Ramé (libro 1)

CAP 25: INDIGNO, PERO... ¿DE NACER O DE ALBERGAR SEMEJANTE PODER?

CAP 25: “INDIGNO, PERO… ¿DE NACER O DE ALBERGAR SEMEJANTE PODER?”

Miro embelesado desde la rendija de la puerta como mi madre arregla el descosido de uno de mis pantalones. Debería tener más cuidado, pero me gusta tanto ver a mi madre coser, que no pienso en cuidar los pantalones y me revuelco por todos los sitios posibles sin pensármelo siquiera. Así, si se me rompen, puedo verla preocuparse por mí un mínimo.

Porque mamá no me quiere. O al menos no lo muestra. Parezco darle incluso asco. ¿ Será por lo que… soy?

Muevo sin querer un poco la puerta, haciendo que se abra unos centímetros. Mamá se gira de golpe y me mira con repugnancia.

¡Ven aquí ahora mismo!me grita a la vez que se levanta del sillón, sujetando de malas formas la prenda rota. Le hago caso y, con miedo, entro en el salón. En cuanto me planto delante de ella me gira la cara de un bofetón tan fuerte que incluso me tira al suelo.

La miro horrorizado mientras me toco la parde dolorida de la cara con una mano. A ella no parece parecerle suficiente, así que me patea en el estómago varias veces hasta que siento que ya no puedo ni levantarme del suelo.

Siempre lo hace, no sé por qué me sorprendo.

Eres un maldito demonio. Ojalá tu padre me hubiera dicho antes de dónde era, porque lo habría mandado al circo en vez de acostarme con él y engendrar… estome dice señalándome con desprecio. Te he dicho miles de veces que jamás me espíes a través de las puertas. En casa no quiero tener nada que ver contigo. Si no te mato es porque hay más gente que te conoce, para mi desgracia. Porque si no fuera así, te aseguro que estarías pudriéndote por algún bosque o pozo.

Yo… También te quiero, mamále digo a duras penas. Pero lo digo de verdad. Pese a todo lo que hace… la quiero. Es mi madre. A las madres se las debe querer pase lo que pase, ¿verdad?

–Pues yo no. Desaparece de mi vista. Y como me entere que le dices a alguien lo que pasa en esta casa o lo que eres… Si me entero de que lo dices, prepárate para morir. ¿Me has oído indigno de mierda?

–Sí…

No puedo más con esto, dioses. Perdonadme…les dice a los dioses, ignorando ya mi presencia.

Me levanto del suelo corriendo y me escabullo entre los pasillos de mi vieja y destartalada casa. “Lujos” es algo que no está en mi diccionario. Vivo en un sitio decadente o eso dice la gente entre murmullos cuando pasamos por el pueblo. No todos, pero sí algunos–, pero mamá se empeña en hacerse pasar por alguien normal.

A mamá le encanta fingir cuando estamos en público. Y a mí me gusta cuando finge, porque me da besos en la mejilla y me acaricia el pelo con una dulzura extraña, aunque luego, cuando nadie mira, me escupe y me dice que no me crea que me quiere. Que todo es cuento.

Pero me da igual. Mientras finja que me quiere delante de los demás, yo creeré que me quiere. Aunque a mí no me hace falta fingir… Yo la quiero mucho. La admiro.

Es tan elegante…

Siempre viste de rojo carmín, igual que sus labios. Jamás la he visto desarreglada, incluso cuando se duerme se arregla, con pijamas de seda, de la más barata, pero de seda igual.

Y su pelo negro azabache rizado siempre está perfecto. Jamás lleva un bucle en el sitio equivocado.

Supongo que también lo hace por su trabajo, muchas veces trae a hombres borrachos a casa, y se pasan la noche gritando y haciendo chirriar los muebles. Aunque a veces es ella quien va a los sitios, y luego vuelve oliendo a alcohol, tabaco y algo denso que no sé decir qué es. Pero no me gusta. Además, siempre que hace eso de irse a casas de otros, viene con ropa ligera y que muestra demasiado. Pero bueno, hablemos de otra cosa. Papá, por ejemplo.

Bueno… a papá no lo conocí, así que no sé casi nada. Mamá jamás habla sobre él, solo sé que era del otro reino. Según ella, un asqueroso y repugnante unkariano. Los unkarianos son el enemigo, todo el mundo lo dice. Son crueles y despiadados. Son demonios.

Y yo soy mitad demonio mitad nayolense.

A veces me pregunto… ¿Si hubiera nacido completamente nayolense en vez de ser una mezcla extraña… mamá me querría? Posiblemente sí.

Pero yo creo que aunque ella no me quiera, se preocupa por mí. Porque podría simplemente denunciarme y hacer que me mataran, pero me dice que no le diga a nadie que soy un indigno y que, si algún día lo descubren, jamás diga donde vivo y quién es mi madre. Supongo que eso es para que no puedan hacerme daño, ni a mí ni a ella, ¿no?

Dejo de pensar y me voy hasta el jardín de Red. Él siempre juega ahí, así que seguro que lo encuentro.

Lo veo disparando con arco y flechas a un blanco que ambos pintamos en un árbol. Huele a galletas recién hechas desde el interior de la casa de los Markolak.

¡Red!le grito mientras corro hacia él, aún dolorido por los golpes.

¡Riot! ¿Has visto lo que he hecho? ¡Le he dado al centro!

¿En serio? A ver, a ver.

Me acerco y, efectivamente, hay una flecha clavada en el punto rojo que pintamos justo en medio. Lo miro con una sonrisa enorme en los labios y me acerco hasta él. Me da el arco para que pruebe yo.

Estiro el brazo colocando una flecha en la cuerda. La tenso hasta que las plumas rozan mi mejilla. Cierro uno de los ojos y, cuando ya lo tengo apuntado, disparo.

La flecha se clava justo en el mismo surco donde la flecha de Red se ha clavado antes. En el punto rojo. Él se ríe y empieza a correr hacia la casa. Lo sigo tirando el arco al suelo y me meto en la acogedora cabaña.

Veo a su madre vestida con su ropa de cuero negra mientras carga con un plato de galletas humeantes. El padre está recogiendo la cocina.



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En el texto hay: fantasia, romace, spicy

Editado: 11.09.2024

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