Quimera l Libro 3

Capítulo 4

Mi papá seguro había olvidado las llaves en casa nuevamente. Cuando el encapuchado se volvió hacia la puerta noté sus intenciones.

—¡No! —jadeé desesperadamente—. ¡No le hagas daño a mi papá!

Volvió su rostro hacia mi lentamente.

—Tu padre, ¿eh?

—¡Beth, cariño, volví a dejar mis llaves! —gritó mi papá, en tono divertido mientras tocaba el timbre—. Estoy muy despistado, ya lo sé. No me castigues así.

No quería que le hiciera daño a mi papá también. Pero el encapuchado me dejó caer sobre el piso de nuevo y se dirigió hacia la puerta.

—N-no…—balbuceé, mirando cómo se acercaba lentamente hasta la puerta.

Sin embargo, cuando abrió la puerta no encontró nadie afuera, parpadeé sorprendida. Ladeé mi rostro un momento para ver a Nicole, pero su cuerpo ya no estaba tirado al pie de las escaleras tampoco. ¿Qué había ocurrido? ¿Dónde estaban Nicole y mi papá? Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando el encapuchado cerró la puerta bruscamente y luego apareció demasiado rápido frente a mí, hablándome con una voz rabiosa.

—Yo no soy como mi hermano, perrita defectuosa, no me gustan los jueguitos y soy más astut…

—Eres más idiota que tu hermano—intervino otra voz masculina de repente, que reconocí perfectamente, y que, aunque enojado, mantenía bajo control.

De pronto el encapuchado salió disparado hacia la tv, luego de ser impactado por un potente rayo verdoso.

—Tú no te diferencias demasiado de él—comentó otra voz masculina.

Cuando me volví mi cabeza hacia donde había caído el encapuchado, vi al profesor Desmond materializándose de la nada junto a él, lo sujetó del cuello y mientras entrecerraba los ojos con dureza lo levantó en el aire con una fuerza increíble.

Comencé a toser de la impresión cuando vi cómo los ojos del profesor Desmond brillaron. Mi corazón comenzó a doler, tuve la usual sensación de que moriría, pero de repente alguien me cargó en sus brazos y comenzó a caminar en dirección contraria a lo que estaba ocurriendo.

Ladeé mi rostro para encontrarme con el de Anthony, me llevaba hacia mi habitación.

—¡Nicole! —grité, incluso aunque mi corazón no dejaba de doler—. ¿¡Donde está Nicole!?

No me contestó, abrió la puerta de mi habitación y me depositó sobre la cama en un inmutable silencio. El dolor en mi pecho no estaba disminuyendo, podía sentir lo acelerado que iba mi corazón, y lo doloroso que se sentía respirar, aun así, intenté levantarme cuando recordé el cuerpo inerte de Nicole. Pero entonces Anthony se sentó a mi lado e intentó retenerme sobre la cama con sus manos.

—¿Qué está ocurriendo? —pregunté—. ¿Dónde está Nicole?

En ese momento Anthony me miró fijamente.

—Beth, tranquilízate, debo sanarte primero.

Estuve a punto de replicarle, ¿cómo podía pedirme que me tranquilice? Sin embargo, ahogué mis palabras cuando un dolor intenso atravesó mi corazón. En seguida, como todas esas últimas veces en el hospital, me sujetó del rostro con sus manos y me hizo verle directamente a sus ojos. Quisiera poder decir que tenía la oportunidad de resistirme, pero una vez caía presa de esa mirada, todo lo demás carecía de sentido, para darle paso a una sensación de serenidad anestésica. Sentí los pálpitos de mi corazón alentarse, a un ritmo lento y pacífico.

Finalmente pude tomar una bocanada de aire, pero tan pronto como estuve milagrosamente curada, Anthony cayó sobre mí.

—¿¡Anthony!? ¿¡Qué te sucede!?

Intenté mover sus hombros que estaban inertes hacia ambos lados de mi cuerpo.

—Sólo necesito descansar un momento—susurró cansinamente, como si le costara respirar.

Dejé de moverme en seguida.

—¿Por qué estás así? ¿Qué es lo que acaba de suceder? ¿Dónde está Nicole? ¿Quién era ese tipo?

En ese momento tosió ahogadamente.

—¿Estabas herido?

Finalmente, Anthony se levantó hasta poder sentarse.

—Tan sólo… dame un momento—levantó una mano y sonrió—. Creo que ya me estoy acostumbrando a la sensación.

—¿Sensación?

No me contestó, y en su lugar, se quedó en silencio. Mientras, me detuve a observar su respiración rápida. Pasaron más de diez minutos antes de que pudiera percibir que su cálida respiración cedía lentamente. 

—¿Qué te sucede? —pregunté en voz baja.

—Efectos segundarios de guerras—contestó. De repente acercó su rostro al mío y sonrió—. Pero ahora estoy bien.

—¿Me estás ocultado algo? —inquirí, levantando una mano para alejarlo a una distancia prudente de mi—. Deberías apartarte un poco.

Si volvía a besarme no estaba segura de que podría detenerlo, sin embargo, no le iba a permitir jugar conmigo de esa forma. Yo no tenía el tiempo que él tenía para perderlo en lo que sea que estábamos teniendo desde ese beso en la enfermería.

—¿Qué sucedió? —pregunté de nuevo, sentándome sobre la cama—. ¿Quién era ese hombre sin rostro? ¿Y por qué no tenía rostro?

Anthony me observó pacientemente, pero tampoco contestó.

—¿Dónde está mi amiga? ¿Dónde está Nicole?

Inclinó su rostro un poco y respiró pesadamente.

—Hubiera preferido que no vivieras esto. Pero no te preocupes por ella, Nicole está bien, está con Preston.

Hasta entonces comprendí que nada de lo que estaba ocurriendo era algo normal. Y por primera vez observé a Anthony con desconfianza.

—¿Quiénes son ustedes?

Al notar mi suspicacia en el tono de mi voz, intentó acercar su mano, pero sus ojos de repente brillaron como gemas verdes, y me alejé inconscientemente por la sorpresa.

—No me tengas miedo, por favor—me pidió.

—¿Cómo no tenerte miedo? —lo miré a los ojos, todavía no podía creer lo que había sucedido ni lo que estaba viendo, así que de pronto las lágrimas solo fluyeron de mis ojos—. Tus ojos brillan, y sé que cuando te acercas… de la forma en que lo hiciste ahora… tú haces… tú haces algo que…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.