Recuperando su Amor

1.

PAIGE

Mis ojos no se apartaron de sus ojos esmeralda en ningún momento, mi corazón latía a mil por hora, mis manos sudaban a mis costados apretando con fuerza mi blusa, era un día decisivo para mi.

—¿Me mandaste llamar? —preguntó con su sensual voz. Me sentí derretida al ver su sonrisa de revista.

—S..si. y-yo. —resoplé frustrada. 

—¿Tu? —Trague saliva pesadamente, no encontraba la forma de hablar con él. 

Era una escena de preparatorio, en mi último día de universidad, y no es que no hubiera madurado, es que, ese hombre me ponía tan nerviosa que hasta el habla perdía en su presencia. Cuatro años de un amor silencioso, cuatro años que acabarían ese día.

—Tengo algo importante que decir. —Solté tan rápido como pude. 

—¿Qué es eso tan importante? Estoy ansioso por escucharlo. —sonreí un poco más aliviada, mis amigas aseguraban que yo no le era indiferente a él, y lo estaba comprobando en ese preciso instante. Todas las señales apuntaban a que me correspondía, no iba a desaprovechar la oportunidad. 

—Estoy enamorada de ti desde que empezamos la universidad. —casi grite aquello. 

Después de cuatro años, finalmente tuve el valor necesario para decir aquellas palabras que tanto me habían costado, las palabras atoradas en mi corazón, solo esperaba que su respuesta fuera positiva. 

—Gracias. —murmuró con una gran sonrisa. 

Se inclinó un poco hacia mí, pensé que me besaría, pero en lugar de eso, se acercó lo suficiente a mi oído para susurrar. 

—Quiero verte aquí de nuevo, mañana a esta misma hora, ahí te daré mi respuesta. —Su aliento cálido soplando sobre mi mejilla me derritió hasta la fibra más sensible de mi piel. 

—S-si. —me sentí la mujer más dichosa del mundo, sin embargo, al día siguiente nadie apareció.

Desperté abrumada, los recuerdos de aquel día llegaron a mortificarme esa mañana, más que todo el hecho de que, recordé que después de aquel día, seguí yendo al lugar y lo esperé por más de un mes, hasta que me resigne y tiré ese amor a la basura. 

—Jodida pesadilla. —me queje antes de levantarme y alistarme para trabajar. 

A mis treinta años me encontraba manejando la empresa de mi padre, tal como él lo deseaba, con una economía personal magnífica, todos mis proyectos realizados y con un hombre a mi lado que me procuraba y amaba como ninguno. 

Seis años habían pasado de mi horrible y vergonzosa confesión de amor, no podía decir que odiaba a Leonard por lo que había hecho, pero si guardé un resentimiento hacia él por mucho tiempo, hasta que conocí a Mike, y cambió mi vida.

—Buenos días hermosa prometida. —Sonreí como tonta al verlo entrar a la habitación con una bandeja en sus manos.

—¿Desayuno a la cama?

—Lo que una princesa azabache como tú merece, mi linda y hermosa pelinegra. —me acerque contoneando de más mis caderas, de forma sensual. 

—Ese andar…

—Creo que tengo algo de tiempo antes de irme, ¿quieres que tomemos el desayuno juntos? —bese su cuello suavemente. 

—Creo que podemos pasar del desayuno. —enrede mis piernas en su cintura y me deje llevar hasta la cama. 

Una hora más tarde estaba arreglandome de nuevo con un outfit distinto, la falda tubo que había elegido al empezar el día se encontraba arrugada en alguna esquina de la habitación, y sobre la cama reposaba el resto de mi ropa y el sensual torso desnudo de mi prometido. 

—¿Irás a la disquera hoy? —pregunté mientras subía el cierre de mi falda.

—No lo sé, posiblemente, no sé qué hacer.

—Deberías ir, llevas más de tres meses sin grabar algo nuevo, la música, al igual que los negocios deben estar en constante crecimiento y proyección.

—Nena, déjame mi trabajo a mí, y tú dedícate a tu aburrida oficina, donde eres toda una experta. 

—No es aburrida. —Hice un puchero. Solía decir aquello, ya que nuestros mundos eran completamente distintos. Yo me dedicaba a trabajar en oficina, para una multinacional dedicada a la moda, y él era cantante, guitarrista y compositor. Aún no lograba conseguir la fama necesaria para empezar una gira mundial, pero sí había participado en varias presentaciones en el país. 

—Lo es para mi, sin embargo, para ti, es perfecto. Te he visto trabajando, te desenvuelves tan bien en tu mundo, como yo en el mio. Eres perfecta Paige, la mujer perfecta para cualquier hombre.  

—Eres muy dulce. —me incline besando sus labios un par de veces. Estaba muy enamorada de él.

—Te veo en la noche.

—Tal vez llegue tarde, hay dinero en la taza de siempre.

—Tengo dinero mi hermosa azabache, no te preocupes por eso. 

—Lo sé mi amor, pero si llegas a necesitar, úsalo.

—Lo haré, no lo dudes. —bese sus labios una última vez y salí de la habitación a toda prisa, antes que el deseo de continuar en sus brazos ganará la batalla y no fuera a trabajar. 




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