Recopilación Cuentos Cortos (litnet Club)

CUENTO: MI AMOR FUGAZ POR Yash Castle

Cuento: Mi amor fugaz.

Autor: Yash Castle

Semblanza de la autora:

Soy una de esas personas con su peculiar existir que utiliza las palabras como medio de expresión. Pero muy pocas veces se puede transmitir, mediante el embellecimiento de la narración, una enseñanza, un sentimiento que te hará enamorarte, vivir y experimentar lo que, como escritor, uno espera que logre que el lector conciba. Eso trato yo, que las personas que me lean tengan un cúmulo de emociones que los haga llorar, indignarse o estremecerse. En cualquier caso, soy inexperta, aunque llevo escribiendo desde que era pequeña; no me lo había tomado tan en serio desde hace dos años, cuando descubrí distintas plataformas digitales que me ayudaron a publicar mis alocadas historias. En fin, me falta mucho que recorrer, espero que me acompañen en este gran viaje de escritura y que disfruten de la lectura que he hecho para ustedes.

Mis obras en litnet son: Canción de Amor (Lullaby Love), Conviértenos en piedra, A quien corresponda, Un amor olvidado y M de miedo. Asimismo, tengo una obra publicada por varios autores en una dinámica bastante interesante, titulada: Amor y Guerra. Aunque mi popularidad es mínima, mi corazón con que escribo es amplio…

 

                                                                            MI AMOR FUGAZ

 

Todo ocurrió en el hotel en el que yo trabajaba. El momento exacto que los huéspedes entraron fue a las 5:30, era una pareja, una peculiar si me dejas admitir. Tenían un aspecto desconcertante: sus ropas maltrechas y sus miradas perdidas. Cuando les pregunté en qué les podía ayudar, la joven sólo me miró con ojos cristalizados y pidió una habitación. Acepté los billetes que me extendieron y les di la llave de su cuarto.

Pero te digo, había algo extraño en ellos. No sólo era el hecho que siempre llegaban al hotel a la media noche, o que siempre tenían el aliento oliendo a alcohol. No era sólo eso, sino el cómo me pedían cosas muy extrañas: una vez solicitaron lejía, y después de unos minutos me pidieron una caja de gomas de mascar. Las peticiones iban de lo más bizarro a lo más normal.

Creí que eran jóvenes con problemas, ¿sabes? Pensé que estaban metidos en las drogas y huían de sus padres o algún drama adolescente. Pero un día, la mucama apareció en la recepción histérica y, a punto del desmayo, diciendo:

—¡Lo ha matado, lo ha matado!

No entendí a lo que se refería hasta que me tomó de la mano, y me arrastró hasta la habitación de los jóvenes.

¿Alguna vez has sentido una repulsión tremenda que hasta te encuentras con vértigo? De esa manera me sentí ese día.

La muchacha estaba tendida en la cama, en ropa interior, sonreía abiertamente y se chupaba sus manos como si de jalea se tratase. Estaba cubierta de sangre, la cama se hallaba humedecida por lo mismo, y el glacial frío que hacía en aquella habitación era anormal.

—Se… —tartamudeé— señorita, ¿se encuentra bien?

Ella alzó el rostro, un bonito rostro angelical con sangre, un panorama de lo más tétrico.

—Ahora soy libre, por supuesto que estoy bien.

La mucama lanzó un grito y salió de la habitación. Pero yo me quedé, pensando que ella estaba en un estado de shock o que estaba herida. Quizá fue su belleza y la inocencia que reflejaba lo que me hizo sentirme atraído hacia ella, como si de un imán se tratara y yo fuera su otra mitad esperando unirse. En cualquier caso, el miedo se evaporó hasta predominar la curiosidad y en un extraño sentimiento de un semental, esperando recibir aunque sea una caricia y, en el mejor de los casos, un beso.

Estaba cegado por algo que no entendía y que no podía relacionar con otra experiencia, porque estaba navegando a aguas desconocidas y mi conocimiento sobre la navegación era sumamente escaso.

La joven me sonrió, y no sabes lo excitado que eso me dejó. Creo que ella pretendía dejarme en ese estado, en esas ansias de tenerla en mis brazos y de conformarme con cualquier cosa, incluso con ese mugre gesto que nada más provocó con alentarme a necesitarla mucho más.

—Lo maté —me dijo—, ¿acaso eso no le asusta?

Estaba embobado, embriagado con su aroma, con su presencia, con su ser, ¡estaba enamorado!

—No, en lo absoluto —contesté.

—De acuerdo —ronroneó dulcemente—, entonces acompáñame.




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