Ya para el sábado cuando fueron al departamento de Vlad para continuar leyendo el libro, Facho sintió como que algo no estaba bien en el ambiente, pero como siempre ocurría, obvió ese sentimiento.
—¡Me dijiste que no les dijera a mis amigas! —le lanzó el llavero con el oso de felpa a Facho—, ¡y lo primero que haces es pregonarlo con Romi!
—¡Qué!, no, espera, ¿de qué estás hablando, hermanita? —lo recogió del suelo.
—Le dijiste a Romi que me habías pasado las llaves de tu departamento, ¿no piensas?, ¿tienes idea lo que significa?
—Vamos, seguramente tu amiga…
—¡No las quiero! —le señaló Pitu con el dedo índice como si lo estuviera advirtiendo de algo importante—, ¡y por tu bien esperemos que no ocurran emergencias!
—No las puedes rechazar cuando ya las aceptaste…
—¿No entiendes?, ¡no las quiero! —y se fue furiosa donde Romi.
A su lado llegó Vlad junto a Gael quienes habían observado todo desde lejos.
—¡A ustedes solo les gusta provocarla! —lo increpó Vlad.
Se quedó callado y esperó a quedar solo con Gael quien lo miraba de forma seria.
—¿Me explicas?, realmente, pensé que se llevaban bien ustedes y ahora…
—No exageres, solo que no creí que ella me fuera a escuchar.
—Pitu tiene razón cuando dice que las subestimamos.
—Escuché una sugerencia y le pasé las llaves de mi departamento en caso de cualquier emergencia, la cosa que por bromear le sugerí que no les dijera a sus amigas…
—Según lo que sé, tú se lo comentaste a Romi, es decir, a su mejor amiga, ¿por qué harías algo así?
—Porque quería que me dijera algo, cosa que no resultó por lo demás, y ahora mi hermanita me las lanzó de regreso.
—Es que no estás viendo más allá, piensa, si fuera tu hermanita real y te dijera que un chico le pasó las llaves de su departamento…
—¡Creería que es un pervertido! —exclamó él sobresaltado.
—Ahí tienes parte de su molestia, no solo le hiciste que se lo ocultara a su mejor amiga, sino que el asunto se ve extraño para una chica, y Pitu te las aceptó seguramente pensando en el bienestar de Adam o tuyo, no en lo que quisiste insinuarle a Romi.
—Independiente de eso, ella me escuchó —se quedó pensando.
Estaba sorprendido de su actitud, ya que no solo lo había escuchado, sino que de paso había guardado el secreto, claro, ahora tendría un buen tiempo para hacer que volviera a confiar en él.
A la mañana siguiente Facho se encontró con Gael en la entrada de la UESTA, le comentó algunas cosas que sabía por Romi con quien seguía en contacto.
—¿Es cierto que está buscando un lugar para arrendar mi hermanita?
—Sí, quedé en avisarles si sabía de alguien.
Se sintió de suerte, y se aventuró sin reparos.
—Avísales que ya sabes de alguien.
—¿Quién?, ¿lo conozco?
—Sí, soy yo.
—¿Estás bromeando?
—No, y considerando que no responde mis mensajes, díselo tú.
—Creo que le deberías dar otra vuelta al asunto, ¿hablaste con tu hermano?
—A mi hermano le simpatiza mi hermanita.
—Es que… no sé si me lo hubiera esperado de ti, bueno, quizás si la consideramos solo como una chica indiferente de que sea tu tipo o no, pero… —entrecerró los ojos como si sospechara de sus buenas intenciones— ¿qué traes en mente?, porque déjame decirte que ella necesita un lugar, no está para tonterías.
—A ver —carraspeó la garganta y se puso serio—, sé perfectamente que necesita un lugar para vivir de verdad, y me lo tomo muy en serio al ofrecerme como arrendatario, la he cuidado como una hermanita, no le he tocado ni un cabello de forma que ella deje de hablar conmigo.
—Te recuerdo que ella no quiere hablar contigo.
—Ya, ya, si, la decepcioné, pero a mi favor no consideré que ella me haría caso con eso de guardar un secreto. El asunto es que yo estoy dispuesto a abrir las puertas de mi humilde hogar para esa chica desamparada por las circunstancias de la vida, además mi hermanita es la única chica que conoce mi departamento, ni Consu ha ido.
—Y ¿qué escribo en tus referencias?, ¿lo samaritano o lo selectivo?
—¿Ella pidió referencias?, ¡BAH!, cualquier chica te dará las mejores referencias sobre mí.
—Referencias que a Pitu no le van a servir, y será peor.
—¿Quiere referencias serias?, bien, dime ¿cuántas necesito?