"Por mucho tiempo yo viví en la orilla, sin saber que existía la profundidad."
(ATOMY)
Los días pasaron y se convirtieron en semanas; esas semanas se convirtieron en meses, y ella seguía sin dar señales de vida.
El día en que se cumplían siete meses de aquel encuentro casual que había tenido con ella, terminé de escribir mi primer libro: *"Fugaz"*. No lo hacía para obtener reconocimiento, pero aun así muchas personas me halagaron por mi historia.
Entre ellas, una de mis seguidoras en Facebook, la cual curiosamente se llamaba igual que ella. Investigué su perfil y resultó ser ella. Entonces recordé que éramos amigos en Facebook desde hacía tiempo.
Ahora debía hacer las cosas bien para que me hablara. Fui a la información de su perfil y vi que aún su número de teléfono estaba allí. Entonces, después de pensarlo por más de un día, decidí escribirle.
—Hola. ¿Me recuerdas?
—¿Eres Jerlen? —me escribió ella con un emoji sonriente.
—¡Siii! —me emocioné al saber que me recordaba.
—Tanto insististe que encontraste mi número —terminó esa frase con dos letras "j", demostrando una pequeña risa.
Ese día hablé con ella por unos minutos, hasta que se fue y me dejó hablando solo. Me costó trabajo, pero con el paso del tiempo logré entablar una amistad con ella.
Una amistad desigual, porque ella solo sentía amistad y yo estaba enamorado totalmente. Cada día descubría cosas de ella que me hacían quererla más. Pero ella, cada día que me conocía más, solo quería fortalecer nuestra amistad.
—Entonces, papá, ¿esta historia es de un amor fallido? —le pregunté.
—Sí y no, Justin.
—No entendí.
Viví tanto tiempo pensando que debía amar para ser amado y que ese amor solo tenía una forma. Me equivoqué: ella me amaba, pero su amor no iba en la dirección del mío.
En cierto modo, fue un desamor. Ese sentimiento que tenemos cuando nos ilusionamos tanto con alguien y esa persona nunca llega a saberlo.
La ves, la abrazas y ella hace lo mismo. Te quiere, pero solo en términos de amistad.
Es duro abrazar a alguien y sentir el olor de su pelo cuando esa persona no huele el tuyo.
Es duro amar y ser amado, pero a la vez no ser correspondido.
Es duro ser el amigo cuando quieres ser el novio.
Sigamos con la historia...
Después de un año entero de chat, un día logramos vernos. Curiosamente, de nuevo viajé en mi bicicleta unos cuantos kilómetros. Estuve cerca de su casa en un partido amistoso de fútbol, y ella fue a verme. Antes de que llegara, estaba jugando bien, pero al verla me puse nervioso y nada salía bien.
Al medio tiempo pedí el cambio y me fui hasta donde estaba ella. Cuando llegué, no sabía si decir "hola" o abrazarla, así que opté por lo más fácil y le dije:
—Hola. ¿Cómo estás?
—Bien —me respondió ella y me saludó con un beso.
Yo estaba sudado del juego y me dio pena saludarla así. Como donde ella estaba sentada hacía sol y su sombrilla era pequeña, miré a mi alrededor y muy cerca vi unos pinos. Le dije:
—Vamos a sentarnos allí.
Ella me siguió sin protestar y nos sentamos en una raíz de pino. Comenzamos a hablar como si toda la vida hubiéramos sido amigos.
Ella no lo notaba, pero yo intentaba grabar en mi cerebro cada centímetro de su rostro.
Cada vez que hablaba era como si el tiempo se detuviera y escucharla fuera lo más grande del mundo. Cuando me tocaba hablar a mí, no sabía qué decir porque no podía concentrarme con ella al lado.
Mis amigos me avisaron que solo me quedaban cinco minutos. Tan rápido pasó el tiempo a su lado. Entonces, en el suelo vi una vieja semilla de pino. La tomé y le dije:
—Dicen que los pequeños detalles son mejores que los regalos costosos, y que cada persona en el mundo, antes de morir, debe sembrar un árbol. Por eso, quiero regalarte esta semilla como recuerdo de este día.
Ella sonrió. Al parecer, le gustó y me dio las gracias. Entonces nos levantamos para irnos.
En ese momento de la despedida, no sabía qué hacer. No sabía si darle un beso en la cara y decirle "hasta luego" o simplemente irme. Nuevamente, opté por lo más fácil. Ella se fue por un lado y yo por el otro.
Otra vez había fallado en algo. ¿Cómo una de las mejores conversaciones de mi vida tenía que terminar así? Cuando se había alejado tres metros, sentí que debía decirle algo y dije lo primero que vino a mi mente:
—Si quieres, un día me puedes llamar.
Ella no dijo nada, y me dije a mí mismo:
—En serio. ¿No tenía algo mejor que decir?
En ese momento, mientras la veía alejarse, ella volteó y, inexplicablemente, corrió hacia mí. Me abrazó, me dio un beso en la cara y se marchó.
Me quedé perplejo, sin saber qué hacer o decir. Mientras caminaba hacia mi destino en el sentido contrario al suyo, parecía que flotaba sobre mis pies.
Como sacada de una película romántica, esta escena cautivó mi corazón y, sin dudarlo, dije:
—Me he enamorado otra vez...
Cuando llegué con mis amigos, no sabía qué decir o hacer. Ellos me preguntaban, pero yo aún no me creía lo que había pasado. Solo les decía:
—Somos amigos.
—¿Pero tú quieres algo más, verdad? —me respondió el más cercano.
—Por supuesto. Pero es algo imposible.
—¿Por qué?
—¿No ves lo linda que es? Y yo… solo soy yo, un chico al que le falta todo para ser apuesto. Solo en mis sueños podría estar con ella.
—No te des por vencido.
—Nunca lo haré, pero debo estar consciente de que, si quiero conquistarla, tendré que ser diferente a todos los demás.
—Ya lo eres, amigo mío —me dijo, sonriendo.
Después de un momento tan lindo, es asombroso cómo la inseguridad me atacó. Al recordar lo hermosa que era y que yo ni siquiera me le acercaba en belleza, sentí que me estaba ilusionando en vano. Pero algo dentro de mí, junto con las palabras de mi amigo, me llenó de esperanza.