Ramé (libro 1)

CAP 17: HOY ES EL DÍA

CAP 17: “HOY ES EL DÍA”

El aire sigue siendo igual de frío que en diciembre, pero empiezo a acostumbrarme a este clima. Tendré que pasar mucho tiempo aquí en Nayolen, así que tengo que aprender a convivir con el frío.

Son las cinco de la mañana y yo estoy en la sala de entrenamiento con Crías. Le doy seguidas patadas y puñetazos al saco de boxeo que él mismo colocó ahí de improvisto mientras me ve entrenar.

–No gastes tantas energías, niña. Ya sé que tienes fuerza y eres rápida, pero tienes que guardar energía para luego. ¿Recuerdas el orden de las pruebas?

–Sí. No te preocupes por eso. Mi memoria es tremenda–le digo sonriente mientras me doy un golpecito en la sien con los nudillos.

Crías esboza una sonrisa lánguida y se cruza de brazos contra la pared.

–Un día de estos te resfriarás por no llevar camiseta.

–¡Fuiste tú quien me dijo que entrenara sin! Además, así me preparo para luego. Lucharé sin camiseta en el combate. Si me agarran de ahí, soy mujer muerta.

–No si te pones las de lucha. Tenemos camisetas que son como una segunda piel y encima son calentitas. Las usamos todos los jinetes. Antes de las pruebas le pediré a Lanah a ver si tiene alguna.

–Gracias, Crías. Por… todo.

–No es nada, niña. Vamos a las habitaciones. Yo voy a ducharme, llama a la puerta de Eoghen y dile que te peine. Dile que yo he ordenado que lo haga con savia de Enul.

–¿Savia?

–Sí, es la savia de un árbol especial que crece cerca de los ríos. Se utiliza para peinar básicamente. Se va con el agua, pero se endurece un poquito cuando la pones, por lo que va bien porque te mantiene el pelo en su sitio.

–Que guai.

Cojo mis cosas de la sala y nos vamos a las habitaciones. Crías se mete en las duchas y yo me voy al cuarto de Eoghen. Me abre cuanto le pico con los nudillos y me mira extrañado.

–¿Ha pasado algo?

–No, pero Crías me ha dicho que te pida que me peines con… Creo que ha dicho savia de Engul.

–Enul.

–Eso.

–Vale. Ven.

Entro en su habitación y me sorprende verla tan desordenada. Me imaginaba una sala super ordenada, con pocas cosas personales, y esas pocas cosas todas guardadas en los cajones y armarios. Lo único ordenado es el escritorio, el cual tiene todas las libretas y libros bien puestos.

Eoghen me manda sentar en la silla de su escritorio, así que lo hago. Veo como coge un bote pequeño y coge un poco del mejunje que hay dentro con los dedos. Es como una masa transparente, pero consistente. Me la pone en el pelo y empieza a pasar sus dedos a través de mi cuero cabelludo, peinándome el pelo hacia atrás. Lo aplasta siguiendo la forma de mi cabeza y me lo esconde por detrás de las orejas. Se siente fresco y cómodo. La verdad es que llevar el pelo corto es muy cómodo, pero sigo prefiriendo el largo.

–Mantén la mente fría hoy. No tengas miramientos en matar a tu oponente en la estera. Él no los tendrá–asiento y él me agarra la mano izquierda–. Esto es para hoy–me dice tendiéndome dos dagas livianas, de color negro y finas–. Son ligeras y muy útiles. Guárdalas en tus costillas.

Son unas dagas de diez centímetros como mínimo, o sea que el daño que hacen es considerable. Las empuño una en cada mano y confirmo lo que ha dicho. Son ligeras. Será fácil luchar con ellas.

–Vete a tu habitación y duerme. Riot o alguno de nosotros ya te despertaremos cuando sea la hora de ir.

–Vale. Gracias, Eoghen.

–Venga, vete.

Llamo a la puerta de mi habitación y me abre Riot, que va en ropa interior y lleva una cara de cansancio que no se la quita nadie. Ayer tuyo que ir a hacer una visita nocturna a un pueblo a una hora de aquí, porque decían que había unkarianos, y resulta que solo era una falsa alarma.

–Hola, pajarillo.

–Holi.

Me abraza para que pueda pasar y me lleva en volandas hasta la cama. Es muy pronto aún, y el día de las pruebas los chicos no tienen clase, así que están aún descansando la mayoría. Agarro las sábanas y nos cubro a ambos con ellas. Él me acurruca en su pecho y me embriaga con su calor.

–No mueras hoy, por favor. Aún queda una hora para que empiecen las pruebas, y no quiero tener que despedirme de ti en esta hora.

–No tendrás que hacerlo. Te recuerdo que para acceder a Rashmak también tuve que pasar por algunas pruebas, teniendo quince años, y sin ninguna experiencia militar útil, y sobreviví. Esta vez no será diferente.

–Eso espero. Si mueres, llevaré tu cuerpo a Unkari, cueste lo que cueste.

–Es un detalle bonito.

Cierro los ojos y me duermo con él. No creo poder descansar mucho, pero algo es algo.

Ten cuidado, pesada. No quiero quedarme sin hermaname dice Mayora con su típica sonrisa de medio lado.

Si te crees que voy a morir, lo llevas claro. Aún tengo que molestarte toda tu vida. Pásame la cintale pido señalando con la cabeza hacia una cinta que hay en el tocador. Él me la tiende y yo la uso para atarme el pelo.

Así no me molestará. Mamá me enseñó a atármelo así para que no fuera un incordio tener el pelo largo.

Miro a Mayora para que me dé su opinión y él sonríe y asiente. Lo echaré de menos. Los echaré de menos a todos. Bueno, a mamá no, porque a ella sí que la veré.

No debiste dejar el ejército. Tenías mucho potencial.

Lo sé, pero no era lo mío. Además, me gusta vivir mi vida libre de obligaciones como esas. Me gusta estar con Loouria. Si estuviera en el ejército no podría hacer nada, estaría todo el rato atado a las normas y esas cosas. Mira a mamá, casi nunca está en casa, y cuando está, tiene mucho trabajo aún.

Vale, que sí, que ya me queda claro que no quieres estar en el ejército.

Exacto.

Me levanto de la silla acolchada de mi habitación y me voy hasta el armario. Cojo el traje de cuero negro que me dio mamá el otro día y lo observo detenidamente. Si no muero en las pruebas, llevaré esto todos los días. Seré una cadete, y luego seré jinete. Tendré mi propio roc. No creo que sea de las que no las escoge ningún roc, porque soy una purasangre, y los rocs nos prefieren antes que a nadie.



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En el texto hay: fantasia, romace, spicy

Editado: 11.09.2024

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