Quimera l Libro 3

Capítulo 10 Final

Quizá nadie me lo creería si se lo confesara, pero sentí cómo una parte de mí se fue en el instante en que abrí mis ojos. Y los pude ver, ahí estaban todos, Nicole, Preston, Desmond, Laura, y Jeremiah. Todos mirándome como si hubiera ocurrido una tragedia, así que por un momento pensé que esto se trataba de mi velorio.

—¿Qué fue lo que… qué sucedió? —pregunté.

Cuando recordé que me habían herido, toqué mi estómago rápidamente, pero no había dolor, ni sangre.

Nicole y Laura se acercaron a mí.

—Beth… tienes que…—había lágrimas en los ojos de Laura.

Nicole también lloraba. ¿Por qué todos tenía expresiones de tragedia si estaba viva? Entonces giré mi rostro hacia donde estaban los hermanos Green, y lo vi ahí, tirado a mi lado, moribundo.

—¡Anthony! —fue lo primero que se me ocurrió gritar cuando me levanté y las hice a un lado para estar a su lado—. ¿Por qué está así?

Tenía la misma herida que yo tuve en mi estómago, la sangre había traspasado su camiseta negra, y tenía los ojos cerrados. El pánico me invadió por un momento porque creí que estaba muerto. Pero lo tomé entre mis brazos e hice lo mismo que él hizo conmigo antes, tomé su rostro con mis manos y junté nuestras frentes.

—Anthony… Nunca piensas en las consecuencias.

Abrió levemente sus ojos.

—Porque fuiste hecha para mí, estoy convencido de eso—contestó luego de unos segundos, con un hilo de voz casi al tiempo en el que tomó mi mano, luego me miró como quien ve a alguien por última vez y sonrió. Se estaba despidiendo—, y lo que fue hecho para mí, lo cuido.

—Estás loco—me quejé—. Esto no lo acepto, yo no…

—Beth—gruñó con la voz ahogada. Tomó un respiro, y cuando volvió a hablar relajó su rostro—. Lamento no cumplir mi promesa.

—¿Cuál… promesa?

—Se suponía que mañana tendríamos una cita.

Las lágrimas salieron sin contención de mis ojos, y sentí que estaba muriendo con él.

—No es justo. Si te vas… Anthony… yo no voy a poder…

De pronto su mano me sorprendió, empujó mi cabeza desde la nuca y me hizo besarlo. Lo sujeté con fuerza, no quería dejar que se fuera, si lo hacía, yo también moriría.

—Te amo—me dijo, cuando separó sólo un poco nuestros labios—. Sé buena niña.

—No…

Me callé cuando desde los pies de Anthony comenzó a ascender una luz. Fue sorprendentemente doloroso ver que su cuerpo se estaba convirtiendo en pequeñas partículas brillantes, él estaba despareciendo en mis brazos.

—¡Anthony! —chillé, sosteniéndome a sus brazos con todas mis fuerzas—¡No te vayas!

—Si comparas de cerca al amor y el sacrificio, comprendes que no son tan diferentes uno del otro—susurró—. Ningún precio me parece tan alto desde que te amo.

—Anthony—debía decírselo—. Te amo y te amaré siempre. No puedo amar a nadie más, no quiero.

Antes de que su cuerpo desapareciera por completo, lo escuché recitar nuevamente:

Sólo el amor recuerda…

Y entonces, Anthony desapareció ante mis ojos. Y con él, mi vida.

 

 

 

 

—Tiene muchos días tirada en su cama, esto es peor que las largas noches en el hospital y los interminables diagnósticos, no soporto verla así, Laura—la voz de mi madre, supe que estaba llorando de nuevo—. No comprendo qué pudo ocurrir… ese día cuando la dejé en la escuela estaba perfectamente bien. No logro comprender… ¿Sucedió algo con toda esa locura de la fogata?

—Señora Eva, hay cosas que Beth se guardará para ella sola, debe comprenderla—le contestó Laura—. Le aseguro que ella no está herida.

—Pero mi Beth nunca había actuado de esa forma, debo intervenir.

—Deje que… descanse un tiempo.

—¿A qué se refiere usted?

—Sé que la abuela de Beth vive en Rainy River—mencionó Laura, en tono prudente—, quizá le vendría bien sacarla de aquí. Ya sabe que no habrá clases hasta que se consiga un nuevo director, y todo se organice aquí, yo le estaré avisando lo que suceda.

—¿La policía decidió intervenir de manera correcta finalmente que murió el director?

—Parece que sí, esperamos que puedan resolver todo este problema.

Hubo un corto silencio hasta que mi madre volvió a hablar.

—He escuchado que el doctor Green salió herido también.

Quise gritar, quise llorar, quise desaparecer en el mismo instante en que escuché a mi madre. Pero en su lugar, decidí guardar silencio.

—Sí… el profesor Desmond y su hermano salieron del país con él, donde está su familia—mintió Laura.

Una maldita mentira.

—¿Cree que se mejore? ¿Cree que vuelva? Mi hija…

—Beth estará bien, con o sin el doctor Green—intervino calmadamente Laura—. Ahora, siga mi consejo señora Eva.

Hubo otro silencio.

—Supongo que tiene usted razón—admitió finalmente mi madre en tono cansado—. Esto es demasiado para su corazón. Un tiempo fuera de Kenora y todo este disparate de los asesinatos le hará bien.

 

 

 

El día contiguo al que escuché a mi madre hablar con Laura, mis padres me avisaron de su decisión, me quedaría con la abuela. En algún momento tendría que agradecérselo a Laura, porque lo que menos quería es estar en Kenora, rodeada de todo lo que me recordaba a Anthony.

Hubo un pequeño momento en el que deseé odiarlo por hacer eso, no supe si él era egoísta o si fue por amor. Entonces pensé en él, y en todo el tiempo en que estuvo solo, cuando estuve herida, las múltiples veces en las que me salvó la vida y tomó todo mi dolor. Finalmente admití que yo hubiera querido hacer lo mismo, ¿quién querría vivir luego de que su amor moría? Pero, ¿cómo debería seguir viviendo sin él?

Supe que todo lo que había pasado esa noche fue encubierto por mentiras. Supe que Desmond manipuló las mentes de la policía para que afirmaran que Anthony había salido herido, y que se lo habían llevado del país, como Laura le había dicho a mi madre.




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