CAPÍTULO VI
Ana
Aun me costaba comprender lo que sucedía. Era todo tan extraño, las sensaciones habían desaparecido al mismo tiempo que las vibraciones, pero las figuras alzadas delante de mí habían cambiado completamente.
Los arcángeles seguían poseyendo el mismo cuerpo, pero este llevaba grabado ahora diversas marcas, una diferente en cada uno. Los símbolos relucían como tatuajes de oro y plata en la frente de cada arcángel. Los contemplé con los ojos abiertos como platos.
-El día ha llegado finalmente – Dijo el arcángel principal, aquel que había liderado la reunión – Todos saben por qué han sido convocados.
Los arcángeles asintieron, aun cuando no fue una pregunta.
-Metatrón – Dijo unos de ellos dirigiéndose al líder.
Así que ese era su nombre, exclamé para mi interior.
-Los Sefirot estamos preparados – Continuó. Se trataba del arcángel de cabello rubio como el oro que había visto hablando con Jofiel – Hemos atendido al llamado, es nuestro deber como máxima jerarquía luchar contra nuestros enemigos.
¿Máxima jerarquía? ¿De qué estaban hablando? Recordaba lo que me había contado Edrian cuando nos conocimos, era como si hubiese sido ayer. "Existen tres jerarquías; aunque sus nombres varíen son llamados ángeles igual, la primera compuesta por Tronos; nunca pisan la tierra, su lugar es el cielo, si lo hicieran su poder sería tan fuerte que acabaría con ella. La segunda jerarquía está formada por las dominaciones y potestades, ambos se encargan del equilibrio entre la luz y la oscuridad y del discernimiento, tampoco tienen permitido tocar la tierra. Y la tercera jerarquía, está compuesta por los arcángeles y los ángeles; los últimos están en la tierra siempre, su única misión es la de proteger, custodiar las almas de los humanos para ganarlas, y velar por los futuros ángeles en ascensión; no tienen mucho poder." Eso era lo que me había explicado, en ningún momento había mencionado a los Seferot.
-¡No comprendo! – Exclamé impulsivamente y todos los rostros se giraron hacia mí.
Metatrón fue quien habló. Su voz sonaba dulce y angelical, pero había algo en él que me asustaba, no me inspiraba temor, por así decirlo, sino una especie de respeto. Aquel arcángel era regio a pesar de que su forma humana, si es que lo era, parecía tan calmada.
-Como ya sabes - Comenzó dirigiéndose únicamente a mí – Existen tres jerarquías angelicales.
-Tronos, Potestades y los Arcángeles y Ángeles – Enumeré interrumpiéndolo.
-Exactamente – Concedió con una sonrisa – Los dos primeros no pueden tocar la tierra, su poder sería demasiado para ella. Sin embargo, existe una forma en la que los Tronos pueden estar, y no estar, presentes a la misma vez.
Debió haber notado mi mirada de confusión, porque enseguida comenzó a explicarse mejor.
-Lo que quiero decir, es que la jerarquía más elevada puede estar presente en la tierra, pero solo a través de un arcángel superior. Específicamente diez arcángeles – Aclaró.
Miré confundida nuevamente y pasé la mirada a mí alrededor. Conté mentalmente a los presentes; recordaba haber enumerado nueve personas. Uno... dos... tres... No lo comprendía, si solo podían presentarse a través de diez arcángeles, cómo era que solo había nueve. Metatrón pareció leer mis pensamientos, por lo que respondió.
-Solo somos nueve arcángeles en esta sala, no has contado mal. Mikael, Uriel, Castiel, Jofiel, Samuel, Rafael, Anael, Camiel y yo – Me aseguró – El decimo lugar le correspondía a Gabriel, sin embargo, nuestro hermano no está ahora con nosotros.
-¿Entonces solo nueve Tronos están presente? – Inquirí aun confusa.
-Una vez que los tronos entran en el cuerpo ocupado por el arcángel, pasan a convertirse en Sefirot, o Sefiras, que son las diez emanaciones a través de las cuales se creó el mundo. Los Tronos son la jerarquía más elevada porque ellos formaron parte de la creación, pusieron tanto de ellos que su simple presencia física en este mundo lo desnivelaría todo por completo.
El arcángel seguía mirándome fijamente y yo parecía presa de su atención, era como si todos los demás hubiesen desaparecido.
-Se necesitan diez arcángeles para invocar a los Sefirot...
-Pero solo hay nueve – Objeté nuevamente incapaz de mantenerme en silencio.
-De hecho, somos diez.
Esta vez fue Mikael quien habló y me sacó de mi ensimismamiento. Lo observé confusa, y a la vez molesta, por tener que apartar la mirada de Metatrón.
-Sabes muy bien cuál es tu destino, Ana – Replicó Mikael – Debes comandarnos. Este momento ha sido escrito hace millones de años. Gabriel debía ser uno de nosotros, sin embargo, a pesar de que a todos nos ha afectado su ausencia, alguien más debe tomar su lugar.
Sus palabras no necesitaban explicación, sabía lo que me estaba diciendo, y jamás lo aceptaría, no dejaría que ningún Trono me poseyera.
-No lo haré – Repliqué en voz baja, negando una y otra vez con la cabeza – No daré mi consentimiento.
-Los Tronos no necesitan de nuestro consentimiento – Explicó Metatrón – Son nuestros superiores.
-¡No permitiré que nadie me posea!