Red de almas

4. Sharik

Nigeria

No había pasado ni una semana desde que había regresado de mi viaje a Canadá, en el vuelo pululaban personas con miradas ausentes y las azafatas sonreían de forma algo forzada, y era de esperar, pues los pasajeros tenían de todo, menos buenos ánimos y modales. Al bajarme del avión, lo primero que tuve en la llegada a Nigeria fue una llamada entrante de un buen amigo de la infancia, Ajani Adebayo, me sorprendió, pues la relación desde la infancia se había debilitado debido a situaciones dolorosas.

Ajani estaba de pie frente a mí, esperando una respuesta a su pregunta. Pedía mi ayuda para un amigo suyo. 

– Te dije que no - le repetí. Deseaba disfrutar de Nigeria antes de irme de nuevo, necesitaba hacer algunas cosas aquí – No tengo tiempo para las cosas que tu haces, Ajani - el hombre alto y delgado que estaba frente a mí se me hacía un poco extraño. No lo había visto en años 

– No creo que tome mucho tiempo, es sólo ir, hablar con él y tomas la decisión - explicó apresuradamente. Lo miré de reojo mientras servía un té de hierbas, apenas me estaba levantando de la raída colcha, cuando Ajani tocaba la puerta fuertemente, no había tomando ni agua. 

– ¿De quién se trata? - inquirí – ¿Sobre Keita? - me volteé a mirar a Ajani, su expresión de angustia formaba arrugas en su frente, le di un sorbo al té caliente y sentí como bajaba hasta mi estómago – Si no es sobre Keita, no iré. Sabes bien que no trabajo con la magia negra - le recordé. 

Gracias a la magia negra, había perdido personas importantes en mi vida. 

– Si es por eso, puedes rendirle tributo después a tus padres - escupió. Lo miré sorprendido, no podía creer el tono de voz y la forma tan despreocupada que tomó para decir eso 

– Así que eran ciertos los rumores ¿eh? - camine hacia él, sintiendo como se ponía tenso. Fuera de la casa había una presencia que no tenía permitido entrar, y por eso Ajani intentaba hacerme salir de la casa como fuera 

– ¿Qué rumores? 

Termine de beber mi té de hierbas, deje la taza en el sucio fregadero y lo mire detenidamente 

– Los espíritus dicen que hay un hombre buscando lo que no debe, y alguien detrás de ese hombre, anhelando cosas prohibidas - solté – Supongo que el primer hombre, es tu maestro, y el segundo hombre, eres tú 

Ajani estaba nervioso, él no ignoraba lo que le estaba diciendo, porque era la verdad. 

– Así que como anhelas tanto el puesto de tu maestro, necesitas de mi ayuda - continúe. Camine hacia un lado de la habitación, buscando mi camisa – Pero ¿por qué juegas a ser un Bokor antes de tiempo, Ajani? Sabes perfectamente que la comunidad elige y que ante todo, debes ser un sacerdote...como Keita. ¡Ah! Pero tú corazón está podrido 

Ajani no se había movido de su lugar. Me puse la camisa, y fui hasta donde estaban los zapatos pesados que usaba para las caminatas. 

– No sé a qué te refieres, Sharik. Sólo vengo a pedirte ayuda, lo que dices no es lo correcto - farfulló 

– Te equivocas, lo que dije está grabado en tu ser - contraataqué- ¿Crees que te ayudaré con la magia negra? 

– No va en contra de tus principios 

– Si sabías que te ayudaría de buena gana ¿Por qué has traído ese visitante contigo? - lo miré a los ojos mientras formulaba la pregunta. La presencia que estaba esperando fuera de mi casa no era débil, pero tan poco fuerte, servía en casos extremos para hacer que una persona haga lo que uno desea - Sabes bien que eso no funciona en mí - me reí 

Ajani movió los labios sin que ni una palabra saliera de su boca, y la presencia desapareció. Sonreí complacido, asintiendo con la cabeza.

– No somos dos niños, Ajani, al menos yo no lo soy ¿Tú lo eres? - corrí la cortina de la ventana y me encamine a abrir la puerta - Si te vas a meter en problemas con mi ayuda, con mucho gusto lo haré - le sonreí, mientras salía de mi casa y esperaba que él saliera detrás. 

Hacía un día fresco y tranquilo en el pueblo costero, extrañaba andar entre las personas sonrientes y de tez negra, era algo loco extrañar eso quizá, pero algo que aprendí de los humanos es que, siempre extrañarás tu hogar, tu familia; donde quiera que estés, siempre llevarás un pedazo de los otros en ti. Para mi los otros, eran estas personas de la comunidad que andaban de un lado para el otro, como hormigas, y que no descansaban, aunque a veces la vida les diera golpes tan fuertes. 

Sabía que no debía meterme con ninguna magia, blanca o negra, los espíritus pueden confundir hasta al más fuerte humano, y no eran diferentes con los suyos, con los sacerdotes, o con los entes procedentes de otra parte. Aprendí eso muy tarde, después de la situación más devastadora para mi, pero el amor y el odio que sentía por Ajani eran tan grandes, que sentía la capacidad de hacer cualquier cosa para ahogarlo, y a la vez, para salvarlo. 

– ¿Por qué no me dices el nombre de tu maestro? - le pregunté a Ajani, caminábamos a paso lento a alguna parte

– No es necesario que sepas el nombre 

– Si que lo es, lo único que me dijiste acerca de la situación, fue que hay una niña que se resiste a una intervención de tu maestro - mi cerebro trabajaba al mil por ciento, había algo que no encajaba, y todas las fibras de mi ser ondeaban hacia Ajani, descifrando las cosas – Pero me has mentido 

Al oír eso, Ajani se volteó bruscamente y yo paré la caminata. Cerré los ojos, aunque ya habíamos pasado el barullo de gente, no estábamos solos. Sentí una presión en el pecho y una revelación intacta llegando a mi cerebro 

– Nunca mencioné que era una niña - gesticulo Ajani - Así que has aprendido a controlar lo que puedes ver… interesante - abrí los ojos y pude ver como una sonrisa llena de malicia se dibujaba en su rostro 

– Ajani, ¿Por qué estás tan interesado en quitar lo que esa niña posee? Parece ser importante para ella - dije, ignorando sus palabras y continuando la caminata hacia el lugar en donde estaba el maestro 



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En el texto hay: romance, magia, misterio suspense

Editado: 02.06.2020

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