Las espesas aguas del océano atlántico rodeaban el AA10 en donde Blue y Atlas se transportaban al punto donde se supone que estaban los reyes, la ciudad.
Entrar a Atlantis no era una idea que emocionaba a Atlas, pero sin duda no podía quejarse del hermoso paisaje que los envolvía.
Hace años no entraba en el mar, al menos no por voluntad propia. No es que odiara el agua, de hecho, la amaba, pero le traía malos recuerdos.
Adira les había indicado claramente como seguir el rastro, pero no sabía cómo entrarían a los confines de la ciudad Atlante.
Después de varios minutos de viaje frente a ellos se alzo la gran ciudad que la humanidad consideraba un mito.
La ciudad principal de Atlantis era moderna. La entrada principal se componía por un enorme portón que se abría de par en par solo cuando se coronaba al nuevo rey o reina, a cada lado de este había gigantescas estatuas en honor a los primeros reinols de Atlantis; colocados de forma que pareciera que cuidaban la entrada.
Pasando las grandes rejas que protegían la ciudad, justo detrás del portón se encontraba otra gran estatua en honor al primer rey de Atlantis, Assan Kron.
Dentro la arquitectura era muy hermosa. El palacio estaba justo en el centro, luego las casas, edificios, locales entre otras cosas se manifestaban en forma circular alrededor de este. Los detalles de la vegetación daban un aspecto precioso y si caminabas por sus calles te encontrarías con algún pez.
Un panorama que Atlas extrañaba, él no se había dado cuenta, pero extrañaba rondar por ahí. Vagos recuerdos de cuando era niño le invadieron, recordó como jugaba en sus ratos libres con cualquier niño que estuviese en la calle, nadaban por todos lados. Se imaginaban como sería si fueran mayores, algunos aseguraban que serían guardias y protegerían la ciudad de las amenazas que vinieran, otros juraban que serían científicos, mientras otros querían ver el mundo humano de cerca y él… él les prometió que portaría su sangre con honor que no dejaría que los humos de la realeza lo envolvieran.
Sentía nostalgia. Nunca pasó por su mente que se encontraría en una situación muy diferente, nunca imaginó que Azzú un gran amigo de sus padres, lo culparía de ese delito tan grande.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Blue al verlo tan distraído, ni siquiera cuestionó a donde irían ya que habían pasado casi toda la ciudad.
—Sí—contestó Atlas— venir aquí me trae recuerdos.
—Puedes contarme… si quieres, claro—aseguró Blue.
—No voy por ahí contando mis cosas—Atlas se puso a la defensiva levantado la muralla que construyó años atrás cuando su hermana lo rechazo.
—Ahora entiendo porque te llevas tan bien con Adira—mencionó Blue.
Era verdad. Atlas y Adira se llevaban tan bien porque los dos sabían comprenderse, ambos tenían cosas que los atormentaban, situaciones que los llevaban a querer protegerse de todo.
—¿Dónde vamos? —cambió el tema.
—Oh cierto, no te he dicho—mencionó Blue desviando el vehículo hacia lo que parecía un túnel. —. Hay una entrada secreta.
—¿Cómo sabes eso?
—Mi mamá es concejal aquí; una vez me contó sobre esta entrada por alguna emergencia y esto entra en esa categoría.
Una sonrisa selló su relato mientras paraba el vehículo en uno de los lados.
Se bajo esperando que Atlas la siguiera. En el compartimiento de atrás había empacado dos tridentes y dos espadas., además de su mochila con cosas que creía podía necesitar.
—¿Tridente o espada? —Le preguntó cuando lo vio a su lado.
—Espada; Pero traje las mías—agregó dejando ver que en su mochila llevaba dos espadas expandibles.
Sabía manejar el tridente, pero estaba más acostumbrado a pelear con espadas.
—Sígueme—le pidió Blue empezando a caminar hacia dentro del túnel.
No tenía idea de a donde irían, pero Atlas la siguió. Era un túnel que seguramente tendría una larga longitud.
En sus diez años como príncipe nunca escuchó hablar de un lugar como ese. A juzgar por la estructura que ya se veía muy vieja, diría que ya estaba en Atlantis antes del catastrófico día en el que se hundió.
Se fijó en el termo que Blue llevaba en su mochila, allí llevaba la sustancia que haría que los reyes respiraran agua. Una incógnita se instaló en su cabeza, no notó ese detalle antes por la extraña sensación de estar en Ladí y hablar avab.
—¿De dónde sacaste el treih para el medicamento? —le preguntó.
—Lo tomé de las muestras que tenía Adira guardadas—explicó.
Como no, Adira hacia pruebas de sus poderes cada cierto tiempo para comprobar que el cuerpo de Atlas funcionara bien.
—Eso era mío—le reclamó, no le hacía gracia que robara cosas de su lugar seguro.
—Era—recalcó Blue tratando de esconder la risa que le provocaba la situación. Ella no entendía por qué se molestaba por todo, pero la situación era graciosa desde su punto de vista.
El treih puede usarse por más tiempo si se combinaba con el potenciador correcto, como en este caso la saliva de zorro.
La creación de Artenis se había dado gracias a la primera guerra mundial, un misil impacto el entonces gran continente haciendo que se partiera y se llenara de radiación, afectando la fauna, flora y habitantes, que si no fuera porque lu vra liberó su contenido hubiese matado a todo y todos.
Gracias a que eso pasó, hoy los artenses podían aguantar perfectamente cualquier tipo de radiación y tenían poderes.
—Aquí—dijo Blue cuando llegaron al lugar que buscaba.
Habían nadado una media hora por un camino evidentemente afectado por la flora marina, pero aún se apreciaban las grandes placas de piedra que servían de suelo. Estaban quizás a un poco más de la mitad de aquel gran recorrido. Justamente donde el camino se estrechaba fue donde Blue lo detuvo.
Blue se acercó a la pared tratando de quitarla. Al principio creyó que, y estaba alucinando, pero al ver la perseverancia de Blue se acerco a ayudarle. Juntos quitaron la gran placa que hacía de pared dejando a la vista una sala que nunca se imaginaron que podía esconderse en una sala como esa.