Recuérdame Amor

Capítulo 3. Reencuentro inesperado

Elena.

— Disculpa ¿Nos conocemos? —Pregunta el muy desgraciado con cara de inocente como si en verdad no tuviera la menor idea de quién soy, me muerdo la lengua, no quiero perder mi trabajo, es un lujo que no me puedo dar, respiro profundo y me trago mi rabia

— No señor —le entregó los menús — ¿Qué desean tomar?

— Tomaré un café con crema de leche y tres de esas deliciosas galletas de avena —dice mirándome tan intensamente que siento mi cuerpo temblar ligeramente sin poder creer que el está frente a mi ignorándome de forma estoica

— ¿Piensa tomar mi orden o seguirá toda la tarde coqueteando con mi prometido? —suelta su acompañante bastante molesta y no puedo culparla me he quedado mirando a su prometido sin disimulo

— Disculpe no estoy coqueteando con nadie señorita, solo hago mi trabajo —respondo tratando de aparentar serenidad mientras mi interior quiere explotar tratando de digerir sus palabras “Mi prometido” fijo la mirada en el hermoso y delicado anillo de compromiso que lleva en su dedo anular

— Miriam no seas grosera, por favor —la reprende el

— Solo estoy tomando el pedido, dígame ¿Qué pedirá usted? —Pregunto tratando de recuperar la compostura y el color en mi rostro porque estoy segura lo he perdido y debo parecer un cadáver

— Solo una limonada —asiento y me dirijo a la cocina para entregar la orden — Cúbreme un momento Rubén —pido a mi compañero y salgo disparada hacia el baño.

Me observo frente al espejo, efectivamente estoy tan descolorida que bien puedo competir contra cualquier cadáver y de seguro quedaríamos empatados o mínimo bastantes parejos.

Dios mío Alonso está ahí fuera ¿De verdad es él? no tiene un hermano gemelo, ni pueden existir dos personas tan idénticas, a excepción de esa pequeña cicatriz en su frente son idénticos y maldita sea ahora sé vez más fuerte, más hombre, más sexy "Pero que carajos estás pensando pedazo de tonta, ese es el mismo tipo que te dejó embarazada y se burlo de ti, ya reacciona ilusa" la voz en mi cabeza me grita con fuerza, algunas lágrimas de dolor, indignación y rabia ruedan por mis mejillas, pero tan pronto como salen las seco con el dorso de mi mano. 

Ese hombre no merece una sola lágrima mía y no pienso darle el gusto, si es que sea él, quizás y sea algún gemelo perdido del que nunca me habló, al final todo lo que me dijo era mentira así que mas daría una raya más al tigre. Me seco el rostro tratando de no dañar el poco maquillaje que llevo y salgo del baño dispuesta a continuar con mi trabajo sin dejar que la presencia de ese hombre me afecte.

— Ya le he llevado yo el pedido a la mesa cinco —me informa mi compañero — Tardaste mucho ¿Estás bien?

— Gracias por cubrirme Rubén y si estoy bien

— Mmmm, no lo parece —masculla

— Solo me duele mucho la cabeza —miento porque no puedo decirle lo que en verdad me sucede

— Entiendo, te buscaré una pastilla —ofrece tan amable y servicial como siempre 

— No déjalo ya me he tomado una —asiente y veo como el supuesto Alonso levanta la mano tratando de llamar mi atención, luego de tomar una gran bocanada de aire me dirijo a su mesa

— Dígame señor en que le ayudó —pregunto con una falsa sonrisa

— Quiero una caja de galletas para llevar por favor, la verdad es que son la gloria —murmura y un viejo recuerda llega a mi del día que conocí al mentiroso más grande del mundo, me muerdo el labio porque tengo unas ganas inmensas de gritarle unas cuantas cosas, el me mira sin pestañear siquiera

— ¿Alguna otra cosa? —Me obligó a preguntar 

— Solo la cuenta señorita Elena —susurra leyendo la placa con mi nombre que cuelga en mi uniforme como si en verdad no lo recordara y de seguro signifique tan poco para el que es así

— Ya mismo la traigo.

Hago lo pertinente y regreso a la mesa con la cuenta, el saca una tarjeta platinium negra y la coloca junto a la cuenta entonces puedo leer su nombre con toda claridad en el pequeño plástico Alonso Estrella, es como si el mundo empezará a girar bajo mis pies y por un instante siento que caeré al piso, si es él, no es ningún gemelo perdido. El se levanta con rapidez y me sostiene envolviendo mi cintura con sus brazos, entonces lo peor ocurre, reconozco  la fragancia de su perfume, ese que tantas veces se impregnó en mi piel cuando estábamos juntos y yo era una tonta que creía en sus mentiras.

— ¿Está bien señorita Elena? —Pregunta y si no lo conociera no imaginaria que es un mentiroso consagrado creería que está realmente preocupado

— Estoy perfectamente —espeto con odio

— Soy doctor déjeme revisarla, casi se cae al piso

— No gracias —prácticamente le grito soltándome de su agarre y alejándome

— ¿Qué carajos te ocurre con esa mujer y de donde rayos la conoces? —Escucho reclamarle a su prometida

— No la conozco, es la primera vez que la veo

— Mentira —masculla dolida, pero no escucho nada más porque me muevo rápido. 

 




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