Al siguiente día Atlas aún no estaba seguro de lo que haría. En primer lugar, tendrían que pasar por Atlantis, rumbo a un punto en el océano en donde ni siquiera sabían que encontrarían. En segundo lugar, Blue tenía la estúpida idea de llevar una especie de suero capaz de hacer que no se ahogaran ¿Cuál era el problema? Necesitaban saliva de zorro, y no de cualquiera, tendrían que viajar a una de las islas del reino artense para conseguirlo. Eso le molestaba, alargaría el viaje.
Pero era un favor que su amiga le pidió, y haría lo que estuviera en sus manos para encontrar al tío de Adira, después de todo él era el más importante los demás eran un incluido.
—Cuídate mucho—había ordenado Vanessa con los ojos llorosos mientras abrazaba a su hijo, que estaba a punto de partir. —. Cualquier cosa, llámame, a la hora que sea.
—Sí, mamá—le respondió, unos minutos después lo soltó. —¿Y tú qué? ¿No te despedirás de tu hermano mayor? —llamó a Mario.
—¿Si te pasa algo puedo quedarme con tu cuarto? —le preguntó en broma tratando de no hacer notar su tristeza por la partida de su hermano.
—¡Mario! —regañó Vanessa.
—No, no puedes y revisaré todas mis cosas cuando vuelva—contestó acercándose a él para darle un abrazo.
—¡Suéltame mariquita! —protestó.
Atlas lo soltó y después de unas palabras más se despidió por última vez y partió al bunker. Quedó con Blue de verse allí.
Al llegar se encontró con Blue haciendo movimientos con la espalda. No le sorprendía, posiblemente no le había gustado perder contra él, el día anterior. ¿Cómo se lo tomarían en Artenis si se enteraran? Se imagino los titulares de las noticias.
“Blakdim de la princesa Artense pierde contra el príncipe desterrado”.
En su cabeza soltó carcajadas, sin duda eso sería digno de ver.
Segundos después Blue lo notó, lo saludo con una sonrisa dulce, Atlas no era tonto, sabía que intentaba ganárselo con esos actos. Por el bien de los dos, lo mejor era llevarse bien.
—¿Listo? —le preguntó.
—¿Tengo opción?
—No, la verdad es que no—contestó de vuelta Blue—. Es hora de irnos—agregó tomando las cosas que llevaría.
Atlas siguió a Blue hasta la parte donde se guardaban los vehículos. Caminaron hasta uno y ambos se subieron, ese en especial que tenía una forma ovalado, era un modelo del año 2010, llamado AA10 en honor a que podía transportase por el agua y por tierra teniendo algunas de las capacidades artenses y atlantes.
—Ilusiones listas, defensa, motor…—balbuceó Blue detrás del centro de mando tratando de acabar con el silencio.
Programó el piloto automático para que los llevara a su destino. Observaron como las grandes compuertas del bunker se abrían desde arriba para poder dejarlos salir, afuera una ilusión los protegía de no ser vistos, una vez salieron, el vehículo se tornó invisible, perdiéndose en el paisaje.
—¿A dónde vamos? —cuestionó Atlas acomodándose mejor en el asiento.
—Iremos a la isla de Ladí, allí nos ayudaran a buscar lo que necesitamos—le explicó.
El clan de Ladí es parte del reino Artense, siendo uno de sus cinco clanes. Se les llama clanes porque con el pasar de los años los habitantes se van considerando familia, así que se les dice clanes. La isla de Ladí reside en el océano atlántico, es pequeña, por lo tanto, es ignorada por los humanos, aunque de todos modos la protección que necesita esta allí.
Aparte de ser el lugar perfecto para entrar a Atlantis, es una isla rica en fauna y flora siendo una de las tres islas pertenecientes a Artenis más abundantes en estos aspectos.
—¿Entraremos por el portal? —Preguntó Atlas.
—Lo haremos por el agua, para evitar conflictos—le explicó Blue.
Los portales eran teletransportadores que podían enviarlos en cuestión de segundos al lugar que se les programara, pero se registraba quién viajaba y a donde, por lo tanto, era peligroso para Atlas.
Unos minutos después estaban aterrizando en la isla de Ladí.
—Te esperaré aquí—dijo Atlas cuando vio a Blue apagar el vehículo.
—De ninguna manera—protestó —. Nadie va a reconocerte, has cambiado demasiado como para que lo hagan —sin esperar respuesta bajó del vehículo esperando que Atlas la siguiera.
De mala gana salió del vehículo, siguió a Blue por detrás. Habían aterrizado a las afueras del pueblo. A simple vista parecía un pueblo de arquitectura medieval perdido en medio de las profundidades de la isla, esa era justamente la fachada que se quería montar.
Una perfecta ilusión que engañaría a los humanos si alguna vez llegaran a descubrirlos.
Al entrar captaron varias miradas de los habitantes, la mayoría le sonreían a Blue y lo miraban a él con curiosidad. Se acercaron a una tienda, lo primero que se apreciaba eran los vestuarios que estaban a la venta, a pesar del aspecto de la arquitectura la vestimenta era un poco más moderna, no tan pomposa ni tan vulgar.
—¡Blue! —una señora mayor salió de detrás del mostrador para abrazarla. —¿We ta bro et kaq? (¿Qué te trae por aquí?) —preguntó Avab.
—Narú aton leb tinpau araq galu alue (Necesito ayuda del abuelo para algo importante)—le contestó.
Desde muy pequeños, en las escuelas se enseñaban varios idiomas humanos, no todos por su diversidad, pero si los suficientes para poder vivir con humanos si la situación lo ameritaba, entre estos estaban el español que era el segundo más hablando en los cuatro reinos, el inglés, francés entre otros más populares. Pero a pesar de sus conocimientos los clanes en su mayoría conservaban el idioma natal como principal ya que era parte de la cultura que sus antepasados les inculcaron. En cambio, en las ciudades centrales se habla el español y en algunas ocasiones el inglés.