RECUERDOS EN LA NIEBLA
Ella corría por aquel hermoso prado riendo a carcajadas. Su risa se mezclaba con la de él, que corría tras ella. Podría haberla alcanzado mucho antes, pero quiso prolongar el juego. Al llegar a la altura de la vieja encina, rodeó con sus brazos la cintura de ella, y ambos se dejaron caer, rodaron abrazados hasta la sombra que el centenario árbol les ofrecía generosamente. Notaron el frescor de la hierba, que aliviaba el calor de sus cuerpos. Dejaron de reír y se miraron con ternura, él acarició con delicadeza su mejilla y ella llevó su mano al dorso de la de él. Lentamente, sus bocas entraron en contacto, primero rozándose los labios, y un instante después, fundiéndose en un intenso y prolongado beso.
Todo desapareció cuando el anciano abrió los ojos. La desconocida vestida de blanco le sacó de su somnolencia diciendo algunas palabras que no entendió, y después, la mujer comenzó a empujar su silla de ruedas a través de un angosto pasillo. Este, desembocaba en un amplio comedor. La mayoría de sus compañeros, a los que no conocía, estaban ya sentados a la mesa. Algunos, los que no tenían demasiado deterioro cognitivo, repararon en su amplia sonrisa. Ninguno sabía, ni les importaba, a que se debía tanta alegría... él, tampoco lo recordaba ya.
José Luis Guerrero Carnicero.
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