Quizá a mi madre no le preocuparía tanto que me enamoré de mi doctor, quien es potencialmente un extraterrestre y me había besado muchas veces, como lo que acababa de hacer con él. Debería sentirme culpable e inquieta por lo que acontecía a nuestro alrededor, los hermanos de Anthony decían que estábamos en peligro todos, sin embargo, todo en lo que podía pensar era en la felicidad que sentía estando junto a Anthony, sintiéndome por primera vez esperanzada. Porque, aunque muchas cosas estaban amenazando nuestra existencia, que él y yo pudiéramos tener una vida, una vida que duraría mucho más tiempo del que me pronosticaron mis antiguos doctores cuando yo todavía era un infante, esta noche todo era posible.
Anthony salió por un momento por ropa seca para mí y para él. Mientras yo me vestía a espaldas de él, lo observé en silencio. La forma estrecha de su cintura, la musculatura perfecta, el tono vivo de su piel blanca. Su cabello rubio caramelo. Todo en él era hermoso e hipnotizante.
—Estoy acostumbrado a las miradas femeninas—comentó Anthony, entonces se volvió hacia mí al terminar de vestirse, con una sonrisa divertida—, pero tu mirada es fascinante.
Sonreí, sabiendo que estaba enteramente sonrojada, no tenía caso intentar ocultárselo.
—Si mi madre supiera lo que acabo de hacer—contesté, cambiando de tema—, creo que estaría castigada hasta que las vacas vuelen.
Se rió.
—Dudo que las vacas lleguen a volar en este planeta.
Asentí.
—¿Ahora lo entiendes?
Sonrió comprensivamente.
—Entonces creo que deberíamos esperar a que tengas una edad que los humanos consideren adulta para hablarles de mí a tus padres.
—Eso, si no les asusta que no hayas envejecido ni un poco—sonreí preocupada, pensando en lo desconfiada que era mi madre—. Mis padres parecen tranquilos, pero son todo menos eso, sobre todo mi madre.
—Yo también sería así de precavido si tuviera una hija como tú—Anthony se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos con delicadeza—. Eres tan hermosa y delicada, como una rosa blanca.
—Quisiera no ser tan delicada.
Anthony me besó en la frente, entonces atrajo hacia él para envolverme entre sus brazos.
—En todos los cientos de años que viví en este mundo, jamás he visto una forma de vida tan perfecta como tú—enseguida los armoniosos latidos de mi corazón se volvieron irregulares nuevamente. Sin embargo, algo más llamó mi atención, eran sus propios latidos, los que comenzaron a danzar al ritmo de los míos—. Eres la causa por la que mi vida en la tierra, ha cobrado sentido.
Nos mantuvimos durante un momento en silencio, lo suficiente como para que ambos pudiéramos disfrutar del instante en que podíamos escuchar nuestros pensamientos cuando a la vez, podíamos escuchar los latidos de nuestros corazones.
—Mi madre te amaría desde el momento en que te viera. Probablemente ya lo hace—mencionó.
Me separé de él y tuve una idea divertida.
—¿Ella sabe que asechas a niñas? ¿Cómo cuántos años tienes?
Anthony sonrió, volvió a besarme en la frente y se volvió para recoger la ropa mojada del piso.
—Espera, cuantos años tienes. ¿Cien? ¿Cuatrocientos?
Anthony rió.
—Me alagas al decir que tengo cuatrocientos.
—Quiero saber cuántos años tienes—insistí.
—¿Ahora quieres saberlo? —enarcó una ceja.
—Es sólo curiosidad.
Asintió.
—Te lo diré mañana, cuando te lleve de paseo.
Me crucé de brazos.
—Suena como si hablaras de pasear a mi perro, o como si te refirieras a mí como una niña. Dile cita, eso es.
Volvió a sonreír con diversión.
—Beth, eres una niña. Para ser más exactos, cualquier humano es un niño para mí.
—No estaba hablando de eso.
—Está bien, te invito mañana a una cita y hasta entonces te diré qué edad tengo.
Cuando volvió a voltearse para meter la ropa mojada en el bolso, me acerqué a él desde atrás y lo abracé. Anthony se irguió para que yo pudiera recostar mi cabeza de su espalda; en ese momento lo oí suspirar al mismo tiempo que yo.
—Te amo.
Me quedé en silencio por un momento, digiriendo aquellas dos palabritas tan cortas, pero tan significativas.
—Lo sé—susurré, aferrándome más a su espalda.
—¿Sabes qué? —preguntó, en un sutil tono de reprensión.
Sonreí en silencio, inundada de felicidad.
—Sé que te amo también.
*
*
*
Nos separamos cuando nos encontramos con Nicole. Harper, la chica que antes había vomitado todavía no se sentía bien, así que le informaron a Anthony y él fue a atenderla. Luego de escuchar las preguntas de Nicole sobre si estaba bien nos fuimos al salón, ya todo el tema del café cosplay había terminado, así que ya estaban encendiendo la fogata.
En el patio central estaban casi todos los estudiantes y profesores de la escuela, reunidos alrededor de la enorme fogata de estilo Tipi que habían encendido. Estefany estaba diciendo algunas palabras sobre los que habían muerto cuando Nicole y yo llegamos.
Fue entonces que me pregunté sobre el paradero de Karol, porque recordé que quería hablar con ella sobre nuestra discusión en el baño. Pero desde que habíamos llegado al patio no la había visto.
—¿Has visto a Karol? —le pregunté a Nicole.
Ella echó una sutil y rápida mirada a nuestro alrededor, entonces contestó:
—No la he visto en lo que lleva de noche. Aquí tampoco la he visto.
—Quedamos en que hablaríamos con ella. No podemos dejar que se vaya a su casa de esa forma. Voy a buscarla.
Nicole me sujetó del brazo cuando intenté rodearla.
—Espera Beth, acabas de tener una de tus crisis. Además—miró nuevamente hacia nuestro alrededor—, sabes que no puedes andar por ahí sola. No es seguro.
—Estamos rodeadas de mucha gente, y los profesores están aquí—susurré enfáticamente, sabiendo que ella entendería.
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Editado: 08.07.2022