Razones peligrosas | Libro 3

12

Estaba ese asunto.

Digo, tenía cierto acercamiento con Merri, algo que era inevitable, pero lo más insólito era que Eli no sabía nada de nosotros. Digo ¡No lo sabe!

Los tres desayunábamos un poco más tarde por ser sábado, Brunell no tardaría en bajar para tragar y correr a su universidad.

― Margot, es probable que se inicie un operativo en cualquier momento, será un despliegue grande en el que no avisarán hasta el último minuto ―Su advertencia no me gustaba―. No sabemos cuánto durará, lo que tenemos de los interrogatorios es información muy delicada.

Y que Merri me lo dijera significaba que sería cosa de más de un día.

―El maestro de Merri está a cargo de los interrogatorios, por si acaso ―intervino Eli.

― ¡Buen día! ―Brunell se sentó en la silla vacía sirviéndose un pan tostado con paté―. Mami, quiero café ―exclamó mirando al psicópata. Bags le sirvió leche―. Gracias, mami ―gruñó mirando feo el vaso.

Estos andaban en algo, porque desde mi salida de la clínica, ese apelativo había comenzado.

―Hombre, podrías servirte tú mismo ―intervino Eli mientras Merri le preparaba una rebanada de pan con mantequilla―. Gracias. ―Era algo normal― ¿Y mi café con leche? ―reclamó.

Eso no.

Miré mi taza, tenía leche con canela y crema, Merri podía ser inventivo a la hora de hacerme comer sano― ¿Deseas algo Margot?

Lo miré embelesada, si lo bañaba con crema sería un pecado no comerlo.

―Sip, quiero cereal ―respondí, un buen pote con cereal, fresas y yogurt me saludó.

Estaba realmente animada, el problema era que Merri idiota era atento con los otros solo para atenderme a mí. Eli estaba a años luz de enterarse de nuestra relación. ¿Luego me pregunta la doctora Sophie por qué no considero algo formal lo que tengo con el psicópata?

Brunell se enteró por obvias razones.

El timbre sonó―. Yo voy ―dijo Brunell saliendo con su maleta al hombro, hoy y mañana tenía libre―. Señores, buen día ―saludó tieso como un palo. Me sobresalté al ver a mis padres entrando, le dieron un escueto saludo a un confundido Brunell.

―Ten cuidado, Brunell ―Lo despedí para no arruinarle el día, no podía perder clases por mi culpa, el pobre miró a Merri antes de irse cerrando la puerta con mucho cuidado―. Papá, mamá, no los esperábamos hoy ―anuncié levantándome para recibirlos, estar peleados no significaba que fuera grosera.

―Hija ―dijeron al mismo tiempo―. Elías, Bastien ―saludaron en agria sincronía.

Ambos se levantaron para devolver el saludo.

― Hemos venido a hablar ―intervino mi madre.

―Tomen asiento ―los invité, me enfermaba verlos parados, mamá pareció sorprenderse al ver lo que estaba comiendo― ¿Desean beber algo?

Me habían pillado de buen humor.

―Té, gracias ―dijo mamá. Papá seguía mudo y receloso, algo en la actitud de ambos había cambiado―. Veo que cuidas bien de mi hija ―agregó mamá analizando mi desayuno.

Si vinieron para un chequeo sorpresa, les mostraría la puerta.

―Uhumph ―masculló papá, el silencio sepulcral estaba arruinando mis nervios.

Eli miró la hora―. Lo siento señores, debo llegar en cinco minutos a la estación ―empezó a levantarse.

Iba a fugarse con total descaro.

― ¿Er…mucho trabajo? ―Preguntó por fin mi padre.

―Ah no, el capitán querrá su leche con café en el escritorio en cuanto llegue.

No pude evitar dejar salir una risita, solo Elías podía ser así.

Mamá no lo había tomado como algo que Eli diría seriamente― ¿Él está…?

―Es Eli ―dijimos Merri y yo, solo hasta que Eli se fue, mamá empezó.

―Sobre lo que pasó con tu cuenta, perdónanos ―su franqueza me tomó por sorpresa―. Estaba influenciada por los fundamentos de tu padre, obviamente bien estructurados. ―Empecé a comer mi cereal con cautela―. Solo hasta ayer me enteré que existe cierta disputa entre tu padre y Ulises Bastien.

¿Qué tenía que ver el papá de Merri?

― Verás, tu cuenta y la de Merri le hacían perder puntos para un concurso de poca importancia ―dijo muy seria.

―El premio al ciudadano ejemplar ―intervino papá serio.

―Y un rábano ―lo calló ella, a mí me sorprendió, era como si mamá hubiera dicho una grosería―. Merri ha estado invirtiendo un bono que recibió de su difunto abuelo materno en una agencia de fiestas infantiles y otra parte en un banco de células madre. ―Lo miré con sorpresa, él se veía serio―. Eso lo supe por tu padre ayer, antes de eso, pensaba que era dinero sucio.

―Algo que no es de su incumbencia ―Merri tomó mi mano, aproveché en pellizcarle el costado por no decirme nada―. Margot, no querías saber de las gemelas y lo otro recién lo he estado analizando ―Se explicó.

¿Ver a esas gemelas enanas asesinas? No gracias.

Merri miró a mi madre―. Ulises debió omitir que la socia de ese banco es mi hermana y que me devolvió lo prestado con una ganancia significativa.




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