Recuérdame Amor

Capítulo 2. La dura realidad

Elena.

La sangre de mi padre derramada en el piso, ligada con el enorme charco de agua que ha dejado mi fuente que acababa de romperse, es una imagen que nunca he podido borrar de mi memoria, perder a mi padre ha sido una de las cosas más difíciles que he tenido que vivir en mi vida —escucho mi nombre en la distancia

— Hija, por favor deja ya de sumergirte en los recuerdos que solo te hacen daño y te ponen triste

— Lo siento mamá, pero es que aun siento la perdida de mi padre con tanto dolor, no haber podido estar en su funeral y darle el último adiós, no puedo superarlo

— Han pasado casi tres años hija, debes luchar y superarlo, el pequeño Tommy te necesita fuerte

— Lo sé y créeme que hago todo para seguir, te admiro tanto mami, perdiste a tu esposo, el negocio en el que trabajaron toda su vida, la casa y hasta tuvimos que mudarnos a la ciudad y tú siempre has estado apoyándome

— Y siempre lo haré hija —me susurra abrazándome por la espalda, me doy la vuelta en la silla para corresponder su abrazo

— Ya debo bajar a abrir la pastelería voy a despedirme de mi pedacito de vida y me marcho —entró a la habitación de mi hijo, le doy un beso en una de sus rosadas mejillas y baje al primer piso en donde está el local de mi pequeña pastelería.

Son las seis de la mañana, siempre empiezo a preparar los pasteles y galletas a esa hora para ofrecer productos frescos todos los días, poco a poco llegan más clientes cada día, he creado una cuenta de Instagram para ayudarme con publicidad gratuita. Luego de la muerte de mi padre solo unos meses después el banco amenazó con cobrarse la deuda de mi padre con nuestra casa, por suerte y con la ayuda de Pedro, quien estaba recuperándose del disparo que había recibido aquella fatídica tarde, el tenía más contactos  que nosotras y nos ayudo a encontrar un comprador para nuestra casa, pues el banco no nos daría ni un peso después del cobro, con lo que nos dieron por la casa pudimos pagarle al banco y nos quedaron doscientos cincuenta mil pesos, nos mudamos a la capital, alquilamos una casa de dos pisos, abajo tenía un local, así que ahí puse mi repostería y vivimos en el segundo piso, no pude ir a la universidad a estudiar repostería como quería, pero he realizado varios cursos que me han ayudado a mantenerme a flote y no es por ser creída, pero mis pasteles son cada vez más solicitados.

Como todos los días mi madre bajo con mi hijo listo y desayunado para llevarlo al colegio, ella se queda unos minutos en el local junto a Gaby, la chica que me ayuda mientras yo llevo a mi angelito a clases, por suerte el colegio queda a solo unas cuadras. Me agacho para estar a la altura de mi hijo y despedirme.

— Te portas bien mi pedacito de vida y aprendes mucho

— Si mami

— Te amo mucho mi niño

— Te amo bucho mami —le doy un beso y un abrazo y lo dejo feliz con su maestra y sus compañeritos, de regreso en la repostería reinicio mis labores.

De lunes a viernes a las seis de la tarde entro a clases hasta las diez de la noche, son cuatro horas que me estoy perdiendo con mi hijo, pero debo hacerlo por él, al llegar a casa entro al cuarto lo observo dormir por un momento, le doy un beso y acaricio su mejilla tratando de no despertarlo. Salgo con mi toalla y pijama en las manos y voy al baño para darme una ducha, comí algo rápido y me fui a la cama.

 

Mis días tienen sus propias rutinas, me levanto, bajo a la repostería, abro las puertas a las sietes de la mañana, voy al colegio a dejar a Tommy, regreso y continuó hasta la nueve atendiendo clientes de siete a nueve es hora caliente y vienen muchas personas por sus cafés, te, un batido, un pedazo de torta, una empanada o alguna otra cosa, luego continuo horneando los encargos que me hacen, en las tardes me voy a clases y al regreso, me baño, ceno y me acuesto, los fines de semanas  hago entrega de los pasteles que me encargan para fiestas y en las noches trabajo en un fino café en donde solo los ricos frecuentan, lo hago porque las propinas son excelentes también preparo mis famosas galletas de avena y algunas tortas y pasteles para ellos, estoy ahorrando para juntar el enganche de una casa, no sé cuando lo completare, pero hago todo lo que está en mis manos para lograrlo.

— Elena, llegaron clientes en tu zona —la voz cantarina de Inés, mi amiga quien me ayudó a conseguir este empleo llega a mis oídos, tomó la libreta de anotaciones, mi lapicero, dos menús y voy a la mesa que se acaba de ocupar

— Buenas noches, sean bienvenidas ¿En qué puedo ayudarles? —Digo a las elegantes señoras sentadas en la mesa

— Buenas noches —me saluda una amable señora regalándome  una hermosa  sonrisa que me hace recordar a cierta persona en la que no quiero pensar, pero me es inevitable preguntarme ¿Qué será de su vida? ¿Tendrá más hijos? ¿Sera feliz? sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos y me concentro en el aquí y ahora — Quiero un té de negro de la India y unas famosas galletas de avena que aquí preparan, me las han recomendado y hemos venido a probarlas —mi pecho se infla de orgullo al saber que solo han venido para probar mis galletas

— Por supuesto señora

— Lo mismo para mí dice la otra señora que la acompaña

— En un momento regreso con sus pedidos, permiso —digo y me retiro para entregar la orden.




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