Raffocallet

Traumas de infancia, alma atormentada

—Lu, me gusta Alice —Volvió a repetir Stephano pensando que no lo había escuchado.

—Tranquilo, ya te escuché, solo quedé un poco shockeado por la noticia —contestó Lumen manteniendo su temple.

—Ya tenía mis sospechas desde que sucedió lo del incidente del concierto, pero apenas hace un poco pude comprobarlo que me había... enamorado de Alice —dijo Stephano con la mirada abajo.

—Sube la mirada —mencionó Lumen agarrando el mentón de Stephano, levantándolo—. No has hecho nada malo, y no debes tener la mirada abajo. Lo que tú sientes es algo tan hermoso y que me alegro que puedas experimentar —comentó Lumen soltando el mentón del chico.

—¿No estás molesto porque... sea tu hermana? —preguntó Stephano aún con inseguridad.

—Seré sincero, no es que me guste la idea de que mi linda hermana se enamore y de pie a alguien más importante en su vida que su hermano, ósea yo, pero si puedo estar seguro, es que tú eres el hombre que quisiera para novio y tal vez en un futuro esposo de mi hermana —dijo Lumen con una sonrisa dulce, ante tales palabras Stephano sintió nervios, pero a la vez aquello le daba una tranquilidad, era algo difícil de explicar.

—Gracias Lu por tus palabras —agradeció Stephano abrazando a su amigo.

—¿Eeeh... porqué me agradeces? —preguntó Lumen confundido.

—Ja, ja, ja, porque prácticamente ya me aceptaste como novio y si llegara a pasar, esposo de tu hermana —dijo Stephano entre risas.

—¿Hice eso yo? Ja, ja, ja, bueno tampoco me molesta la idea —dijo Lumen empezando a reír a lado de Stephano.

Después de unos 5 minutos de pura risa, los dos amigos se despegaron, pues ya parecían lapa uno del otro, todo era tan bonito hasta que Lumen, aunque no lo quería, hizo la pregunta más importante de la noche.

—Oye Stephano, solo te haré una última pregunta, ¿crees que ya puedes amar a alguien? —preguntó Lumen agarrando la mano de Stephano.

Con esa única pregunta, Stephano cambió su mirada alegre a una pensativa y sería. Cabe aclarar, que Lumen ya conocía el pasado de Stephano, recuerdos que era mejor olvidar, pero que eran necesarios superar para poder continuar con su vida.

—Steph, ¿ya superaste los recuerdos de tu infancia? —Soltó Lumen haciendo que la mano de su amigo se pusiera fría.

Mientras sus miradas se cruzaban, y aquel chico sonriente veía una tristeza en el mar de los ojos de su amigo, como amigo lo único que pudo hacer fue abrazarlo y consolarlo, mientras que aquel chico de coleta larga, lloraba desconsoladamente en el hombro de su amigo, y como no iba a hacerlo, si aquellos recuerdos, recuerdos dolorosos, regresaban para atormentarlo.

.....

Hace 12 años

Hora: 10:35 p.m.

Ubicación: Residencia de los Rayaren

—¡Ya cállate, me desesperas mujer! —gritó un hombre dándole una bofetada a la mujer que tenía enfrente.

—Albert, yo solo te estoy pidiendo dinero para comprar comida, los niños ya llevan dos días yendo a la escuela sin desayunar, solo te pido un poco más de dinero, que... podrías gastar en nosotros en lugar de tus...vicios —reclamó la mujer temblando entre sollozos y llanto.

—¡Ya cállate! —habló el hombre dando otra bofetada más fuerte que la anterior— Me parto el lomo por esta estúpida familia, como para que me vengas a exigir tus estupideces, y para mí maldita suerte, me reclamas por darme un gusto, sabes que, ya me cansé vamos a resolver esto rápido —exclamó el hombre sacando un cable y empezando a azotarlo en el frágil y débil cuerpo de la mujer que pedía clemencia y piedad.

En aquella casa, nadie más que la familia, conocía los atroces horrores que se ocultaban dentro, y si fuera poco, los que sufrían más eran los dos hijos de la familia, Stephano Blantorche de 12 años y su hermana, Anastasia Blantorche de 15 años.

Anastasia como hermana mayor, cariñosa y gentil, hacia todo lo posible para distraer a su hermano cada que sucedía una pelea, le cantaba canciones, le ponía tapones en los oídos o subía el volumen de la tele al máximo, todo para que él no se diera cuenta de lo que pasaba.

Sin embargo, los niños no son tontos, y Stephano ya había visto como su padre le pagaba a su madre mientras le reclamaba el por qué se había casado con ella, que ella no le daba el amor que necesitaba.

Stephano solía pasar las noches oculto en su cama, esperando que cada pesadilla nocturna acabará, pero no funcionaba, se volvía a repetir la pesadilla, una y otra vez, noche tras noche, día tras día.

Un día, su tristeza se engrandeció en gran manera cuando su hermana, la única persona que conocía que le daba consuelo, además de su madre, decidió quitarse la vida en un acto de desesperación e impotencia de no poder soportar más la situación que pasaba, aunque no pudo ver su cuerpo, su corazón sintió como una parte desprendía de él.

Aquel niño que solía jugar tranquilamente con sus carritos y sus aviones, ahora jugaba en el juego de la vida entre sí debía o no seguir jugando. Sus constantes llantos y sus ruegos no dieron mucho resultado. Cada noche él pedía a cualquier fuerza sobrehumana que lo pudiera proteger.

Todo esto acabo, cuando en un arranque de ira, harto y cansado de aquella pobre mujer, Albert sacó un arma que guardaba en su cajón y disparó, dejando a su esposa tirada en el suelo, con los ojos rojos de tanto llorar y su piel pegada a sus huesos por darle toda la comida a su esposo e hijos.

Cuando se escuchó el disparo, los vecinos rápidamente llamaron a la policía y cuando esta llegó, atrapó al hombre rápidamente, no sin antes hacer sentir escalofríos a todos los presentes por la sonrisa perturbadora con la que los veía.

Por su parte, Stephano había visto como su madre yacía muerta en el suelo mientras su padre se reía como un desquiciado, él solo se podía preguntar una cosa, ¿por qué el amor debe doler tanto?

Agarró su mochila con algunas prendas y salió corriendo de su casa sin rumbo aparente, solo podía sentir como su corazón se desgarraba y esa sensación ardía y dolía mucho en su indefenso cuerpo




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