Camine por el pasillo del segundo piso, por alguna razón se me hacía más angosto. Subí las escaleras al tercer piso y entre a mi cuarto todavía conmocionada de lo que había pasado, me desnudé y entre al baño. Me metí a la bañera, estiré mis piernas, mis brazos reposados a los costados y tiré mi cabeza hacia atrás. Siempre tuve la certeza que un buen baño reconfortaba y a mí, en particular, me deja pensar que hacer cuando me encuentro en problemas.
No sé ni cuánto tiempo estuve en la bañera, cuando salí mis dedos parecían pasas de tanto estar metida en el agua, supongo que estuve una hora o quizá más. Me acerque al tocador del lavabo, mire mi rostro aún desencajado, pero con una idea que rondaba mi cabeza y seguía dando vueltas como un espiral. Saqué el secador de cabello del gabinete y procedí con un cepillo a terminar con el desastre de mi cabello, me coloqué mi crema humectante de siempre y salí a mi cuarto.
Me sobresalte, cuando vi que Andrew estaba en mi cuarto, sentado en mi silla de lectura al lado de mi pequeña biblioteca personal. Se encontraba ojeando un libro cuando levanto la mirada y se percató que me encontraba ahí, parada como una estatua.
— ¿Qué haces aquí? — atiné a decir con suerte, ya que me había quedado fría al verlo ahí sentado tranquilamente como si fuera su casa.
— Necesitamos hablar, y tu madre me permitió entrar — dijo, mirándome de arriba a abajo y enarcando una ceja, ahí fue cuando me percate que solo estaba envuelta en una toalla.
— ¡Por Dios!, no me digas que nunca has visto a una mujer en toalla. — para disipar su mirada y no sentirme más incómoda, de lo que ya me sentía, dije — Y por qué tanta confianza con mis cosas.
Él miro el libro que traía en mano y rodó los ojos. Rápidamente me acerqué a mi vestidor y afortunadamente había dejado una bata cerca, me la puse encima de la toalla. Él me seguía mirando, me hacía sentir cohibida, hasta que por fin habló
Dio un suspiro — Tu madre me dijo que me sintiera como en casa, y como te demorabas mucho, me tomé la libertad de ojear uno de estos libros. Además, no te pongas tan agria, pronto vas a ser mi mujer, o ¿pretendes que no te toque nunca?, porque ... sí sabes, que para tener un bebe no solo tenemos que firmar — dijo en un tono arrogante, su tranquilidad me impacientaba
— Bueno, ¿De qué quieres hablar? — dije, tratando de dejar de lado su impertinencia
— Creo que primero debes cambiarte — dijo, pero no se movió del sillón ni un milímetro. Era en serio, esperaba que me cambiara en frente de él.
— Está bien — dije, no me quedó más remedio que entrar en mi vestidor y arreglármelas con lo que tenía ahí.
Entre a mi vestidor, rogando que no se le ocurriera meterse, encontré unos jeans y una blusa simple de tirantes color guinda, me vestí lo más rápido que pude y me coloqué unos botines negros. Recogí mi cabello en una cola, me puse unos aretes dorados pequeños y mi collar. Salí y esta vez lo encontré parado frente al ventanal mirando para el patio, se veía pensativo. Cuando se percató de mí, volteo.
— ¿Qué vamos hacer? — fue lo único que dijo con la mirada perdida en el patio
— La verdad ... no tengo ni la menor idea — suspiré, él volteo a verme
— Sabes, que a pesar de que te quedes callada, la boda es un hecho ¿no? — dijo viéndome a los ojos.
— Si, lo sé. Por eso, quiero que dejemos las cosas claras, no quiero problemas después
Algunas ideas iban y venían a mi mente, pero ninguna me satisfacía. Pensé en huir, pero como dejar a mi familia con tremendos líos, como dejar a Ellis.
— Entonces, ¿Qué propones? — me miró con unos ojos extraños.
Nos habíamos visto muchas veces a lo largo de nuestras vidas y sin embargo no podía saber lo que pasaba por su cabeza, supongo, que los encuentros por coincidencia y las miradas a lo lejos, no bastaban para llegar a ese tipo de entendimiento entre los dos
Pensando en ideas para solucionar el problema, en que nos metieron nuestros padres, me atreví a proponerle lo que tanto me había dado vueltas en la cabeza mientras estaba en la bañera, era un acuerdo en el que ambos podríamos salir beneficiados y lo más ilesos posibles.
— Y, si … hacemos un contrato prenupcial interno entre nosotros — lo mire a los ojos — mira, no he tenido tiempo de vivir como quisiera. Recién salgo de la universidad, quiero viajar, conocer gente, tener la mayor resaca después de una salida con mis amigos — y coger con alguien, para dejar de ser una ridícula virgen a mis 23, pero por supuesto, esto último no se lo mencioné, eso se queda solo conmigo. — Te propongo darnos un año sabático, para vivir lo que queramos sin ataduras. Luego de ese año, nos casamos, jugamos a la familia feliz por el tiempo que sea necesario y buscamos una solución para la deuda y la repartición de bienes. Cuando tengamos todo arreglado, nos divorciamos y todos felices. ¿Trato?
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Editado: 26.01.2021