El color rojo vivo iluminaba la oscura vecindad, aquel rojo resplandeciente que salía de aquella ambulancia estacionada justo afuera, no podía dejar de escuchar los llantos y sollozos entre toda la gente que salió a ver el escándalo, pero todo era ligeramente opacado por el ruido que hacía el equipo de primeros auxilios y los paramédicos corriendo de un lugar a otro a excepción de los gritos de la mama de Javier.
— Mi niño! ¡No! ¡Por favor, mi niño! —
Ahí me encontraba yo, a unas casas de distancia viendo con terror y preocupación la tan horrible escena, voltee hacia la derecha a ver al grupo de niños que también veían con atención, para después voltear y ver a unas personas salir con una camilla con un pequeño cuerpo envuelto en una bolsa, lo llevaban con tanta prisa que chorreaba sangre como si se tratara de un globo con agua.
A mis 6 años no lograba comprender muchas cosas… pero sí comprendía que algo extraño estaba pasando en la vecindad, algo que los adultos nos querían ocultar. Gire un poco mi cabeza para escuchar mejor a mi madre que se encontraba hablando con la vecina, estaban solo a unos cuantos metros de mí pero hablaban suponiendo que no entiendo, cerré mis ojos intentando concentrarme en que decían más sin embargo era difícil por el barullo de el exterior.
“Ya es el segundo niño que muere comadre”
“¿No será un accidente?”
“Escuche de Julia que el niño estaba hecho pedazos”
Abrí mis ojos abruptamente al entender lo último. ¿Hecho pedazos? La imagen en mi cabeza de Javier cortado en cachitos inundó mi mente y sacudí mi cabeza, no me gustaba ser tan imaginativa, entonces la mano de mi mamá tocó mi hombro y palidecí.
¿No te dije que te quedaras adentro? - su voz tan amable y calientita me dio asco, la sonrisa que me dedicó era más falsa que nada.
Corri en dirección a la puerta de casa, dando un último vistazo hacia afuera, casi todos los adultos estaban allí reunidos, entonces mis ojos se enfocaron en el grupito de Marcelo, nuestras miradas chocaron para ser cortadas por la puerta cerrarse con fuerza por mi mama, levante mi vista rápido para verla con temor, me miraba con una cara enojada y con esos ojos que tanto detesto.
— ¿No te dije que te quedaras aquí? — me regañó con su fuerte voz.
— ¿Qué le pasó a Javier? — pregunte intentando evadir el tema, me temblaba la voz y también todo el cuerpo, no sabía que me daba más miedo, la situación que ocurría afuera o mi mama observando.
Pero fue en vano intentar desviar el tema por que de igual manera me tomó del cabello para jalarme hacia ella, ni siquiera vi en qué momento agarró un cinturón para comenzar a golpearme una y otra y otra vez.
Ya habia pasado un rato de mi castigo, me encontraba aun tirada en el suelo, con mi cabello desordenado y mi cara llena de lagrimas, me dolia levantarme, estaba amaneciendo y entonces escuche los pasos de mi madre caminar rapido hacia afuera, me levante un poco suponiendo que la enojaria verme tirada en el suelo donde me dejo, agradecia que eran vacaciones y no tenia clases pero era una tortura estar en casa, entonces vi a mi madre salir por la puerta no sin antes voltear a verme con asco y decir unas palabras que claramente escuche.
“Exagerada”
Gire mi cabeza hacia abajo viendo las marcas en mis piernas, quizás si exagere un poco, hoy solo fueron 20 golpes con cinturón, existen días mucho peores. El sonido repentino de unas piedras chocando contra la ventana me sorprendieron, como pude me levanté del suelo, mis piernas temblaban con cada paso, entonces al asomarme por la ventana vi algo que no espere ver.
— ¿Marcelo? —
— Anya, sal, tenemos junta directiva. —
Mire hacia la puerta con candado, sabía que no podría salir y que otra vez estaba encerrada, estaba dispuesta a decirle al niño junto a mi que no podré salir pero entonces una idea cruzó mi cabeza. ¿Y qué importaba? Siempre me golpean. Fui corriendo hacia el comedor y tomé una silla arrastrandola como podía con mis pequeñas manos para ponerla cerca de la ventana, entonces vi el rostro de Marcelo sorprendido por verme salir por la ventana.
— ¡Espera! — grito asustado.
Lo siento, sabía que gritaba porque la ventana estaba alta y seguramente me lastimara al caer pero de igual forma e ignorando su grito salte desde arriba, con suerte y no me rompería algo o eso pensé cuando al caer vi a Marcelo intentando atraparme, el grito de ambos resonó haciendo eco.
— ¡¿Acaso estás loca?! — me gritó con molestia.
En realidad nunca lo pensé, aunque nunca me he sentido una niña normal, me quede pensando en la respuesta mientras me levantaba, él no me había alcanzado a atrapar pero yo había caído en la maceta de cilantro de la vecina así que de cierta forma no me había lastimado casi nada, después de sacudirme la tierra y acomodar la desdichada planta me voltee hacia él ya con la respuesta en mi mente pero para mi sorpresa él no me veía enojado como inicialmente estaba, al contrario, su rostro me veía con tristeza, entonces baje la mirada siguiendo la dirección en que me veía y oh… había olvidado que con mi vestido rosita se me ven las piernas, tengo tantas marcas rojas de los golpes de anoche que los moretones viejos de ayer y antier se ven mas feos aun.
— ¿De que es la reunión? — le dije intentando cambiar el tema, estaba emocionada, era la primera vez que me invitaban a jugar algo y como mi madre nunca me deja salir a jugar realmente quería que lo último que se hablara fuera de las marcas de mis piernas.
Vi como él salía del trance en el que estaba, para después decirme que lo siga, comenzamos a caminar por la vecindad, yo me sentía emocionada por jugar pero no podía dejar de sentirme incomoda cada que Marcelo volteaba ligeramente a ver mis piernas y luego a mi, ¡Oh cierto! Estoy hecha un desastre, pero mi vestido y mis tenis son de mis favoritos así que no creo que importe al jugar, aunque debo admitir que cada que mama me jala el cabello si me despeina mucho, ¿Será que a Marcelo no le gustan las niñas desarregladas?. Comencé a arreglarme el cabello con mis manos rápidamente, no quería causar mala impresión la primera vez que me invitaban a jugar.
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Editado: 07.10.2024