Aertencia, el capitulo contiene una escena de ansiedad, por favor leer con cuidado.
—Evan —la voz de mi hermana se escuchaba ahogada tras la puerta —Evan, hermanito abre la puerta por favor —jamás cierro la puerta con llave, ella lo sabe muy bien, pero Jane siempre ha respetado mi espacio y nunca entra cuando ve que yo mismo la cierro.
—abre la puerta por favor, déjame acompañarte o… al menos come algo, Evan…
—lo siento Jane —susurro debajo de las cobijas —lo siento en verdad.
—ven cariño, dejémoslo solo un rato más.
—¿más? Henry, Evan lleva seis días allí, no quiere hablarme —el llanto le corta la voz a Jane —se supone que soy su hermana, que debo cuidarlo.
—tu eres la mejor hermana del mundo, has hecho por Evan más de lo que cualquier persona hubiese hecho, vamos cariño, dale espacio.
—¿espacio?
—calma cariño, cuando Evan esté listo, saldrá a hablar contigo, tenlo por seguro.
Las voces de Henry y Jane se iban apagando a lo largo del pasillo, lo único que retumbaba en mi habitación era el reloj de la mesa. Me cubrí la cabeza con la manta e intenté conciliar de nuevo el sueño. Los eventos de ese día se repiten en mi cabeza una y otra vez, aun no entiendo por qué me paso eso. Yo que siempre me había considerado una persona fuerte, tantas veces en el pasado fui la roca en la que mi hermana se apoyaba cuando sentía que ya no podía más y ahora estoy asustado por solo levantarme de la cama.
Estaba durmiendo cuando un mensaje iluminó la pantalla, sin muchas ganas me siento en el borde del futón y agarro el celular, el mensaje era de Shinohara:
Shinohara 2:10 am:
Abre, estoy fuera.
Miré la hora en el celular, en efecto si eran las dos de la madrugada, me levanté del futón y fui derecho a la ventana, frente al poste, la luz delineaba una sombra en la oscuridad:
Yo 2:11 am:
Espera
Me puse unas zapatillas y la manta sobre los hombros. La escalera que en la oscuridad parecía un tobogán me asfixiaba, al punto se no dejarme dar ni un paso más. Otro mensaje notificado:
Shinohara 2:15 am
Bien no tardes.
Sostuve con fuerza el celular contra mi pecho y dejé que la memoria de mi cuerpo me llevara escaleras abajo, tenía oprimido el pecho, los oídos empezaron a zumbarme.
Ya había llegado a la entrada de la casa, se me nublan los ojos y caigo al suelo del garaje. Desde el otro lado de la puerta escuche unos pasos y la familiar voz de Shinohara se escuchó a través de la puerta:
—¿Gwen? —pregunta con algo de miedo —¿Gwen eres tú?
—no… no puedo —me siento ahogado.
—tranquilo.
—no, puedo moverme más —el llanto quiebra mi voz.
—escúchame, Gwen, escucha mi voz —todo son lágrimas y confusión —avanza.
—¿A dónde?
—llega a la puerta.
—¿la puerta? —levanté la cabeza y vi el portón del garaje, el zumbido era cada vez más fuerte. Avanzar me costaba.
—¿Gwen? —la manta cayó de mis hombros y di un paso más. Apreté el seguro de la puerta y esta cedió hacia afuera, Shinohara me recibió en brazos antes de que cayera de cara y me desmayé.
***** *****
Me desperté en un lugar muy blanco, el sonido de una maquina se volvía estridente en mis oídos, parecía que sonido del mundo real saliese de una gran bocina desde lo más bajo a lo más alto. Me costó más abrir los ojos, mis parpados parecen de piedra y lo más incómodo es la careta que tengo en toda la cara.
Al mirar para varios lados, me doy cuenta de que no estoy en mi habitación, es un cuarto de hospital. Al girar un poco la cabeza, veo a mi hermana durmiendo junto a la cabecera de mi cama. En eso entra una enfermera y me ve despierto e inmediato sale y da aviso al doctor de turno para que me revise; rápidamente se acerca y me levanta la cabeza para quitarme la careta:
—¿Cómo se siente Gwen-sama? —pregunta ella y no le entiendo lo que dice.
—no —mi voz es ronca y casi no se escucha —no…japones —atino a decir con la esperanza de que ella me entienda.
—¿Evan? —mi hermana rompe el silencio de la habitación.
—hola…
—iré a hablar con sensei para que lo atienda —la enfermera hace una pequeña reverencia y se va de la sala.
—muchas gracias, esperaremos al doctor.
—le entiendes —susurré lo más alto que pude, pero Jane no dijo nada y se acostó a llorar sobre mi mano libre.
—que susto me diste Evan ¿Qué paso? ¿Por qué no me dices nada?
—perdón, no quería preocuparte.
—¿no querías preocuparme? Mira donde estamos, estás en un hospital —las lágrimas caían de los hinchados ojos de mi hermana.