Recordando

UN OTOÑO DESPUES

Entonces, a lo lejos ya había empezado a caer las flores, hacia un poco o creo mucho viento, los arboles comenzaban a perder ese color verde tan típico que dejaban en estos veranos lloviznosos de la tierra en la que vivía, el frio empezaba a incrementarse y la fría helada ya amenazaba con azotar esos verdes prados donde solía poder perderme en medio de mi imaginación, recordándote y pensando en los bellos momentos que había pasado contigo.

No me dejaba amilanar con ese instante, aun los recuerdos fluctuaban en mi mente, tratando de siempre llevar dentro de mi corazón ese recuerdo tan hermoso que habíamos compartido entre los dos, me parecía razonable olvidar todos los malos momentos, porque creía que a causa de ellas es que este otoño se volvía más agresiva y friolenta, tan amenazante y fea, que hasta las hojas de los arboles las estaba volviendo amarillentas y algunas ya se empezaban a caer con el soplo de un leve viento.

Siempre había sabido desde un inicio que te amaba tanto, en este instante mientras soportaba un poco de frio, un poco de viento y algo de esa helada típica de este otoño, yo en mi mente seguía pensando en ti, seguía enviándote tantas letras que me nacían del corazón, que expresaban todo mi amor.

En instantes, sin ningún motivo dejaba escapar una sonrisa que parecía algo tonta, recordaba tu sonrisa tan inocente, te recordaba bailando al unísono escuchando esa melodía que tanto nos gustaba, recordaba cómo es que te tomaba de la mano y podía sentir algo de tu calor mientras el frio viento soplaba.

Sonreía una y otra vez tontamente, me sentía feliz y no me importaba si las hojas de los arboles caían o si la helada ya empezaba a castigar, simple y sencillamente estaba en mi mundo tan imaginario, volando tras los recuerdos, esos recuerdos tan hermosos que habíamos escrito en los momentos que nos llegamos a conocer.

La brisa del viento a la vez, me traía a la mente esos fríos momentos, aterrizaba de mi perdido mundo y empezaba a vivir la realidad, esta fría realidad, que en ocasiones me comenzaba a carcomer el corazón, dejándome pensar cosas como que este amor no valió la pena, que quizá hubiese sido mejor no haberte conocido, quizá una y otras mil tonterías.

Pero en el fondo de mi corazón sabía que en realidad si valió la pena, me daba cuenta que si estaba feliz de haberme cruzado en tu camino.

Entonces olvidándome de los buenos y malos recuerdo, comencé a dibujarte en medio del horizonte que se perdía frente a mí, sonada esa canción que siempre yo solía oír cuando estabas lejos de mí, te imaginaba venir desde ese lejano atardecer, con una sonrisa tan lejana pero atractiva, incitándome a venir a tu alcance y tomarte de tu mano y ponerme a bailar contigo, abrazarte y decirte que no quiero por ningún motivo que te alejaras de mi lado.

Cerraba mis ojos y suspiraba tan suavemente como si realmente estuvieses sentada ya junto a mí, tomándome de la mano y quizá en momentos abrazándome, no queriendo por razón alguna abrir mis ojos y volver a la realidad.

Es atardecer ya terminaba, el sol se despintaba lentamente en el horizonte, seguía yo ahí sentado con los ojos cerrados, imaginándome locamente sentir tu calor, sin siquiera querer aceptar la realidad en la que yo me encontraba en ese momento.

No sé si tu vivías en la misma situación, no sé si tu experimentabas estas o similares cosas, no sé si me imaginabas apareciéndome en tus atardeceres, no sé si me veías visitarte en medio de tus sueños, pero de lo que realmente de lo que estaba seguro, es que al igual que el mío tu amor en ese momento estaba intacto.

Mientras caía la noche, te seguía pensando tan infinitamente, seguía dejando crecer este amor tan inmenso que había nacido hacia ti, te pintaba en mis recuerdos y en mi mente, tan apasionadamente y dejaba carme rendido en medio de mis pensamientos, esperando que en uno de esos amaneceres pudieses aparecer junto a mí.

Me quede dormido en medio de mis pensamientos, había perdido la noción del tiempo, había olvidado que era algo imposible que llegaras hasta donde yo estaba, había ignorado que quizá ni me recordabas como yo lo hacía, pero creo que eso no me importaba y seguía tan firme en mi decisión de seguir amándote tan infinitamente.

Cada noche en medio de mis sueños te me presentabas, iluminando esa ilusión o este amor que día a día crecía más y más por ti, cada noche en mis sueños te robabas mis besos, te robabas mis suspiros, miles de sonrisas y me dejabas jadeante de dicha y felicidad, cuanto anhelaba no despertarme al día siguiente, por el sencillo motivo de no quererme alejar de ti.

Cuanto he querido haberme quedado dormido, sin que la noche se terminara, así quizá no verte lejos de mí, así quizá no estar tan solo en medio de la nada, en medio de este otoño que ya había comenzado, en medio de esos vientos que en ratos soplaban muy fuertemente, en medio de esta fría helada que se iba adentrando hasta los rincones de mi habitación, obligándome a arroparme quizá exageradamente para contrarrestar a sus efectos.

Pero esos deseos no se daban, siempre despertaba ahí solo, sencillamente abrazado a tus recuerdos, esos maravillosos recuerdos que tontamente en ocasiones me arrancaban unas sonrisas, me alentaban y me daban esperanzas, de que quizá en invierno o en primavera podría volver a verte.

Volvía a la realidad y dejaba de pensarte un momento, ya el sol había vuelto a salir, aun se veían flores y el prado aún estaba verde, aunque lentamente comenzaba a ponerse amarillo, aun había pajarillos revoloteando entre los árboles que todavía sostenían sus ojos que lentamente también tomaban un color amarillento.




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