Prólogo.

Una punzada de dolor atravesó mi cabeza, lentamente fue abriendo los ojos encontrándome con una decoración completamente distinta a la de mi casa. Asustada me senté de golpe en la cama, nuevamente mi cabeza punzón. 

Di una rápida mirada al lugar donde estaba, una habitación de hotel, las cortinas de seda, los cómodos sillones y la enorme cama en la que me encontraba me daban a entender que era uno de los más lujosos de la ciudad. 

Mi mirada se enfocó en el hombre que yacía dormido a mi costado, el mismo hombre que alguna vez amé, el mismo que me rechazó sin palabras y simplemente desapareció dejando mi corazón en pedazos. 

Sigilosa me levanté de la cama y busqué mis ropas, no tenía muchos recuerdos de la noche anterior, ni siquiera recordaba cómo había llegado al lugar, ni las cosas que habíamos hechos, aunque, juzgando por el dolor en mis caderas y el ligero ardor en mi zona intima, podía imaginarlo.

«Una noche muy movida»  Pensé mientras me vestía sin dejar de mirarlo. 

No podía negarlo, había cambiado muchísimo, y para mejor, estaba más tonificado, su piel ligeramente más bronceada, unos músculos de infarto y su trasero un monumento. Pero eso no cambiaba lo que me había hecho en el pasado. 

Sin una despedida, una nota, ni nada que pudiera usar para encontrarme, salí del lugar a gran velocidad sin mirar atrás.

Al llegar a casa lo primero que hice fue meterme al baño, me quité la ropa y quedé asombrada al mirar el reflejo de mi cuerpo en el espejo. Tenía una gran cantidad de marcas en él, arañazos, chupetones y mordiscos adornaban mi piel de lado a lado. Definitivamente había sido una noche muy movida. 

—Ese maldito. —me queje al ver que una de las marcas era más pronunciada en mis caderas, definitivamente no podría ponerme una blusa corta, escotes o faldas por un tiempo. —¿Qué demonios hicimos? 

Luego de llenar mi tina, tomé un largo y bien merecido baño que relajó por completo mi cuerpo. Mi cabeza se apoyó en el borde de la tina, y conforme el agua hacía su trabajo, mi cabeza también empezó a hacer lo mismo, flashbacks de lo sucedido empezaron a llegar a mi mente.

—¡Jodida noche loca! —exclamé sintiéndome ruborizada por las cosas que habíamos hecho, cosas que jamás había experimentado. —Soy una demente, no vuelvo a beber. 

Mi celular resonó por algún lugar de la casa, rápidamente salí de mi cómodo lugar y corrí a contestar la llamada, era dia de semana lo que solo significaba una cosa, una llamada importante del trabajo.

—Dime, padre. —respondí ni bien tomé la llamada.

—¿Dónde estás? Recuerda que ya está lista la fusión, logre que tomaras el puesto de directora, y llegas tarde. —golpeé mi frente, había olvidado completamente que debía empezar a manejar todo respecto a la nueva empresa.

—Voy en camino, me tarde un poco más organizando todo lo de hoy. —mentí 

—Ya sabes lo que debes hacer. En tus manos está nuestra empresa.

—Si padre, no te preocupes, no te defraudaré. 

—Aquí te esperamos. —colgó sin dejar que dijera una palabra más.

A toda prisa me vestí y salí en dirección a la empresa, mi padre me había dado una gran oportunidad, ser directora de las dos empresas era un sueño hecho realidad, no iba a dejar que nada arruinara mi oportunidad.

—Buenos días, señorita. —mi asistente me saludó ni bien baje del ascensor en el último piso de la nueva sede empresarial.

—Buenos días Abi, ¿qué tal nuestra nueva oficina? —hizo una mueca y empezó a caminar hacia la oficina. 

El piso era realmente lujoso, sin embargo, quedé algo confundida al ver dos escritorios fuera de la enorme oficina principal.

—¿Dos escritorios? 

—Eso no es lo único raro aquí. —murmuró entregándome una serie de carpetas, —su padre la espera adentro. —intenté no tomarle importancia a sus palabras hasta que abrí la puerta de la oficina.

Mi padre se encontraba hablando con un misterioso y apuesto hombre, estaba de espalda dejándome apreciar su bien formada anatomía.

—Buenos días hija.

—Pa… —Mis palabras quedaron en el aire cuando aquel misterioso caballero giró y pude ver su rostro, —¿Qué demonios?