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— Mamá, ¿Cuánto falta para llegar? — pregunte emocionado por el primer viaje familiar que haríamos juntos.
—Oliver, guarda silencio. No soporto este dolor de cabeza — suspiro mientras abría la guantera y derramaba en su mano varias pastillas, seguido de meterse todas a la boca.
Durante todo el trayecto guarde silencio, tal vez mientras fuera un niño bueno, esa mujer a la que llamaba madre voltaria a verme y me trataría de forma cariñosa.
Horas después, llegamos a una majestuosa villa blanca, elegantemente situada detrás de una fuente bellamente diseñada, rodeada de un exuberante y pasto verde, repleto de árboles y plantas haciendo que resalte el hermoso lugar. faltaba poco para que el sol se escondiera por completo.
Entramos a la villa mientras que los sirvientes empezaron a bajar las maletas del auto, seguí silenciosamente al sirviente que me llevaría a la que sería mi habitación mientras estuviéramos ahí. Deslice mi pequeña mochila que colgaba en mi espalda y la coloque sobre la cama, la abrí mientras sacaba un pequeño peluche de conejo blanco, era don bigotes, estaba un poco maltratado ya que solía abrazarlo fuertemente cada noche mientras dormía, era mi único acompañante en este asfixiante hogar.
Toc Toc
Se escucho como golpeaban levemente la puerta.
— ¿Quién es? — pregunte nervioso mientras guardaba a don bigotes debajo de la cama, mi mamá odiaba que siempre trajera a ese peluche.
— Joven Oliver, sus padres lo esperan para cenar — dijo un sirviente, terminando de decir esa oración se fue silenciosamente.
A los pocos minutos baje al comedor, era una gran mesa cuadrada de madera, había cuatro platos elegantemente acomodados rodeados de cubiertos de plata, uno de los platos se encontraba en el centro de la mesa, y a los lados se encontraban los restantes, era obvio que el plato central era el de mi padre. Tome asiento al lado de mi mamá mientras veía como servían la comida.
— Terminando la cena tendré que retirarme — comento mi padre mientras le daba un bocado a su comida.
— ¿¡Otra vez!? No tiene ni media hora que llegamos. — dijo mi madre mientras se empezaba a exaltar.
— No lo hago porque quisiera irme, las elecciones serán pronto y tengo que ser acto de presencia — le fastidiaba que mi mamá siempre le reclamara por esas cosas.
Solo esperaba que llegara el, usualmente el lograba calmarlos antes de que empezaran a pelear como usualmente lo hacían, sin levantar la mirada tome mi tenedor para poder comer, tal vez si no hacia contacto visual con ellos no me incluirían en su pelea.
Crash
No tuve tiempo de reaccionar, vi como pedazos de vidrios rebotaban de la mesa por el fuerte impacto que hizo mi mamá al arrojar el vaso, sentí como un leve dolor brotaba de mi mejilla izquierda. Nervioso dirigí mi mirada hacia mi mamá y ya se encontraba de pie gritando y aventando platos hacia todas partes.
— ¡Siempre es lo mismo! Me tienes harta, estoy cansada de estar encerrada y con ese niño alrededor fastidiándome. — seguía gritando.
Al escuchar eso solo pude morder fuertemente mis labios para que un sollozo no saliera de mi boca, no quería que me odiaran más.
—Oliver, a tu habitación — Fue una orden clara y concisa, sin dudar me levante de mi asiento y fui lo más rápido que pude hacia mi recamara.
Tomé a don bigotes y me recosté en la cama abrazándolo fuertemente mientras lloraba. Después de un rato los gritos pararon y al final solo se escucho como mi padre salía de la villa y se iba en su auto. Todo quedo en absoluto silencio.
Pasaron algunas horas para que pudiera calmarme, al parecer mientras descansaba había empezado a llover, tome a don bigotes y me dirigí hacia la orilla de la ventana mientras me recargaba y observaba tranquilamente como gotas de lluvia se deslizaban por el sólido vidrio.
Empecé a jugar con don bigotes por unos minutos cuando lo vi a él, su cuerpo lo cubría un impermeable negro, pero por la silueta pude saber que era él. Sin soltar a don bigotes, agarre un pequeño paraguas con figuras de conejos que se encontraba recargado en el escritorio de mi habitación, al parecer uno de los sirvientes lo había preparado de antemano, Sali de mi habitación, baje las escaleras y antes de salir abri el paraguas y camine hacia la pequeña cabaña al que lo había visto dirigirse minutos antes.
Cansado de caminar con mis pequeñas piernas, suspiré de alivio cuando al fin pude llegar a la puerta de esa vieja cabaña, solo de verla podía sentir que algo no estaba bien, por alguna razón tenía miedo.
—Tal vez solo son escalofríos por la lluvia — Me dije a mi mismo para calmarme mientras me daba unas leves palmadas en las mejillas para calmar esa sensación de miedo.
Sonreí al pensar que el se encontraba al otro lado y podía calmarme con un abrazo mientras jugábamos o me leería un cuento para dormir. Abrí la puerta lentamente para tratar de sorprenderlo, pero al asomar mi cabeza pude deslumbrar como algo tétrico pasaba en el interior.
La habitación solo era iluminada por un pequeño foco, En los lados de las paredes vi varias herramientas, al parecer no se usaban para algo bueno. El suelo lo cubría un plástico negro y en el centro de ese piso había una gran mesa de madera ambas con manchas rojas por todas partes. Cuando levanté la vista hacia la mesa pude ver que había algo encima de ella, o más bien alguien.
Era el cuerpo de una joven sus manos estaban atadas por una soga roja, su cabello era rubio como el oro y su piel se veía pálida por la falta de sangre en su cuerpo, era obvio que ya no tenia vida, pude ver como tenia los ojos sin vida y como estos me miraban fijamente. Vi como el tomaba un cuchillo carnicero y comenzaba a desmembrar su cuerpo semidesnudo, estaba con la ropa rasgada, con marcas grandes en su cuello. Mi mano tembló haciendo que dejara caer el pequeño paraguas, haciendo que el volteara a verme.