Quimera

Capítulo 6: fortaleza mental (parte 1)

La madrugada después de haberse comprobado que los dos eran reales, Adem, en la arena suelta de la playa de la dimensión privada de Jara, pudo tener su primera conversación fluida con ella. Fue un mes después de haberla visto por primera vez.

Estaban a un kilómetro de los Columpios Celestiales. Las olas del mar rompían tranquilamente en la orilla y no había viento.

Esa madrugada, Jara no usaba uniforme y se podían ver sus largas piernas morenas, las cuales provocaban que la boca de Adem se llenara de baba. En sus más recónditos deseos estaba el querer que aquellas piernas le envolvieran el cuello y lo dejaran a su merced.

Jara llevaba su largo cabello negro liso totalmente suelto, dejando que Adem lograra ver lo sedoso que era, con aquellas capas ondeantes que caían una tras otra. Y si se acercaba unos milímetros, podía oler aquel aroma dulce que le recordaba a la vainilla.

 —Eres un humano promedio —dijo ella después de un largo silencio.

—Soy estudiante —respondió Adem mientras hundía sus manos en la suave arena.

—Sí, eres un humano promedio —repitió Jara, como si intentara convencerse de dicha verdad.

“Sí, un humano promedio que es menor que yo” pensó Jara con cierta desazón.

Adem la observó fijamente con aquella intensidad con la que sólo él lograba hacerlo.

—¿Le parece que es un problema? —preguntó con aire de tristeza en su voz.

Jara entendió en ese instante que tenía el corazón de Adem en sus manos, una palabra de su boca produciría el derrumbe de su mente. ¿Cómo le permitía a una persona a la que llevaba apenas un mes conociendo el dominio de sus emociones? Adem era demasiado vulnerable, ¿o era ella quien estaba siendo demasiado dura con un joven que apenas estaba descubriendo quién era?

—¿Por qué decidiste conocerme? —preguntó Jara, evadiendo la anterior pregunta.

—Porque quería hacerlo —dijo Adem.

—¿Solamente por eso?

—Sí, no hay una razón de peso. Vi su foto y quise conocerla, quería hablar con usted.

—¿De qué quieres hablar?

—Nada en específico, pero a la vez de todo en general. Quiero conocerla.

—Si me quieres conocer, puedes buscarme en la nube, hay mucha información al respecto.

—No —Adem negó con la cabeza—. No quiero conocer a la soñadora Jara, quiero conocer a Jara Adelina, la mujer, es quien me interesa.

Jara entornó la mirada con mucha curiosidad, aunque era evidente que Adem sentía algo por ella, le seguía pareciendo sorprendente y a la vez demasiado tentador que alguien se estuviera entregando a ella en cuerpo y alma.

Acercó una mano a la mejilla derecha de Adem y la acarició, más que por el tacto, quería palparlo para poder rastrearlo. Entre más contacto físico había con una persona en los sueños, era mucho más fácil distinguirlo y encontrarlo en las dimensiones, por eso se consideraba el tacto físico como el principio de las relaciones amorosas en la Quimera.   Sin embargo, no se esperó lo que pasó después. Adem se abalanzó a ella y le dio un beso en los labios.

La estrechó de la cintura con sus brazos hasta atraer su cuerpo cada vez más a él y su lengua se introdujo en la boca de Jara, robándole el aliento con aquel beso.

Le impresionó de sobremanera la actitud de Adem. O era demasiado ingenuo como para no darse cuenta de las consecuencias que podían tener sus actos o era demasiado seguro de sí mismo como para saber que ella no lo rechazaría.

Pero Jara no se negó a aquel beso, siguió allí, disfrutando de aquel tacto tan cálido y suave.

Adem era una droga: de noche la llenaba de éxtasis, para en la mañana, despertarse en su cruda realidad.

Actualidad:

Jara inspiró hondo, tenía la mirada al frente, donde ya todos los participantes estaban acomodados en los sillones para comenzar el último examen.

Todo su análisis previo de Adem fue acertado, era un genio que estaba abriendo sus puertas para darse a conocer y ese último examen era el decisivo para aceptar aquel destino.

—Jara, ¿comenzamos? —preguntó Madeline a su izquierda.

—Sí, comencemos —respondió Jara.

Las pantallas suspensoras se alzaron por todo el escritorio, adaptándose y mostrando la condición de cada aspirante.

Adem se acomodó en el sillón y esperó a que el supervisor le colocara los censores en su cabeza.

—Inspire hondo —pidió el hombre con voz suave. Adem así lo hizo—. Ahora cierre los ojos y exhale lentamente, muy lentamente…

La voz del hombre se volvía más lejana para Adem, su cuerpo parecía estar hundiéndose en el sillón, hasta creer que su mandíbula se caería al sentirla pesada.

Pronto, se vio en el pasillo de su antigua escuela y escuchaba unas pisadas acercarse a él. Esperó por un breve momento y después vio aparecer a una joven un poco más baja que él, con curvas prominentes y cabello rizado de un color rojizo. Era Emely, su antigua compañera de curso, quien se había cambiado de escuela el año pasado por el trabajo de sus padres y algunos problemas personales que tuvieron.




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