Facho había pasado el fin de semana contrariado, porque había visto a Pitu conversando en la fiesta con Iker, pero ahora estaba peor con la noticia sobre que se mudaría a otra ciudad, ¿por qué se sentía así con una chica que apenas conocía?, ¿por qué seguía creyendo en su inocencia a pesar de las pruebas que señalaban lo contrario?, ¿acaso ella había resultado ser la maestra del engaño, superándolo?
Las preguntas debía dejarlas atrás, y centrarse en comunicarle la noticia a Santiago que hasta ahora seguía siendo casi un misterio para él mismo su actitud con Pitu, , porque algo le hacía sospechar que posiblemente le gustaba y eso hacía que se comportara como idiota con ella, o ¿solo estaba alucinando?, le resultaba curioso de alguna forma que su mejor amigo se comportara así justo con ella, ¿estaban bien sus suposiciones o solo las estaba ocupando de excusa tal como lo solía hacer Santiago para ocultar lo que en verdad quería?, ¿por qué le debería preocupar que a su mejor amigo le guste ella?, se debería alegrar, pero algo lo frenaba.
Sin ánimos de responder a sus propias inquietudes, se sentó en la escalinata de un pasillo a esperarlo para poner atención a su conducta cuando se enterara de que ella se iba de la ciudad, pero eso mismo lo enrabió, ¿por qué le importaba?, solo era una chica que no se ajustaba por ningún lado a su perfil de conquistas.
—¿Cómo sigue el golpe en tu ceja? —lo saludó Santiago.
—Mejor.
No estaba de ánimos en especificar cómo se sentía realmente, el asunto lo irritaba, y Santiago permaneció en silencio.
—¿Qué sabes de la fiesta que están organizando los chicos? —recordó Santiago a sus amigos conversando de aquello al inicio de una clase en la UESTA.
—Pitu se va de la ciudad —le pesaron las palabras, y no sabía el por qué.
—¡Detente! —y lo miró perplejo como si no estuviera seguro de haberlo escuchado bien—, ¿quién se va?
—Pitu se va de la ciudad —repitió queriendo convencerse de su tristeza y se le apretó la garganta en con las dos últimas palabras—, Pitu, Campanita, mi hermanita.
—¡NO! —gritó en medio del pasillo—, ¡¿cómo que se va?!, ¿dónde?, ¡imposible!, ¡estamos en la mitad del semestre!
Lo observó a Santiago alterado, mucho más de lo que él creyó.
—Solo sé que se va de la ciudad.
—Me estás bromeando, ¿cómo que se va?
—Se va, ya lo escuchaste —se puso de pie y sintió el cuerpo pesado—, se irá a vivir a otra ciudad, y los chicos le están preparando una fiesta de despedida.
—¿Te lo dijo Campanita? —abrió tanto los ojos que pareció estar procesando la noticia impactado.
—No he hablado con ella realmente bien desde tu imbecilidad en la heladería —le recriminó como si quisiera golpearlo—, y se lo dijo a los chicos el día de la actividad recreativa en la Escuela Secundaria.
—No te creo…
—Los chicos contaron que su mejor amiga se puso a llorar, ¿ahora me crees?
De pronto, Romi se convirtió en la credibilidad de Facho, al menos así lo entendió su amigo que se dejó caer sentado sobre la escalinata con la mirada perdida.
¿Se iba?, no podía irse odiándolo por un mal entendido, no así, tenía que hablar con ella, pero sabía que Campanita no estaría dispuesta por nada del mundo, lo habían conversado en la heladería. ¡No puede irse!, ¿por qué?, la noticia devastó a Santiago.
Las fuertes sospechas se habían esfumado frente a la noticia que Pitu se iba de la ciudad, ¿cuáles serían las razones?
—¿Cuándo se va?
—No lo sé; si no te hubieras comportado como un imbécil ese día en la heladería con ella de seguro lo sabríamos, pero tú… —apretó los puños con fuerza— ¡tú solo la fastidias!
—¡Me equivoqué!, ¡pensé que se refería a ti cuando te llamó pervertido!
—¿Debería aceptar que mi mejor amigo es un idiota?, ¡porque ella lo cree de ti!
Respiraban agitadamente, Facho aún tenía sus puños apretados de la rabia que sentía contra su mejor amigo.
—¿Eso cree sobre mí? —y su voz sonó pesada.
—Sí, y de paso yo estoy comenzando a creerlo posible.
Se fue Facho furioso, lo prefirió así antes de golpear a su mejor amigo, y Santiago no lo detuvo.
Paralelamente, Romi entró a la sala vacía corriendo y agitada, su cara era muy evidente para Pitu quien sabía que algo tenía que contar.
—Dímelo, o tu cara explotará —bromeó Pitu.
—Es que no tienes idea de lo que me enteré que pasó después que nos fuimos de la fiesta —comenzó a hablar apresuradamente como si la estuvieran persiguiendo y gritó—, ¡hubo una pelea de chicos!, ¡Facho te defendió!, ¡dime que has hablado con él!