Red de almas

3. Jabulani

 

Nigeria

 

Aunque intentara no pensar en lo que ocurría, sentía mi sangre hervir, ¿cómo era posible que me hubiera dejado cautivar por un alma y en ese momento no recordar, también, la ley que a mi me me gobierna? Gracias a eso, gané unas buenas represalias. Por un instante en mi vida, se me olvido a qué he venido al mundo, creía que eso le ocurría sólo a los humanos, no a los seres inmortales. Pero, cuando uno hace cosas que no debe, se le devuelven cosas aún peores. 

Tafari me había vendido el alma de su hija, pasé 3 noches en ceremonias para darle lo que él pedía, pero algo había fallado, algo pequeño, en la grande pero débil estructura de la lujuria y el pecado y yo no me había percatado de eso. 

– Sabes bien que no puedes tomar el alma de un niño, así como así – me dijo Ekon, un señor alto, de espesa barba, que estaba en el mundo pagando una condena de muchos años – Por todos los dioses, Jabulani, mira lo que me pasó, y todo fue por culpa de la avaricia. Al parecer, estar tanto entre los seres humanos te va desgastando la mente 

Luego de eso, fue que lo medite mejor. Era verdad, esa era una de las leyes más grandes que tenía mi misión: no podía tomar el alma de un niño, sin su consentimiento. El alma de un niño era algo frágil y valioso, sentía como si me hubieran tendido una trampa, y gracias a eso, mi deuda aumentó más… justo cuando creí que ya casi estaba saldada. 

Después del pedido de Tafari, intenté por dos años tomar el alma de su hija, pero sin el pago, no había nada que hacer. El alma de esa niña se resistía demasiado, jamás había visto un alma tan fuerte y apegada, y lo más impactante, jamás vi un alma tan brillante. Lastimosamente, ya habían pasado 2 años, sin ningún resultado, pero mi mente no aceptaba el dejar el trabajo así. Debía existir un modo de tomar esa alma. 

 

 

– Así que la última vez que intentaste robar su alma, la niña se resistió como si supiera que ocurría ¿eso es lo que me quieres decir? ‐ Ajani estaba sentado frente a mí, con su frente arrugada y sus ojos oscuros mirándome fijamente. A veces sentía que él tenía más poder que yo, y eso me enfureció en ocasiones. 

– Es lo que te dije, Ajani - le respondí, mientras veía la sucia carretera detrás de sus hombros.

– ¿Has hablado sobre eso con Enko? - preguntó – Creí que ya pronto terminaría todo para ti - aventuró a decir. 

En una pequeña comunidad de personas africanas, a veces existen varios sacerdotes del vudú, los cuales suelen practicar un tipo de magia "blanca", también existen los llamados "Bokor", que son los que practican magia blanca y magia negra, porque trabajan con las dos manos. Los Bokor, deben tener un gran talento para trabajar con las dos manos, ya que si no lo hacen bien, puede resultar fatal, tanto para él como para su comunidad. En mi interior, intuía que Ajani deseaba el puesto que yo ocupaba. Él había empezado a practicar la magia negra, cuando yo hacía pequeños rituales. 

– Sí - le respondí secamente. Él asintió – Enko no quiere meterse en estos asuntos, ya sabes cómo es su situación con los espíritus. Pero pienso que hay alguna forma de conseguir esa alma – farfulle, estaba hablando más para mi mismo que para Ajani. Sus ojos parecieron brillar, de repente. Y sonrió malévolamente. 

– Creo saber cómo lograr tener esa alma - dijo, mientras se lamia los labios, como con satisfacción. Lo mire, esperando que continuara – Conozco a alguien que intuye cosas en las personas, quizá el pueda ayudarte - lo miré detenidamente, existen dos clases de personas: las malas que intuyen cosas malas, como yo; y las buenas, que, claramente, intuyen cosas buenas. 

– ¿Hablas de la magia blanca? – me levanté, sentía exasperación, era lo último que me faltaba para que los espíritus aumentarán mi estadía – ¿Enloqueciste? - inquirí antes de caminar hacia la salida de la instalación construida con madera podrida. Escuche los pasos de Ajani detrás de mí, pero mientras me adentraba en el pequeño pueblo costero, sólo escuchaba mis pasos. Sentía la necesidad de hablar con Enko, él podría ayudarme o al menos, eso creía.

 

 

La pequeña Choza de Enko carecía de ventanas o cualquier abertura para dejar entrar aire o luz, excepto la puerta. A simple vista, no se podría saber si hay alguien o no en la estancia. Al entrar, siempre se olía a incienso, pero si se tenía una nariz provista de una buena capacidad de percibir olores ocultos, también olería a muerte. 

Al tocar la puerta, Enko salió a recibirme, tenía los ojos inyectados en sangre y su labio inferior roto, haciendo que su barba se mojara con su sangre espesa.

– ¿Qué necesitas? - preguntó – Ahora no puedo ayudarte con nada, así que lárgate de aquí - hizo ademán de cerrar la puerta, pero la empujé y entré. 

En el suelo de la Choza de Enko se veían cosas esparcidas por toda parte, al parecer, él recién había terminado una ceremonia. 

– Alguien quería saber sobre un miembro de su familia perdido ‐ explicó Enko, mientras se agachaba a recoger los objetos caídos – La persona que quiso llamar al espíritu, no lo hizo de la forma correcta, y resultó llamando a alguien no deseado - suspiró, mientras limpiaba su labio ensangrentado con su lengua – Ahora dime, antes de que mi paciencia termine por el día de hoy ¿Qué necesitas, Jabulani? 

– Ajani dice conocer a alguien que puede ayudarme con los espíritus y la niña ‐ solté, sabía que no podía moverme más allá del marco de la puerta, la estancia estaba invadida por espíritus no amigables, y era algo que a mi no me convenía, si llegara a meterme en eso, no podría salir con vida. Otra de las reglas consistía en no entrometerse en el trabajo de otro sacerdote – Quizá podamos hablar de eso fuera - sugerí. Enko miró alrededor, asintió en el momento en que dejaba un manojo de cabello rubio mal cortado, encerrado en una caja de madera negra. 

Ese pedazo de cabello fue el que ocasionó todo dentro de esa estancia. 



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En el texto hay: romance, magia, misterio suspense

Editado: 02.06.2020

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