Muchas alternativas no le estaban quedando a Pitu para pensar que algo positivo sucediera durante el almuerzo ese día con su familia, sobre todo por la conducta de su hermano hacia ella, y así fue tal cual, una agonía latente de tener que soportarlo para no causar más problemas, sin embargo, una noticia había cambiado su panorama en 360° la que la hizo sentirse sobrepasada de cómo poder abordarla, sumado al hecho de la insistencia de Romi para que asistiera a la “Actividad recreativa en la Escuela Secundaria”, pues no solo Gael la había invitado, sino que Adam, el hermano menor de Facho se había contactado con Pitu para que lo ayudaran en alguno de los puestos de venta de comida, invitación que aceptó más aún cuando se enteró que Santiago no participaría por estar fuera de la ciudad.
Guardó la noticia y disimuló el habitual enfado contra su hermano, pues de igual forma él se había comportado así con ella, luego pasó por casa de Romi quien aún estaba horneando los últimos Brownies junto a Adam, y Gaspar su mejor amigo.
—¡Qué rico huele! —exclamó Pitu al entrar a la casa—, esos Brownies deben estar deliciosos.
—¿No se supone que vienes de un almuerzo? —la saludó Romi vistiendo un delantal con diseño de corazones—, no te creo si me dices que vienes con hambre.
—Hice espacio —sonrió ella al mismo tiempo señaló su estómago—, y bueno, cuéntame, ¿cómo te ha ido con tus ayudantes?
—Fuera de comerse los que según ellos estaban “quemados”, bien —lanzó una risa como de una niña de 5 años—, ah, antes que lo olvide, tu hermanito se fue con Gael para ayudar en la Escuela Secundaria.
—Da lo mismo, ¿quiero saber si hay más Brownies quemados?
—¿Es en serio, Pitu?, te estoy diciendo...
—Ya, ya, no te enojes —la abrazó como si quisiera saber más información de comida que de otra cosa—, ¿hay o no?
—No —interrumpió Adam con una de sus mejillas manchada de chocolate.
—No me mientas con chocolate en la cara, Adam —se lanzó a reír Pitu.
Se saludaron como si no se hubieran visto desde hace años, y ayudaron a embalar los Brownies en diferentes cajas para su transporte.
Pronto llegaron a destino, y los chicos las fueron a ayudar con las cosas para instalarlas en un puesto de comida.
—Sino es por mi hermano, no sé de ti, hermanita.
—Con tres llamadas perdidas, yo hubiera entendido el mensaje.
—Me respondiste, pero me dejaste sordo, por lo que no...
—Ya, perdón —se mostró arrepentida de haberle gritado por teléfono—, me hiperventilé, pero es que tu amigo...
—¿Santiago? —preguntó él porque sabía que tarde o temprano llegarían a señalar ese punto en alguna conversación, pero trató de hacer como si no sabía nada al respecto—, ¿qué tiene que ver él?
Inhaló aire como si quisiera llenar sus pulmones y así evitar que su enojo saliera como un león frente a su enemigo mortal.
—En tu llamada ese día que me junté con él en la heladería —dijo Pitu calmada, hasta que se recordó de ese día su estado zen se fue con el viento, causando que sus palabras salieran apretadas de lo furiosa que estaba—, ¡no te costaba nada haberme avisado que era amigo del pervertido de Tuto!
Como lo supuso Facho, ella se había quedado con la impresión equivocada gracias al error de su amigo ese día.
—Ellos no son amigos, por lo que fue un error circunstancial.
—¡No!, yo le pregunté y él se quedó callado, ¡yo lo tomé como un sí!
—¡Porque era un no!; Santiago no te respondió porque le pareció obvio que era así.
—¿Eh? —se confundió a tal nivel de no saber en qué creer—, ¡como sea!, ¡yo no conozco sus obviedades!
Era un punto a favor para Pitu, y él lo supo con su reclamo.
—Hablemos las cosas con calma, déjame invitarte un café para que…