Dwayne fue de los pocos que le dejaban ver su inconformidad al respecto, llegando a encararlo en múltiples ocasiones, en las cuales la mayoría siempre terminaban por él siendo encerrado en el calabozo, un lugar enorme construido luego de lo ocurrido la noche cuando se llevó a cabo la emboscada por parte de los seres extraños de aquella realidad desconocida, a 30 metros de profundidad de la base, aproximadamente de unos 52,812 m². Una mitad estaba repleta de celdas en cada rincón del mismo, esta conectaba con la otra hacía una sala de administración que contaba con una planta alta y otra baja, ambas repletas de tecnología aún sin instalar por falta de personal, debido a que el Paladín necesitaba a todos sus subordinados trabajando en algo mucho más importante, dejando esa parte del complejo sin terminar.
En este lugar fue donde mantuvieron cautivo al responsable, aquel que dominante encabezaba el batallón con una mirada decidida en el campo. Ahora solo quedaban vestigios de ese sujeto, los años cautivo, las torturas constantes y las varias experimentaciones que le realizaron en ese tiempo lo habían destrozado mentalmente.
El lugar estaba destinado a ser una sala de mando para complementar al helipuerto que había unos metros más al frente, donde el personal podría comunicarse con los pilotos durante las expediciones aéreas, dicho helipuerto serviría como almacén luego de que el Paladín ordenará detener la instalación, dejando mucho equipo sin utilizar como lo eran computadoras, suministros, refacciones, cableado y lo más importante, vehículos aéreos, los cuales a diferencia de los primeros modelos que lograron desarrollar años atrás, estos se potenciaban mediante energía proveniente del punto cero, lo que los volvía más eficientes a la hora del vuelo y manejo de la aeronave.
La primera vez que Dwayne pisó la celda quedó horrorizado al enterarse de las múltiples torturas que le habían hecho a manos de sus compañeros. No podía creer que pese a todo lo que pasaron juntos como comunidad, fueran capaces de llevar su devoción al límite y como algunos miembros del grupo le guardaban una lealtad eterna hacia el ahora Paladín. Inmediatamente el sentimiento de culpa invadió al hombre, se sentía como un idiota al haber creído ciegamente en él como todos los demás, por eso cada que cumplía con su sentencia y era liberado nuevamente, le guardaba cada vez menos respeto.
Durante una de esas veces en las que le tocó cumplir su castigo, logró hablar un momento con el único con el que compartía ese pequeño, angosto y frío lugar. El líder que solía llevar su platinada armadura, permanecía acostado en el suelo, esposado de pies a cabeza, cada que Dwayne regresaba al calabozo lo veía más deplorable que antes.
- Oye... ¡Hey! - el hombre trataba de llamar su atención agitando las manos fuera de la celda, esperando a que lo viera.
- ¿Qué quieres? - El prisionero se encontraba sentado en el piso de espaldas a él, con la mirada agachada mientras observaba el recuento de los días en la pared, algunos incluso a penas visibles por el desgaste.
- Mira... solo quiero disculparme por lo que te pasó, honestamente yo no sabía que él era capaz de hacer algo así. - El silencio invadió el ambiente un momento, interrumpido solo por el ruido de sus respiraciones. - Aunque la verdad es que ninguno es un santo aquí, tú y tu ejército acabaron con muchos de los nuestros, nosotros con algunos de los suyos... todos tenemos sangre en nuestras manos. La diferencia es que ... no prolongamos el sufrimiento, honestamente jamás me gustó la manera que tenía de ver las cosas, por lo único que lo respetaba era que al menos tenía honor... Sabes de donde vengo somos una familia de guerreros, nos apasiona la lucha y la violencia, pero jamás toleramos lo que no era justo. Aún recuerdo cómo fue que acepté unirme a él, venía acompañado de 7 hombres, fue bastante dócil en ese momento, éramos mayoría así que fue sensato. Preguntó por algunas escrituras relacionadas con el punto cero que le pertenecían a nuestros ancestros, eran de mi tatarabuelo. Me acerqué y lo encaré, le pregunté para qué buscaba un par de papeles viejos, y cuando me habló del orbe, fue cuando vi la oportunidad de cambiar mi vida. En ese entonces la gente contaba muchas cosas sobre el punto cero, que si era mágico o milagroso... eso no importaba, todas las versiones coincidían en una sola cosa, poder infinito. Solo pensaba en hacerme más fuerte, sentía esa necesidad de querer un verdadero desafío que me hiciera sentir vivo de nuevo, así que acepté entregar los pergaminos solo si lograba vencerme en un duelo, la única condición era usar únicamente los puños. Al final termine ganando, pero hubo varias oportunidades en las que pudo usar su espada para apuñalarme y llevarse los códices; sin embargo, no lo hizo... puse a prueba su honor y lo demostró, eso fue lo que al final me convenció de unirme a sus filas, aunque como están las cosas actualmente... hubiera preferido nunca haberlo hecho, así hubiéramos evitado derramar tanta sangre sin ningún sentido. - Dwayne se tomó un minuto mientras se pasaba su mano por la cara, suspirando con la mirada puesta en el suelo .- Él decía que esto podía arreglar nuestras vidas, pero conforme lo veo ahora... siempre se refirió a él todo este tiempo. Quizá el Paladín eterno siempre estuvo ahí, solo éramos muy ingenuos para darnos cuenta.
- ¿Por qué me cuentas todo esto? - preguntó el prisionero frente a él mientras permanecía sin dirigirle la mirada.
- Porque pienso escapar de este maldito lugar, pero no lo lograré si solo voy yo en su contra.- Dwayne se acercó a la reja de su celda mientras posaba sus manos en las mismas, sin dejar de verlo a la cara.