no entendía de lo que él hablaba, pero ya se estaba cansando, tomó un palo que estaba cerca de ella y lo usó como bate para golpear la cabeza de Carlos, quien cayó al piso inconsciente.

 

Poco le importó si todavía respiraba o no, sacó los guantes para el frío que había traído y tomó dos de las botellas de cerveza y las vertió completamente en el cuerpo de Carlos, tomó una tercera y una cuarta, e hizo lo mismo, para después tomar el encendedor y tras aparecer las llamas lo soltó sobre Carlos.

 

La gran llamarada no se hizo esperar, el calor inundó la habitación junto con los destellos rojos del fuego.

 

Alicia esperó unos segundos hasta que estuvo segura de que las llamas cubrieron el cuerpo por completo, luego de eso salió, miró el incendio desde fuera por un rato hasta que una voz familiar la distrajo.

 

—Alaia.

 

Al darse la vuelta vio a Max mirándola con reproche y desconfianza.

 

—Alaia, te dije que cuando hicieras esto me llamaras.

 

—¿Quién es Alaia, Max?

 

—Deja los juegos, y dime por qué no me llamaste.

 

—Max, no entiendo de lo que hablas, sabes perfectamente que me llamo Alicia, no Alaia.

 

—¿Alicia?

 

—Sí, Max, Alicia.

 

Max se llevó las manos a la cabeza y suspiró al cielo.

 

—Max, ¿Quién es Alaia y por qué tenía que llamarte cuando volviera a hacer qué?

 

—Alicia, tú...

 

Max no pudo terminar de hablar porque a sus oídos llegaron las sirenas de la policía que se acercaba a controlar el incendio.

 

Ambos corrieron en dirección al bosque detrás de la pequeña casa, se adentraron lo más que pudieron, Max quería segur corriendo, pero Alicia lo detuvo.

 

—Podemos caminar desde aquí, tienes que decirme quién es Alaia.

 

Max estaba nervioso, no sabía cómo iba a reaccionar su amiga a lo que estaba a punto de decir.

 

—Alaia... eres tú, o bueno, técnicamente no tú.

 

Alicia lo miró crédula.

 

—No es fácil explicar algo que no entiendes —suspiró —. Tienes trastorno de personalidad múltiple, Alicia, Alaia es tu otra personalidad.

 

—¿Y lo de que te llamara, que significa?

 

—Sobre eso... Alaia se divierte matando personas, cuando la descubrí le ofrecí ayuda para que no te metieras en problemas.

 

—¿Eso es todo? —preguntó Alicia con indiferencia.

 

—No.

 

Le tomó un largo tiempo decirlo siguiente, ocultó la verdad por tantos años que ahora decirlo era doloroso.

 

—Me gustas, Alicia.

 

—¿Y eso qué?

 

—Alaia lo sabe.

 

—Sigue sin ser algo que tenga mayor relevancia para mí.

 

—¿No te haces una idea? La nota sobre terminar con tu novio, el asesinato de esta mañana y el letrero que decía un problema con otro, ¿no se te viene nada a la mente?

 

—¿Fuiste tú?

 

—No, por supuesto que no, estos dos días has estado temiendo a tu propia sombra, la que está detrás de la amenaza es Alaia, tú misma te amenazas.

 




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