Quimera

Capítulo 20: desde mi cielo (parte 1)

Joshua manipulaba el conector donde se instalaban los controladores de sueños. A su lado un joven inexperto que aspiraba a ser mentor nocturno observaba todo a detalle.

—¿Entendiste lo que hice? —preguntó.

—Sí, señor —aceptó el muchacho.

—Nada más los instalarás cuando la decana Jara llegue, a nadie más —ordenó Joshua—. Cuando venga de emergencia deberás instalarlo y a nadie, escúchame bien, a nadie le contarás lo que has hecho. ¿Sabes lo que te sucederá si abres la boca?

—Me cortarán la cabeza —respondió el joven.

—Exactamente, yo mismo me encargaré de cortarte la cabeza —dijo Joshua y desplegó una sonrisa ladina—. Si quieres pertenecer a las Sombras y ser mentor nocturno, deberás instalar este conector.

Joshua sabía que Jara en cualquier momento se daría cuenta de que los controladores de sueños estaban siendo manipulados, por eso había pensado en su siguiente paso a seguir: los conectores donde se implantaban los controladores de sueños. Al no ser él quien lo instalaría, ella no podría desconfiar de la persona que le renovara el conector en la nuca. Le había creado toda una telaraña de la cual nunca podría salir, Jara era su presa y estaba jugando con ella hasta que se cansara y la destrozara por completo.

Salió de la sala de comando de conectores y se dirigió hasta la oficina del decano Marcow, tocó dos veces a la puerta y después entró. Se llevó una gran desilusión al ver que su mentor era acompañado por un joven moreno de enormes rizos.

—Oh… Joshua, ven, acércate —pidió Marcow—, quiero presentarte a Luie.

Joshua se forzó a sostener su amable sonrisa y se presentó a Luie con un apretón de manos.

—Luie tuvo que esperar casi diez años para ser admitido al CCI —informó Marcow—. Lo estoy asesorando para que pueda permanecer en la academia. Es todo un guerrero… me recuerda mucho a ti…

—Es muy esperanzador, mi señor, me alegro mucho de que tenga nuevos reclutas —comentó Joshua e intentaba no ver a Luie, pues se moría de celos.

—No, no… Luie no es mi nuevo recluta… —replicó el anciano—. Nada más lo asesoro, él hace todo por su cuenta.

Esto le alivió a Joshua, lo menos que necesitaba era que su mentor se encaprichara con un nuevo jovencito.

—Luie, Joshua cuando lo conocí era todo un debilucho —dijo Marcow con fascinación al joven moreno—. Nadie daba nada por él, decían que era un perdedor, pero gracias a que yo creí en él… pude sacar su mejor potencial y ahora es un mentor nocturno… Me imagino… que ya… lo conoces, trabaja instalando los controladores de sueños.

—Sí, señor, lo conozco, le ha instalado los controladores a mis amigos —informó Luie—. Fue quien le instaló el controlador a Adem.

Joshua sintió su respiración congelarse y estuvo muy atento a lo que pudiera decir Luie, pero al analizarlo todo indicaba que no sabía nada.

—¿Eres amigo de Adem, el nuevo aprendiz del capitán Yakov? —preguntó Joshua, instigando al jovencito a que le revelara información.

—Oh, sí, somos muy cercanos —informó Luie.

—Es interesante que alguien como tú sea amigo del mejor estudiante de la academia —comentó Joshua.

—Eso mismo dije yo… —opinó Marcow—. Luie, no te conviene que seas amigo de… alguien como Adem… siempre te van a comparar con él. Es un joven orgulloso, petulante y engreído, no te conviene, no te conviene.

Luie en el tiempo que llevaba conociendo al decano Marcow notó que tenía un gran resentimiento hacia Adem, aunque éste intentara contenerse, siempre que podía hablaba muy mal de Adem. Debía haber una razón y tenía que descubrirla, por eso, tendría que fingir y darle al anciano lo que quería.

—Muchas gracias por su consejo, señor, lo tendré en cuenta —comentó.

 

Jara estaba sentada en la colina apreciando aquellos caminos, los cuales sabía que terminaban en el mismo escenario a futuro. ¿Por qué su vida estaba marcada con un final tan triste? No lograba comprenderlo, ¿para qué vino al mundo si moriría en un escenario con tan poco sentido? Era verdaderamente desolador…

Y lo peor estaba en que trataba tan mal a un ser inocente de aquella culpa y tristeza que radicaba en su interior. Ya sabía que lo mejor era dejarlo fuera de aquel destino; de hecho, ya la vida misma le mostraba que no tenía ninguna opción con Adem y que debía aceptar su muerte. Era inevitable…

Decidió salir de la dimensión y dejar la habitación donde se encontraba Adem. Con todo lo que acababa de ver, lo menos que quería era estar con aquel jovencito. Y no era porque le fastidiara, simplemente… le daba miedo hacerle daño a un ser inocente. Si iba a morir, no dejaría que nadie sufriera un efecto colateral de su destino.

Cuando se despertó, observó fijamente a Adem y una lágrima se escapó de su ojo izquierdo, cayendo en la mano que sujetaba del joven.

Dejó la mano de Adem sobre la cama y después se levantó del sillón para salir con paso lento de la habitación.  

Mientras avanzaba por los pasillos y los estudiantes pasaban por sus lados, yendo en grupitos, sonrientes y con la vida gloriosa reflejándose en sus miradas, Jara entendió que iba a morir, y muy pronto.




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