Redención

Capítulo XXIV

CAPÍTULO XXIV

Amy

Los demonios comenzaban a inquietarse, estábamos cerca del momento esperado por todos y nos estaban aniquilando. Los estúpidos arcángeles se estaban movilizando y asesinando a nuestros guerreros, y estaba el problema de los humanos. Habíamos reunido suficientes almas para poblar por completo el infierno, pero estaban estos grupos que se denominaban a sí mismos la "Resistencia". Tontos mortales armados que se dedicaban a aniquilar a nuestros demonios inferiores. No teníamos idea de cómo encontrarlos, por alguna razón no podíamos rastrearlos, era como si estuviesen utilizando runas de protección, pero aquello no parecía posible, dudábamos de que los arcángeles con lo recelosos que eran, se atreviesen a compartir el secreto de las runas con ellos, aun así, parecían saber suficiente de nosotros.

—¿Dónde está el amo? —inquirió Azahel halándome del brazo— Los demonios comienzan a inquietarse. Están llegando cada vez más noticias de pérdidas, hemos perdido a muchos y él aún no aparece.

—No lo sé, ¿De acuerdo? —repliqué soltándome— ¿Crees que no sé cómo se sienten todos? Aún no hemos reemplazado a Lilith en la Triada, necesitamos un tercer demonio. El amo está casi seguro de que los arcángeles invocaron a los Sefirot y aún no tenemos a Edrian con nosotros, no podemos permitirnos bajar las guardias ni un instante, pero lo único que sé del amo es que está en una misión.

Azahel clavó sus ojos en mí, intentando determinar si mentía, pero no era necesario, no tenía idea de a dónde había ido.

—Lo único que me dijo fue que por fin había debilitado lo suficiente a Gabriel para que le dijera lo que necesitaba, que ahora debía conseguirlo.

—¿Conseguir qué?

—No lo sé.

Estaba cansada de sus estúpidas preguntas. Lo importante no era qué estaba buscando, sino cuándo volvería. Por los momentos, mientras él estuviese fuera, yo estaba al mando de todo, tenía mis órdenes: conseguir a alguien que suplantase a Lilith, y organizar un grupo para ir contra la "Resistencia" y acabarlos. Era solo cuestión de tiempo para doblegar a los humanos que quedaban, ninguno podía resistirse a la idea de obtener poder y vida eterna a cambio de algo que según ellos ni siquiera existía. ¿De qué valía tener un alma en aquellos momentos, si podías venderla a cambio de salvación y protección? Eran tan estúpidos que nos lo ponían demasiado fácil. El tiempo en el que existía la fe ciega había acabado, era hora de que la oscuridad reinara sobre la luz. Pronto no quedaría una sola alma en la tierra que pudiesen salvar.




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