Quimera l Libro 3

Capítulo 3

Cielos, este hombre iba a romper con mi rutina, ya me estaba costando demasiado superarlo, y aunque admitía que no lo estuve haciendo demasiado bien con el tema de olvidarlo, él tampoco me ayudaba en eso.

Su rostro se había acercado tanto al mío que pude sentir la calidez de su respiración y el aroma a menta fresca que salía de su boca medio abierta. Me fijé en sus ojos cuando él sólo veía mis labios, porque los de él brillaban. Quería asustarme, pero eran tan fascinantes y atrayentes que olvidaba por completo las diferencias entre lo normal y lo fantástico.

Rozó suavemente mi labio inferior con su meñique, y se detuvo por un momento para verme a los ojos.

—¿Tienes idea de lo encantadores que son tus ojos? —susurró suavemente, de esa forma, como si estuviera recitando algún hechizo.

Parpadeé encantada, y un poco atolondrada por sus palabras. Esto parecía una de esas fantasías mías que nunca creí ser digna a tener en la vida real. Entonces me empujó lentamente hasta hacerme caer de espaldas sobre la camilla.

—¿Tienes alguna pequeña idea de lo hermosa que eres? —se inclinó para quedar nuevamente cerca de mis labios—. Que aquello a lo que le dices torpeza… me atrae a ti como la gravedad.

—No es así—era difícil expresarme sintiendo que todo mi cuerpo ardía con su presencia, pero no quería engañarme sólo para mantener perfecto un momento limitado—. Soy una disonancia, soy un defecto, el peor resultado. Un error.

—Eres esa melodía que nadie conoce aún—repuso—. Eres un increíble efecto de la naturaleza, eres mi ansiedad y a la vez ese aroma a vainilla que me alivia. Iría a cualquier parte que tú fueras, sin dudarlo un momento.

Quería creerle, pero demasiado rápido volví a mi dolorosa realidad.

—Usted no irá a donde yo probablemente iré.

Sonrió sutilmente, como si le dieran gracia mis palabras.

—Irás justo a donde te quiero llevar—entonces rozó suavemente su nariz contra la mía.

—¿A dónde me quiere llevar? —conseguí preguntar, en medio de mi bruma mental.

—Al cielo, preciosa.

Entonces me besó.

Este era mi primer beso, pero no se sentía así. Era como si hubiera sido el intermedio de muchos otros. Se sentía tan familiar, tan bien. Sujetó mi rostro entre sus manos y sentí la leve caricia que trazaba sobre mi mejilla, suave, tierno.

—¿Qué está haciendo? —jadeé cuando de repente besó mi cuello, e hizo mi cabeza hacia atrás.

Las sensaciones que corrían desde mi vientre al resto de mi cuerpo no se comparaban a mis fantasías.

—Todavía nada.

Volvió a mis labios y esta vez fue más intenso, más desbocado, lleno de urgencia. Quise creer que sólo era él, pero no podía hacer eso, no cuando sujeté conscientemente el borde de su bata con mis manos, e intenté traerlo más cerca de mí.

Eso era todo lo que probablemente no era correcto. Mis padres me matarían, la profesora Laura se molestaría, las chicas se sorprenderían de mí. Entonces recordé algo importante. ¿A qué estaba jugando? En el hospital siempre se comportó como si no le importaran mis sentimientos, y ahora… ¿Quería burlarse de mí?  

—No—jadeé, empujándolo—. Tengo que ir a clases, con permiso.

Me bajé de la camilla y salí corriendo de la enfermería con el corazón doliéndome de una forma que no había sentido antes, una irreconocible sensación de insatisfacción hizo que de repente tuviera una rabieta interna.

*

*

*

Había planeado con Nicole que se quedara a dormir en mi casa ya que mi madre tenía una noche de chicas con algunas amigas de su trabajo, y no volvería hasta mañana. Además de que mi padre tenía que ir a la oficina, y volvería muy tarde por la noche.

Mientras prepara algo de comer y esperaba a que Nicole llegara, mi mente comenzó a divagar demasiado en las palabras que Anthony me había dicho el jueves, todas esas cosas bonitas que me hubiera gustado escuchar de él cuando estuve en el hospital. Estaba molesta, no quería admitir que probablemente estuviera jugando conmigo.

Entonces pensaba en la forma en que me tocó, cómo me besó, como si realmente fuera la única y especial. Lo admito, más de una vez había fantaseado con el doctor Anthony cuando estuve en el hospital, pero no era lo mismo hacerlo, la realidad quizá fue demasiado para mí. Porque en la vida real las sensaciones de placer se intensificaban de una forma descomunal y excitante, algo que jamás había sentido. Pero estaba loca si permitía que eso volviera a suceder, sería una completa locura.

Yo era una completa loca por querer más. Porque él me lo había dicho, que no sentía absolutamente nada por mí, y aunque me había dolido mucho, supe ocultarlo como cualquier otro dolor a los que siempre he estado sujeta. 

De pronto tocaron el timbre de la puerta, le bajé la llama al fuego de la cocina y dejé el delantal a un lado sobre el mesón. Caminé rápidamente hacia la puerta. Revisé antes por la pequeña ventanilla para ver de quien se trataba; Nicole.

Abrí la puerta.

—¿Llegué muy tarde? —preguntó.

No, llegaste justo a tiempo, antes de que volviera a mis fantasías con Anthony, que ya no eran tan fantasiosas.

—Está bien—le sonreí.

Eché una mirada curiosa a la camioneta negra que estaba frente a mi casa, vi claramente el rostro del profesor Preston quien iba al volante.

—¿Vas a entrar? —le pregunté.

Ella asintió, pero se volvió y por un momento levantó su mano hacia Preston para despedirse. Hasta que no entramos y cerramos la puerta el profesor Preston no se fue.

—¿Puedo dejar mis cosas aquí? —preguntó Nicole cuando estuvimos en la sala.

—Claro.

—¿Estás cocinando? —preguntó, enarcando una ceja.

Desde que volví a la escuela noté varias cosas diferentes en la gente que me rodeaba. Además de Laura, Nicole también había cambiado un poco, ahora hacía más expresiones faciales, y sonreía seguido, era lindo verla así. Pero me preocupaba lo que podía durar esa relación inestable, yo conocía el pasado de Nicole, lo que sufrió y estaba segura de que si él llegaba a dejarla eso la destrozaría por completo.




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