Con el suceso del desafío de la pizza, Facho quedó más intrigado que antes sobre ¿quién era Pitu?, le siguió una tontería donde casi se besaron, y eso lo motivó a investigarla aún más, porque una cosa era que fuera impredecible, pero otra muy distinta era que lo persiguiera la misma pregunta.
Así fue como conversó con su hermano para averiguar sobre ¿qué pensaba si le arrendaban la habitación que ellos ocupaban como bodega a Pitu?, y todo pareció llegar a buen puerto tal como él lo creía, pero bastó una discusión absurda para que Facho llegara con el peor humor a clases.
—¿A qué debemos tu mal humor? —preguntó Santiago.
—Nada, nada, ese enano solo se despertó con ganas de faltar a la escuela, y lo tuve que ir a dejar hasta la puerta principal, porque ya veía que se regresaba al departamento a dormir, no sé a quién salió tan holgazán.
—Y, te dijo ¿por qué o solo no quería ir?
—¡Porque es un holgazán!... ya estudiemos mejor.
—¿Hablaste con tu madre para ver el arriendo a…?
—No, pero no te preocupes, tú sabes que Olga —que era el nombre de la madre de Facho—, no tiene mucho voto en este asunto.
—Avísale, no vaya a ser que un día los visite y se encuentre con Campanita ahí viviendo con ustedes.
—Cierto, aunque no sé cuál de ellas me asesine primero —bromeó él.
Pasaron ese día en clases, y ya cerca del medio día Facho se fue a estudiar a la casa de Santiago.
Horas más tarde, cuando Pitu llegó de regreso a su hogar, ya tenía cinco llamadas perdidas de Adam, y al tratar de llamarlo, la lanzaban al buzón de voz, pero en el segundo que estaba por desistir, él la volvió a llamar.
—¿Aló?, ¿Adam?, ¿qué pasa?, tengo llamadas perdidas tuyas…
—Pitu me siento mal —dijo el niño que se escuchaba realmente enfermo del otro lado del teléfono.
—¿Qué tienes?, ¿qué pasó?, ¿dónde estás?
—En el departamento… me siento mal… —y Adam comenzó a sollozar, se sentía muy mal de salud.
—Tu hermano…
—Me siento mal…
—¡Ya!, espérame, voy hacia allá —y cortó la llamada.
Avisó a sus padres que saldría, y mientras iba al departamento de Facho rogaba que no fuera tan terrible como ella se imaginaba el escenario.
Llegó tan rápido como le fue posible, golpeó la puerta repetidas veces, llamó por teléfono a Adam, pero nada parecía funcionar… solo cuando consideró avisar a la vecina de enfrente, se abrió la puerta.
—¡Adam! —exclamó al verlo casi moribundo sobre el piso—, ¡Adam!, ¡Adam!
Como pudo se lo llevó hacia la habitación de Facho que era la más cercana, lo recostó y puso la mano sobre la frente comprobando que tenía fiebre.
Adam tenía su cara muy roja, se quejaba cada tres segundos de dolor, sus ojos sollozaban preocupándola aún más, ya que empatizaba con sentirse así de enfermo y llamar a quien fuera por ayuda.
—¿Dónde está Facho? —preguntó al no verlo—, Adam, necesito saber ¿dónde está tu hermano?, ¿Facho?
—No sé… no responde… me siento muy mal, Pitu.
—Ya, ya —acarició el cabello del chico para tratar de tranquilizarlo—, me quedaré para cuidarte, no me iré.
—Me siento muy mal…
—Voy a llamar a tu hermano…
Llamó reiteradas veces, pero Facho no respondía el teléfono, paralelamente, trataba de bajarle la fiebre poniendo paños fríos sobre su frente.
Finalmente, se comunicó con Romi quien se aprontaba a ver una serie por Netflix.
—Prepara esa sopa que haces cuando estás enferma, y vente rápido al departamento de Facho.
—No entiendo, ¿Facho está enfermo?, ¿estás cuidándolo?
—No es él, es su hermano menor… me llamó porque se siente muy mal… solo apresúrate y llama a tu primo para ver si sabe algo.
—¿Llamaste a Santiago?
—¿Santiago? —preguntó sintiéndose mal al no considerarlo como el nexo más cercano para saber dónde estaba Facho—, ¡ay, no!, ¡soy una tonta!, ¡cómo no se me ocurrió antes!
—Llámalo, capaz que tenga noticias de él…
A penas cortó, Romi se comunicó con Vlad quien solo envió un mensaje que no sabía nada, mientras Santiago junto a Facho estaban concentrados estudiando, obviando las insistentes llamadas de los demás.
—Solo responde, tu teléfono no ha dejado de sonar en todo este tiempo…