Realeza Retorcida [+18]

CAPÍTULO 4

Al acostarme, soñé con el pasado, con una escena de mi infancia de Bartholomew y yo.

Era invierno, nos gustaba ir al pueblo y jugar con los niños pobres de la zona, yo tomaba ropas viejas de las criadas para pasar inadvertida en el pueblo ya que las personas de allí tenían un prejuicio contra la gente rica y preferían no acercarse, yo deseaba llevarme con todos, así que transformar mi vestimenta era lo ideal.

Fui corriendo al mercado, Bartholomew y yo habíamos hecho una carrerita y el que llegara primero al reloj de la iglesia ganaba, él no estaba así que seguí mi camino en busca de distraerme, mucha gente pasaba en carretas y empujando costales en sus carretillas, las amas de casa cargaban con sus bolsas llenas de compras y algunas criadas del palacio estaban allí, así que corrí a esconderme, un vendedor de verduras me contempló confundido al verme escondida entre el puesto de alado y una pared.

—Hey niña ¿qué haces? —me gritó y vino hacia mí, tiró de mi mano para sacarme fuera, pero yo me rehusé a obedecer.

—¡Déjeme!

—Sal de ahí, mocosa —gritó y tiró fuerte de mi mano sacándome y obligándome a parar sobre mis talones, la manga de mi camiseta vieja y gris se bajó dejando al descubierto mi brazalete de oro que había sido un regalo de mi padre la Navidad pasada.

—Pero ¿qué veo ahí? ¡Eres una ladrona! ¡Dame eso!

—¡Suélteme! —Me removí de su agarre, con su otra mano tiró de mi brazo para quitarme el brazalete.

—Quédate quieta, mocosa.

—¡Es mío, no me toque! —pelee angustiada, la gente pasaba, pero ignoraba la zona, tuve miedo de llamar la atención de las criadas.

—Oiga, suéltela.

Bart llegó y pese a tener el cuerpo delgado como una lombriz, luchó contra el hombre y lo empujó al suelo, el hombre me soltó y Bart me agarró de la mano, me tiró de ella corriendo conmigo.

—¡Hey, detengan a esos ladrones!

Corrimos como si eso dependiera de nuestra vida. Nunca corrí tanto en mi vida, finalmente llegamos a una casa vieja de techo de paja, parecía abandonada y allí nos escondimos. Me dejé caer sobre una bola de paja congelada.

—¡Se ha quedado mi brazalete! —lloriquee mirando mi brazo sin ella y con solo los dedos del hombre marcados en mi débil piel.

—¿Cómo te has podido meter en problemas, Aurora? Madre nos matará.

—¡No me importa eso, quiero mi brazalete!

—¿Hablas de este brazalete? —dijo jugándolo en su dedo.

—¡Oh Dios, lo tienes! —le miré contenta, él me lo tendió y se sentó a mi lado.

—Se lo he quitado antes de salir corriendo.

—Eres el mejor, Batholomew —me coloqué mi brazalete.

—Lo sé —sonrió y se acostó sobre la paja.

—¿Qué haces? —le regañé—. Debemos salir de aquí.

—Claro, mientras somos perseguidos por la policía.

—¿De verdad?

—Ese viejo nos está buscando, será mejor esperar a que se calme.

—Esas no son palabras de un futuro duque.

—Vestirnos como pordioseros no es digno de un Brinworth —me respondió, con un guiño de ojo.

—¡Es qué te has vuelto tan procaz! Será mejor que madre no se entere de esto —dije y me acosté a su lado mirando el viejo techo.

Pasar momentos con él eran agradables, reír y jugar juntos era algo que jamás podría encontrar en nadie más, Bart era una barrera que me brindaba paz y alegraba mis días con su compañía, muchos lo creerían pensamientos de niños, pero era una realidad que a su lado cualquiera podría pasarla bien y sonreír como nunca. Bart era como mirar la lluvia, oler la tierra mojada y pese al frío seguirías pensando que no podrías cambiar nada de ello porque era perfecto en cada una de sus cualidades.

Bart ladeó una sonrisa coqueta y miró junto a mí el techo viejo.

—Hace frío —dije, inquieta.

—Lo sé.

—Vamos a congelarnos.

—Lo sé.

—Mamá nos matará si llegamos tarde.

—Lo sé.

—Bartholomew Brinworth ¿podrías dejar de responder con monosílabos?

—No.

—Barth, es bonito estar contigo. No me remplaces jamás.

—No lo haría.

—¿Prometes jamás alejarte de mí? ¿Lo prometes?

—¿Por qué me alejaría de ti? Jamás haría algo así, hermana mía. Te quiero mucho y desde que cuidé de ti, me hice la promesa de jamás abandonarte.

—¿De verdad cuidaste de mí?

—Cuando naciste fuiste una bebé enfermiza, mientras las enfermeras y mamá no se daban cuenta yo cuidé de ti, siempre te di del biberón y te hacía prometer que si mejorabas, yo no me alejaría de ti, ¡no quería que murieras, pues muchos bebés enfermizos no pasaban de dos meses y terminaban muertos! Todos creían que pasaría eso contigo, mamá había perdido las esperanzas de verte crecer, pero yo no, todas las noches me desvelaba por verte sana, siempre dormías, hasta que un día comenzaste a reaccionar a mis palabras, las niñeras y tus amamantadoras me corrían siempre que me veían cerca de ti, pero no lograban alejarme. Poco a poco comenzaste a mejorar y a sonreírme y a tirar de mi pelo.

Amaba demasiado a mi hermano, tanto que a veces me daba miedo porque era un amor incondicional, mucho más del que sentía por mis padres. No me imaginaba un mundo sin él, no me imaginaba estar lejos de él, no soportaría tenerlo lejos porque era mi alma gemela y sin él no sabría qué hacer.

Sin darnos cuenta nos quedamos dormidos, hombro a hombro. Fue el frío que sentí en todo mi cuerpo lo que me despertó, pero me di cuenta de que Bartholomew seguía dormido y lo removí, pero él no reaccionó.

Me di cuenta que no despertaría, no cuando sus labios congelados y morados me alertaron que habíamos cometido un error y el amor que sentía por él me hacía tan ciega siendo una niña, me hacía ciega e ingenua así que hice lo único que podía hacer con un amor que sentía por él. Hice algo que no debía hacer jamás.

Pero cuando dejé de hacerlo, me di cuenta de que fue suficiente y por primera vez en mi vida temí del amor que sentí por él porque me di cuenta de que no sería suficiente para salvarlo cuando él me necesitara.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.