Redimidos [saint Seiya]

Capítulo 2 | Masacre

Athena

El sonido que hacía la armadura de Orión a cada paso que daba me hacía sentir reconfortada de alguna manera, aunque estaba dirigiéndome a la catástrofe.

Hace tan solo un par de horas habían atacado la villa de Rodorio. Y lo peor fue que nadie pudo percibirlo a tiempo.

La ciudad estaba ardiendo en llamas, los pequeños edificios y casas se caían a pedazos mientras había cuerpos inertes en el suelo cubierto de sangre y carentes de vida.

Divisé a los caballeros dorados tratando de ayudar a las personas que estaban atrapadas entre los escombros. Incluso la señorita Saori había venido con gente de su fundación para ayudar.

Nadie recordaba exactamente porque el alma de Athena había decidido dejarla para usar como recipiente mi cuerpo, pero lo había hecho. Y ahora era mi deber velar por la Tierra como ella había hecho en el pasado.

Hacía ya tres años que yo era la encarnación de Athena en la Tierra.

—¿Qué fue lo que ocurrió? —Cuestioné al llegar—. Necesito informes.

Kanon se acercó a mí, su armadura de Géminis idéntica a la de Saga reluciendo con cada paso que daba.

—Masacraron la ciudad—Respondió, con el rostro inexpresivo pero los ojos esmeraldas llenos de sentimientos acumulados—. Solo hay menos de veinte sobrevivientes.

Observé a Niké y a Afrodita de Piscis ayudando a salir a una pequeña de no más de ocho años debajo de una puerta de herrería, su rostro estaba lleno de cortes, así como su cuerpo de moretones.

—¿Sabemos quién lo hizo?

Kanon negó.

—Podría ser cualquiera, recuerde que hace tres años el Santuario estaba en ruinas y nunca supimos que fue lo que lo causó.

Asentí, porque era verdad.

Todo lo relacionado a esa época era un completo misterio.

—Tenemos que levantar una barrera en la ciudad—Ordené y me percaté de un detalle muy importante—. ¿Quién tenía que custodiar las afueras? ¿Quién estaba en turno?

Los ojos esmeraldas de Kanon viajaron a otro par casi idénticos y no dudó en decir el nombre.

—Mu—Reveló—. Él debió de custodiar los alrededores del Santuario.

No le respondí, comencé a caminar hacia donde se encontraba con Aldebarán y me sorprendió lo que vi.

El caballero de Tauro tenía una mano sobre el hombro del ariano mientras le hablaba como si quisiera hacerlo volver. Y quizá así fue. Porque sus ojos lucían perdidos, como si estuviese fuera de orbita y se encontrara divagando en el espacio.

Sin embargo, sus manos estaban cubiertas de sangre.

¿Acaso él…?

No. Me negaba a creerlo.

—Mu—Lo llamé— ¿Qué sucedió?

Pero no respondía, por lo que desvié la mirada a Aldebarán quien lucía igual de confundido que yo.

—Ha estado así desde que lo encontré, señorita Athena.

Esta vez, llevé una de mis manos al hombro contrario del que Aldebarán sostenía y comencé a encender mi cosmo con la única intención de hacerlo volver.

—Mu. Regresa.

De pronto, pareció tener efecto pues sus ojos recobraron el brillo de vida que siempre había tenido y, cuando vio sus manos con sangre que manchaban su armadura, no pudo evitar que el terror se apoderara de su expresión, sobre todo, cuando vio cómo se encontraba Rodorio.

—No he sido yo, señorita Athena. Lo juro.

¿Era lo correcto creerle?

—Lo sé, Mu—Dije, sin embargo—. Pero necesito saber quién lo hizo.

Divisé como sus ojos viajaron a los de Aldebarán, los de este a los míos antes de que yo los desviara al caballero de la primera casa.

No quería desconfiar de Mu. Sabía que jamás traicionó a Saori y esperaba que mucho menos me traicionara a mí, no obstante, todo lo apuntaba y sería completamente lógico el que no nos hayamos dado cuenta pues su cosmo era conocido y jamás sería una amenaza.

El de cabellos lilas entreabrió los labios, dispuesto a responder, pero no llegó a hacerlo, pues Aioria—Quien venía a paso apresurado junto a Milo—, se lo impidió.

—Señorita Athena, hay algo que debería de ver—Alegó el caballero de Leo, mirando a su compañero de armas—. Creo que podría saber quién es.

Entonces desvié la mirada a Milo, percatándome en el proceso de que tenia cubierto algo que teñía con un color rojizo su capa blanca.

—Nos han declarado la guerra, Athena.

Y entendí porque lo había dicho cuando quitó la capa del objeto que escondía.

Era una réplica exacta de mi cabeza, con un casco negro y plumado cubriéndola. Pude observar mis ojos carentes de brillo y el color mortecino que adquirió mi piel.

Mu, Aldebarán y los demás caballeros que se acercaron a ver después de ayudar a los pocos sobrevivientes, se sorprendieron tanto, o más, de lo que yo lo hice. Incluyendo a Niké, quien incluso se llevó una mano a la boca para contenerse al igual que Saori y Kanon, quien no dudó en apretar con fuerza sus puños.

—¿Quién pudo hacer esto? —Inquirió Niké con dolor y furia a partes iguales.

Miré con determinación la cabeza que el caballero de Escorpio sostenía, analizando cada detalle del casco negro hasta hacerme una idea de quien había sido.

No tardé mucho en averiguarlo y exteriorizarlo a mis caballeros.

 

—Enio—Le respondí a la diosa de la Victoria—. La diosa Enio nos ha declarado la Guerra.

 

🌠🌠🌠

¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien. <3

¿Qué les pareció el capítulo?

Pregunta: ¿Les gusta más saber la versión de cada parte o quedarse con una sola? La verdad es que yo, ahora, prefiero lo primero je, je.

¿Qué creen que pasó hace tres años y porque nadie lo recuerda?

¿Qué creen que pase ahora que ambos bandos piensan que el contrario les declaró la guerra?

¡Nos vemos en el siguiente capítulo de Redimidos!💙

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