CAPÍTULO XVI
Castiel
—Jofiel —llamé a uno de los arcángeles a mi lado.
El aludido dio media vuelta en mi dirección y sin preguntar caminó hacia las escaleras, yo lo seguí en silencio mientras ascendíamos. No se detuvo hasta llegar al jardín trasero, comprendía que necesitábamos un lugar privado dónde hablar.
—Los bandos se han hecho—dije apenas estuvimos lo suficientemente lejos de los demás—. De ahora en adelante solo podemos confiar en nosotros; acusar a Mikael de traición fue el único movimiento que se me ocurrió en ese momento, espero no haya sido en vano.
—¿Crees que Ana busque a Edrian, tal como tenías planeado?—inquirió lentamente.
—Estoy seguro —afirmé, nada me hacía dudar de aquello—. Lo primero que hará será buscarlo, y ahora tiene la fuerza suficiente para lograrlo, no le llevará mucho tiempo.
—¿Qué hay de los demás?
—Mientras menos sepan mejor —repliqué—. No podemos arriesgarnos a que nos descubran, no ahora que Mikael dejó caer la balanza sobre mí, si sospechan algo intentaran detenernos.
—Entiendo —asintió sin decir más.
—Eres leal, Jofiel —dije afectuosamente posando mi mano en su hombro—. Vienen tiempos difíciles, no podemos confiar en nadie. Ahora todo depende de que Ana actúe de la forma esperada.
Nos encontrábamos en un momento decisivo, ambos podíamos sentirlo sin ninguna dificultad, si algo salía mal, si Ana no encontraba a Edrian, tal como debía suceder; todo nuestro plan se arruinaría.