Quimera

Capítulo 13: dimensiones oscuras

La noche caía con un ritmo suave sobre el Centro Capital Interdimensional, desde la ventana se vislumbraban las sombras de los árboles y edificios crecer y tragarse al mundo de la forma más silenciosa posible. Jara hacía comparación de las grandes manchas oscuras que se estiraban por el suelo en dirección a ella y la conversación que mantenía con su mentor.

Sombras. Demonios. Dimensiones prohibidas. Muerte. Le parecían sinónimos en aquellos momentos.

Dejó de observar por la ventana de su oficina y sus ojos volvieron a ver al hombre corpulento que yacía sentado en el sillón de cuero.

—Si ya lograste encontrar el cuarto, ¿qué estás esperando para entrar en él? —cuestionó Yakov. En su voz era clara la impaciencia que lo recorría.

Jara tomó su tiempo para responder, imperturbable, como toda una Amantis.

—Señor, es la Quimera, un paso en falso y terminaré en las dunas —explicó.

Los hombros de Yakov se tensaron y después soltó un sutil gruñido que intentó ocultar con un carraspeo de garganta. Se le hizo incapaz de observar a Jara, con los rayos de sol entrando por la ventana, la mujer se veía más imponente que nunca.

—Nada más tú podrás entrar al puente que conecta con la Quimera, Jara —insistió el hombre, pero esta vez con un tono lleno de resignación—. Si se te hace complicado el poder encontrar el cuarto perdido de Jensen… eso quiere decir que nunca podremos proteger la información relacionada con la Energía Oscura.

Jara se paseó por la oficina como una pantera dentro de una jaula. Los dedos de su mano izquierda acariciaron la superficie de la madera oscura de la mesa de escritorio.

—Jensen Riau Darmy era sin duda alguna una mujer muy astuta —comentó—, sabía que debía proteger la información relacionada con los sueños lúcidos de todo aquel que quisiera usarla sin su consentimiento. Nada más los más poderosos de mente pueden permanecer un número elevado de horas en los alrededores del puente que conecta con la Quimera. Estar unos minutos en la cascada casi me cuesta la vida, y si a eso le sumamos la capacidad actual de los controladores, es un gran riesgo volver. Si tuviera un controlador que me dejara usar una mayor capacidad mental, podría volver.

—Esa tecnología no existe —replicó Yakov.

—En su defecto, voy a necesitar viajar sin un controlador que me impida el permanecer por largo tiempo en la dimensión. Es la única forma de poder terminar la misión que la Élite me ha encomendado.

La joven se recostó al borde de la mesa y observó fijamente a su mentor. Yakov se sintió incómodo, se removió en el sillón, cuestionándose qué curso tomaría la conversación para que presintiera que no le iba a gustar para nada lo próximo que diría la jovencita.

—¿En qué estás pensando? —preguntó sin titubeos.

—Conozco a una persona que sabe viajar astralmente sin controlador de sueños —dijo ella.

—Ah, te refieres a ese niñito con el que te has encaprichado —intervino Yakov con rudeza—. No permitiré que lo involucres en esto. Por todas las dimensiones, Jara, se trata de un niño de diecinueve años, casi es un bebé. —Las palmas de sus manos se frotaron contra sus muslos, estresadas y ansiosas.

—Adem no es mucho mayor que yo, señor, en este caso, también le han encomendado a una niñita que sea la responsable de encontrar el tesoro perdido más preciado de los Soñadores Oficiales.

—Tú eres diferente —protestó Yakov—. ¿Cómo puedes compararte con un niño cualquiera? Tú fuiste creada como un ser perfecto, entrenada por las Grandes Amantis. ¿Quién es Adem? —cuestionó casi con una mueca llena de ironía—. Nada más un niño que se encontró la oportunidad de pertenecer al CCI en el primer intento.

Jara esperó a que el hombre frente a ella se mofara y rechistara todo lo que quisiese, sabía que debía hablar con cautela, de lo contrario su plan podría no funcionar.

—A Adem le implantarán el controlador de sueños mañana —informó después de pasados unos minutos—. Yo lo he visto desdoblarse, entrar en dimensiones restringidas, incluso, he podido tocar su alma: se ha materializado frente a mí, aquí, en el plano terrenal. —Jara esperó a que su mentor procesara la información—. Adem aún no lo sabe, no imagina la capacidad que tiene su alma y la fuerza que posee en su ser. Todo este tiempo me he preguntado cuáles son sus límites. Esta es la oportunidad perfecta para saber si su alma probablemente sea la que todos estos años se ha estado buscando.

Desde que se logró comprobar que las almas podían volver a nacer después de la muerte, se estuvo buscando por años el alma de Bryan Domán, sin embargo, por más cientos de años que han transcurrido, nunca se ha podido dar con la persona que posee su alma.

Yakov frunció el entrecejo, pensativo. Sabía que Jara, si bien no podía recordar que convivió con Adem de pequeño, aún lograba reconocer dicha alma y sus capacidades de forma inconsciente. Algo especial tenía aquel jovencito que le llamaba mucho la atención a Jara. ¿Podría ser Adem la encarnación del primer Soñador Oficial Bryan Domán? Ante todo, debía tener en cuenta que en el pasado Jara pudo conocerlo cuando logró viajar en el tiempo, sabía cómo se sentía su alma y podría reconocerlo si lo tuviera en frente.

—Necesito que me entregue el permiso para llevar a Adem a los límites de la Quimera —pidió la joven con entera calma—, al no poseer controlador, podrá salir de la dimensión antes que esta afecte su alma.

—¿Qué quieres comprobar llevando a un niño a la Quimera?

—Los únicos que pueden encontrar el cuarto perdido son los mismos que lo crearon —explicó Jara—. Si Adem es la reencarnación de Bryan Domán, podrá llevarme hasta el cuarto perdido.

 El capitán Yakov tomó su momento para poder contestar a la petición de su aprendiz. Debía reconocer que era una muy buena estrategia, sin embargo, seguía siendo muy arriesgada, agregado a ello, Adem le seguía pareciendo un niño mimado que le generaba más estorbos que beneficios.




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