Recuerdos en Otoño

Capitulo 2

Tres días habían pasado desde aquella mañana en la que Violetta descubrió el mensaje. Tres días en los que había intentado actuar con normalidad, ocultando su tormento detrás de una sonrisa vacía. Pero el dolor se acumulaba dentro de ella como un veneno, haciéndola sentir débil, enferma, más de lo que ya estaba. No podía seguir así. Necesitaba respuestas. Necesitaba enfrentarlo.

Esa noche, cuando Robert cruzó la puerta de la casa con el cansancio fingido de alguien que llevaba una doble vida, Violetta lo esperaba en la sala. Su mirada apagada se alzó en cuanto él entró, y con una voz más firme de lo que esperaba, pronunció su nombre.

—Robert.

Él se detuvo, sorprendido por su tono. Dejó el maletín en el suelo y frunció el ceño.

—¿Qué pasa? Estoy cansado.

Violetta tragó saliva. No había vuelta atrás.

—¿Quién es Isabella?

El silencio cayó como un muro entre ellos. Robert parpadeó, su expresión pasó de la sorpresa a la irritación en cuestión de segundos.

—¿De qué estás hablando? —bufó, como si la pregunta fuera ridícula.

Violetta se levantó lentamente del sofá, sintiendo cómo sus piernas temblaban.

—Vi el mensaje en tu teléfono, Robert. "Te extraño. ¿Cuándo volverás a verme?" —su voz se quebró en la última palabra.

Robert apretó la mandíbula. Caminó hacia ella con pasos pesados, su sombra cubriéndola como una amenaza.

—No tenías derecho a revisar mi teléfono.

Violetta soltó una risa amarga, desesperada.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Después de todos estos años? ¿Después de todo lo que hemos pasado? —sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuvo—. ¿Cuánto tiempo llevas viéndola?

El rostro de Robert se endureció aún más. Algo en su mirada cambió, algo oscuro y cruel que Violetta no reconocía.

—No es de tu maldito asunto —murmuró entre dientes.

Violetta sintió cómo su cuerpo se estremecía de furia, de impotencia.

—¿No es de mi asunto? —su voz tembló, pero no de miedo, sino de indignación—. ¡Desde el día en que nos casamos, hace siete malditos años, dejaste de tener privacidad conmigo! ¡Desde el momento en que me pusiste ese anillo en el dedo, tu vida también se volvió mi asunto! ¡Así como la mía fue tuya! —su respiración se agitó—. ¿O acaso fui la única que creyó en ese juramento?

El primer golpe llegó antes de que pudiera reaccionar.

El sonido de la bofetada resonó en la sala, haciendo eco en su mente aturdida. Su mejilla ardió de inmediato, el impacto la hizo trastabillar. No fue solo el dolor físico lo que la destrozó, sino la certeza de que el hombre al que una vez amó ya no existía.

—¡No me hables como si fueras una maldita víctima! —gritó Robert, su voz llena de rabia—. ¡Tú no sabes nada de lo que necesito, de lo que quiero!

El segundo golpe la hizo caer de rodillas. Un mareo la envolvió mientras el sabor metálico de la sangre invadía su boca. Lágrimas rodaron por sus mejillas, pero no de miedo. No más.

—Tú… —susurró, con la voz rota—. Tú ya no eres el hombre con el que me casé… —sollozó—. Tú… ya no eres mi esposo…

La confesión salió entrecortada, apenas un aliento de dolor. Pero en su corazón, fue como arrancarse a sí misma de lo que una vez creyó seguro. Como aceptar que todo lo que construyó con él estaba en ruinas.

Robert resopló, mirándola desde arriba con desprecio.

—Eres patética.

Y con eso, la dejó allí, en el suelo frío, abrazando su propio dolor, llorando hasta que su cuerpo ya no tuvo más fuerzas.



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En el texto hay: romance, drama, infiel dolor traicion

Editado: 24.03.2025

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