Quimera l Libro 3

Capítulo 7

Cuando abrí mis ojos por la mañana, me encontré a acostada a su lado, abrazándolo. Había enroscado mi pierna con la de él, y su pecho servía de almohada para mi cabeza. Me sorprendí de que Anthony se hubiera quedado toda la noche, pero estaba muy feliz por eso.

Levanté mi cabeza un poco y lo miré. Tenía los ojos cerrados, sus facciones descansaban en una expresión de completa serenidad, como si estuviera tan feliz como yo.

—Lo estoy—abrió los ojos y me miró, siempre quedaba fascinada por el tono verdoso de sus ojos—. No sabes lo feliz que soy de haberte tenido durante toda la noche entre mis brazos. Me siento fuerte cuando estoy contigo.

Anoche no habíamos hecho nada que mis padres desaprobaran tanto como las películas vampíricas y los romances subidos de tono. Anthony era chapado a la antigua, probablemente esa era la razón por la que hablaba y se comportaba como lo hacía.

—¿Cómo pudiste saber que yo…?

—Cuando estoy así contigo, si puedo escuchar tu corazón—se explicó, sonriendo levemente—, puedo escuchar lo que hay en tu mente.

Fruncí el ceño, preocupadísima.

—Oh, no.

—¿Qué sucede?

—Pienso cosas que tú no deberías escuchar.

Enarcó una ceja sugestivamente.

—¿Cómo cuáles?

—No te voy a decir.

—De cualquier forma, las sabré, constantemente escucho y siento perfectamente tus latidos—confesó sin un ápice de vergüenza en los ojos—. Es un hábito que se ha vuelto como obsesión. Aunque de esa forma también me aseguro de que estás sana.

—No eres tan bueno como aparentas.

—Tú también puedes hacerlo conmigo, como anoche—reparó—. También tengo cosas que no estoy seguro debería decir en voz alta, por el bien de tu inocencia.

—¿En serio? —parpadeé emocionada. Entonces recosté mi cabeza de su corazón y escuché atentamente—. A ver, di algo en tu mente.

Anthony se rió, pero me obedeció.

«Me gustan tus ojos, es el azul más profundo y puro que he visto en toda mi vida». Lo escuché decir desde mi mente.

Parpadeé una vez más, estupefacta de que fuera verdad.

«Me fascina tu piel, la sensación de mi mano recorriéndola sobrepasa cualquiera de mis límites sensoriales. Lucho constantemente para controlarme cuando estoy cerca de ti».

En ese momento sentí una de sus manos recorrer mi espalda lenta y suavemente. Las sensaciones en consecuencia fueron inmediatas.

«Tu rojizo cabello liso es hermoso, verlo caer sobre tu piel será una vista perfecta que tendré el placer de tener por el resto de nuestra existencia».

Me relajé sobre su cuerpo por el placer que sentí gracias a las suaves caricias que trazaba sobre mi espalda. Entonces Anthony me levantó de los hombros y se acercó para besarme en los labios.

—No puedo creer que esto sea posible—susurré, cuando se separó de mí.

—También fue una sorpresa para mí al principio, cuando despertaste en el hospital y me miraste…

—¡No sigas por favor! —intervine, recordando perfectamente lo que pensé en ese momento—. No puede ser que me hayas escuchado todo el tiempo que estuve allá.

—Era algo inestable—sonrió vacilante—. Fue después de besarte que pude escucharte perfectamente.

—¿Los demás también lo pueden hacer?

—Sí. Pero Desmond es quien tiene más poder y control sobre la materia.

—¿Por qué?

—Antes de Laura sólo podía cambiar recuerdos o rememorarlos en la mente, no podía escuchar pensamientos, sólo con Laura. Pero ahora puede escucharnos probablemente a todos.

—No sé qué pensar de esto—mi profesor ya sabía lo mal pensada que era.

—Lo mejor de su habilidad es que puede escuchar a Laura en cualquier momento, y bajo la distancia que sea. No son como Preston y Nicole, tengo entendido que ellos pueden escucharse cuando se están besando. O yo, que sólo puedo escucharte cuando soy consciente de tu corazón. Pero Desmond y Laura son ingénitos uno del otro.

—Yo quiero… ser así contigo. Nunca separarnos…

—Ya lo somos—se acercó y me besó en la frente.

Abrí mis ojos frenéticamente cuando recordé que estábamos en mi casa y lo fiera que se pondría mi madre si no bajaba a comer antes de las 9 como era de costumbre los sábados por la mañana, o creería que estaba muriéndome.

—Tengo que bajar. Mi mamá…

—Ella salió temprano—contestó Anthony—. Y tu padre está en el trabajo.

—¿Sí? ¿Mi mamá no vino a mi habitación antes de irse?

—Sí.

—¿Y cómo pudiste…?

—Sólo desaparecí por un momento—explicó.

Me mordí el labio inferior, un pequeño hábito que intentaba reprimir frente a mi mamá porque eso le molestaba. Pero estaba muy nerviosa, no sabía lo que venía luego de lo que hablamos la noche anterior.

—¿Quieres desayunar? —sugerí.

—Nada me encantaría más que comer algo hecho con tus manos—dijo mientras se sentaba—. Pero quería aprovechar para llevarte a una reunión en la que tienes que estar.

—¿Reunión?

*

*

*

Luego de viajar casi más de 20 minutos por una carretera que no había tomado desde muy pequeña cuando acampaba con mi abuelo y mi papá en Longbow Lake, Anthony condujo por un estrecho camino de tierra hasta llegar al interior del bosque, donde había una cabaña enorme de madera. Pinos y niebla rodeaban la casa, las montañas y la humedad completaban el panorama que le daba al entorno, como si se tratara de alguna película fantasiosa, de aquellas favoritas mías que veía a escondida de mis padres.

Había dos autos estacionados, camionetas para ser más exactos, reconocí la de Preston y la azul de Desmond. Más allá había una camioneta de esas más viejas, con el capó destrozado por una enorme piedra que lo aplastaba.

Anthony rodeó su auto para abrirme la puerta.

—Hace frío, mejor te abrigas bien—me advirtió cuando estuve fuera, cerró el cierre de mi chaqueta, y luego ajustó mi bufanda—. Vamos.




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